Pasada esta esta primera fase de la campaña por el Derribo del Monumento Navarra a sus muertos en la Cruzada, más conocido como Monumento a los Caídos, llevada a cabo con gran repercusión mediática por la treintena de asociaciones memorialistas firmantes del conocido “Manifiesto por el Derribo – Eraitsi Orain!!!” me gustaría dar un toque de atención a aquellos que, sin definir su postura sobre el futuro del mismo, siguen hablando de “consenso”, “resignificación/reutilización””, “decisión de la ciudadanía” ...

Para empezar, un consenso entre las tres posturas sobre el futuro de este Monumento al Fascismo, (derribo, resignificación, o mantenimiento tal cual) lo afirmo así de rotundo, no puede existir. ¿Por qué?

Si consideramos que para llegar a un consenso en un conflicto tienen que ceder las partes (en este caso tres) para llegar a un punto intermedio que medio-satisfaga a todas, no llego a ver cuál puede ser el punto intermedio entre derribo/resignificación/mantenimiento. O se derriba o no se derriba. ¿Hay un punto medio?

Le doy vueltas y llego a la siguiente conclusión para dejar “medio-contentos” a casi todo el mundo (digo casi todo, porque siempre habrá alguien que no esté conforme con ninguna): como somos tres partes, y el mamotreto en cuestión está dividido en tres partes bien diferenciadas (las dos alas laterales y el bloque central), derribamos un ala del edificio; el bloque central con su horrible cúpula lo resignificamos y el otro ala la mantenemos tal cual. Y a otra cosa mariposa...

Pero me paro a pensar y me surge un problema: ¿Qué ala derribamos? ¿La Izquierda o la Derecha? ¿Según cuál se derribe, no existirán suspicacias ideológicas?…

Una idea para la resignificación de la parte central: El fresco de la cúpula (¡¡¡porqué se le seguirá llamando “fresco” a ese conjunto de pinturas tan “rancias”!!!) se podría camuflar según los bloques representados en el mismo: Así podríamos ver a un grupo de mozo-peñas camino de los toros, con sus pancartas y todo; una alegoría a la situación de la asistencia sanitaria en nuestra comunidad con los enfermos esperando pacientemente verse sanados milagrosamente; el vía crucis que supone la gente joven la búsqueda de una vivienda; (sería más difícil de camuflar a las “fuerzas del orden” dando borra a los “moros”)…

O quizás fuese más sencillo derribar el bloque central, resignificar una de las alas y la otra mantenerla como está. Llegado a este punto de consenso, sería cuestión de volver a debatir y buscar un nuevo consenso.

Y una vez resignificado, ¿qué utilidad le vamos a dar? ¿Se le podría dar la utilidad sugerida recientemente por un grupo de personas como “museo de Pamplona”?

Me chirría la propuesta llegada en este momento tan oportuno. Quizás no sea mala idea la de un museo en la cual se cuente la historia de esta ciudad… pero... ¡Qué casualidad que en pleno debate sobre el futuro de los Caídos, y gran parte de las opiniones escuchadas y leídas hasta la fecha hayan sido partidarias del derribo, aparezca la necesidad de un museo de la ciudad, precisamente en ese lugar, y avalada por una docena de firmas de profesionales de distintas ramas!

Me pregunto: ¿Dónde estaban estas personas cuando la nefasta alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, se dedicó a gastar una porrada de pasta (no suya, sino de toda la ciudadanía), unos 6,6 millones de euros, en un quimérico “museo de los sanfermines”, para recordarle que lo que realmente necesitábamos en esta ciudad era un museo de la misma?

¿Dónde estaban estas personas para protestar y solicitar ese museo cuando la misma alcaldesa destruyó en la Plaza del Castillo lo que podría haber sido el mayor museo histórico-arqueológico al aire libre que nunca nos podríamos haber imaginado?

¿Dónde han estado estas personas durante los cuatro años de mandato de Enrique Maya, para recordarle que había un proceso abierto, y no concluido, sobre el futuro del maldito monumento?. ¿O era mejor que ese proceso durmiese el sueño de los injustos durante esos años? ¿Por qué no hicieron entonces pública esa carta y se reunieron con el alcalde para sugerirle esa utilización? ¿Porqué no lo hicieron en los pocos meses que duró su sucesora Cristina Ibarrola? ¿O era mejor no despertarlo de su su sueño durante, al menos, otros cuatro años?

Señores políticos, muévanse, mójense, hagan lo necesario para eliminar aquellos impedimentos legales que hacen que no se pueda poner en práctica la Ley de Memoria Histórica y se pueda proceder a su derribo sin mayor dilación.

(Leo, con satisfacción, que Sumar defiende el derribo del monumento y rechaza su resignificación: ¡¡¡Bienvenidas al “club”!!!)

Y termino parafraseando al compañero Txema Lestón, del Colectivo Memorialista Zurbau de la Zendea de Oltza (Naiz, 2024.05.31): “¿cómo explico a mis nietos que estamos a punto de vivir sin memoria? ¿cómo les explico que en la ley de Memoria Histórica que firmaron esos partidos en Madrid no se reconoce en ningún momento la posibilidad de resignificación en los elementos de exaltación fascista, incluidos los edificios, los que por ley invita a demoler?

El autor es presidente de Orreaga Fundazioa