El nivel de participación en la manifestación convocada por Sare el pasado día 13 en Bilbo demostró que no fue una más de las celebradas desde hace años todos los meses de enero.

Se constató una vez más la voluntad de la sociedad vasca de poner fin a las consecuencias de una confrontación que, durante décadas, ha causado dolor y sufrimiento y que debemos intentar superar, sin olvidar nada de lo ocurrido, pero cerrando la puerta al odio y la revancha.

70.000 personas de ideologías diferentes continúan reivindicando en la calle –tras haber superado la política de alejamiento– nuevas etapas y, especialmente, señalando la necesidad de poner fin a las excepcionalidades jurídicas y penitenciarias que afectan a los presos y presas vascas.

Tampoco fue una manifestación más para los sectores que intentan perpetuar una confrontación tan alejada de lo que reclama la sociedad vasca. Al día siguiente se inició la persecución virtual de quienes quisieron sumarse a esta reivindicación pacífica y democrática. El linchamiento mediático contra la actriz Itziar Ituño, similar al que se había iniciado con Porrotx, es una raya roja que cualquier demócrata debe denunciar.

Difícilmente podemos comprender que tener opinión propia y expresarla pueda ser objeto de descalificaciones de todo tipo, unas desde el anonimato y otras desde diferentes plataformas de opinión.

A todo ello se ha unido en los últimos días el intento, una vez más, de criminalizar la actividad en pro de los derechos humanos de Sare. Desde la Audiencia Nacional –instalada en una lógica punitiva– se pretende que se considere delito la defensa de los derechos que asisten a las personas privadas de libertad. Esa actitud proviene de quienes no quieren que se avance hacia la convivencia y buscan que la confrontación se instale en nuestras vidas, en una espiral de represión creciente y derechos decrecientes, sacrificando libertades bajo la ley y orden. El discurso derechista dominante sobre la gestión política es tan artificial como preocupante y de vuelta atrás.

Sare continuará apostando por cerrar las puertas a la confrontación y al sufrimiento, y abrirlas a la convivencia y a una paz real, fundamentada en dificultar la vulneración de derechos, sean de los presos y presas vascos, sean de las víctimas de las violencias, a las que les debemos respeto, apoyo y reparación. Solo así podremos construir entre todos el modelo de convivencia que anhela una amplia parte de la sociedad vasca.

El 14 junio Sare cumple su décimo aniversario. Habríamos deseado que nuestra vida hubiera sido más corta, pero aún nos queda un camino que recorrer, y no cumplir aniversarios dependerá del tiempo que nos cueste alcanzar los objetivos propuestos.

La campaña Konponbiderako giltzak está siendo desde el pasado 21 de octubre la herramienta que nos ayuda a avanzar. Un documento que cuenta con el apoyo de la mayoría política y sindical vasca, y al que se han adherido miles de personas. Un documento que recoge las bases fundamentales de nuestro quehacer.

Necesitamos y queremos seguir por este camino, activando llaves para encender el motor de la sociedad y abrir las puertas al futuro que como sociedad anhelamos tras tantos años de confrontación.

Nuestra sociedad, a través de las instituciones políticas y judiciales, necesita tener en sus manos las llaves de la solución.

No estamos pidiendo impunidad, sino abrir las puertas a todas las modalidades del cumplimiento de penas que la propia ley ofrece, profundizando en un nuevo modelo penitenciario, más humanizado y por tanto más justo, reconociendo los derechos que asisten a los presos y presas vascas, y también a todas las personas que han sufrido en este país, y de esta forma respetando su dolor.

De todo esto hablaremos en la IX asamblea que celebraremos el próximo día 9 de marzo. Entre todos y todas diseñaremos la hoja de ruta que nos acompañará durante 2024.

Estamos convencidos de que este objetivo nos implica como ciudadanía, porque la defensa de los derechos humanos es una necesidad compartida que nos hará más permeables a los derechos que nos asisten como personas.