Desde Suspertu, uno de nuestros principales focos de intervención se ha centrado en la familia como elemento esencial en el buen desarrollo personal y psicológico de los hijos e hijas. Durante la adolescencia los padres y madres siguen siendo un pilar fundamental en el que van a tener la oportunidad de seguir apoyándose en su trayecto hacia la edad adulta.

Por todo ello, en ocasiones empiezan a plantearse nuevos retos y pueden aparecer dificultades para adaptarse a las nuevas necesidades que surgen en sus hijos e hijas adolescentes. Nuevas dudas y situaciones que aparecen en el horizonte educativo a las que hay que enfrentarse. Y esto en ocasiones requiere maneras de proceder diferentes a las que hasta ese momento figuraban apuntadas en el manual de padres y madres. Un manual que implica soluciones alternativas a las que se tenían implementadas antes de la llegada la adolescencia.

Para el equipo de Suspertu es esencial una visión de la educación en la que los progenitores guíen a sus hijos e hijas en el desarrollo de sus facultades intelectuales, morales y afectivas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen. En función de las intervenciones y de los modelos trasladados como padres y madres puede favorecerse o entorpecerse el desarrollo de procesos de aprendizaje relacionados con la intimidad, la capacidad de frustración, la autoestima, la autoeficacia o las habilidades sociales. En los siguientes párrafos pretendo desarrollar brevemente aspectos que quizás resulten útiles en la práctica educativa diaria.

Una revisión completa de la relación con nuestros padres y madres y con la familia extensa puede ayudar a obtener valiosas claves de por qué a los hijos e hijas les decimos una cosa y no la otra, o les ponemos un determinado límite y no otro. Sólo a partir de una toma de conciencia cercana a cada realidad será posible tener un punto de partida que permita cimentar unas buenas bases educativas y afectivas.

Tras la realización de este análisis y conocer nuestras características particulares en el plano educativo y afectivo, una de las preguntas que siempre deben responderse padres y madres debería ser la siguiente: ¿El objetivo de nuestra intervención busca el bienestar de nuestros adolescentes o persigue calmar nuestros miedos, inseguridades y ansiedades? Aunque a veces cueste reconocerlo, hay aspectos en los que padres y madres tienden a empecinarse y que en un determinado momento tienen poca o nula importancia para el desarrollo de sus hijos e hijas. No son más que un reflejo de sus propias dificultades. Desde esta consideración en la manera de proceder, con las fortalezas y las oportunidades se puede crecer y mejorar. Cualquier cambio en la manera de actuar con los y las adolescentes supone una oportunidad de mejora, un entrenamiento, una posibilidad de generar un prisma diferente, ante situaciones, comportamientos y hábitos interiorizados desde hace mucho tiempo y de los que cuesta desprenderse.

El entendimiento del origen y mantenimiento de las intervenciones educativas junto a un buen equilibrio entre el afecto y el control puede facilitar la adquisición de un adecuado estilo de crianza. Claves de este estilo deberían ser por un lado la supervisión y una disciplina positiva. Y por otro, estrategias relacionadas con el desempeño de la comunicación positiva, la escucha activa y el refuerzo positivo. La integración de todas estas herramientas conforma intervenciones con una alta probabilidad de eficacia sobre los hijos e hijas.

Junto a todo lo anterior, resulta transcendente trabajar la consistencia de las pautas educativas. En un día a día en el que las responsabilidades y el estrés suelen estar presentes de manera continuada, en ocasiones nuestro estilo educativo puede estar guiado por nuestro estado de ánimo. Es decir que detrás de las intervenciones estén un mal día en el trabajo, un conflicto con la pareja, o bien que sea viernes y esté por delante un ajetreado fin de semana. O que estemos pletóricos, que haya ganado nuestro equipo de futbol ese día y seamos más permisivos. Unas normas claras, concretas, específicas, sencillas y adecuadas a la edad junto a unas consecuencias predecibles, consistentes, proporcionadas y coherentes, son garantía de éxito. No resulta sencillo plasmar todo esto en el quehacer educativo diario pero conviene seguir trabajando en esta línea.

Desde Suspertu nos gustaría animar a todos los padres y madres a seguir caminando de manera firme en el a veces complicado pero siempre apasionante ejercicio de la paternidad y la maternidad responsable durante las sinuosas etapas de la adolescencia.

El autor es trabajador social de Suspertu