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Tribunas

Ezkaba versus San Cristóbal

El uso de Fuerte (del monte) de Ezkaba no sustituye la denominación oficial, pero incentiva el topónimo geográfico y el laicismo, un valor republicano

Ezkaba versus San CristóbalArchivo

Pertenezco a una generación que siempre nombró el monte y la fortaleza que domina su cumbre como San Cristóbal y, sin embargo, publiqué un texto como Los fugados del Fuerte de Ezkaba. La explicación va más allá de la construcción de la fortaleza.

La documentación, desde el siglo XIII, cita el monte Ezcaba (Ezquaba, año 1291), en cuya ladera se encontraba la ermita dedicada a San Cristóbal. Una hegemonía cultural religiosa conduce a un reemplazo toponímico y el nombre de la ermita se impone para señalar toda la montaña: se designa el todo con la parte. El hagiónimo, San Cristóbal, desbanca a la denominación geográfica, proceso estudiado por expertos en toponimia como Mikel Belasko.

Pero el nombre originario pervivió. Daba nombre al depósito de pólvora para los acuartelamientos de la plaza en la ladera del monte, que construido por la ciudad, fue entregado al Ramo de la Guerra en 1843 como Polvorín de Ezcaba. Cuando el Ramo de la Guerra se plantea en 1875 la construcción de la fortaleza, lo hace “para proteger la plaza de Pamplona con obras permanentes construidas en el Monte Ezcaba o de San Cristóbal, donde en lo antiguo hubo una ermita que le da nombre y que apenas se perciben sus cimientos”. Propone su vía de acceso, “por detrás, por el valle de Ezcaba, nombre verdadero de dicho monte”.

Originariamente fue Fortaleza Alfonso XII; la República repudió la denominación monárquica y la renombró en 1931 como Fuerte de San Cristóbal. En las últimas décadas, en un marco social más laico, se da un impulso a la recuperación de los nombres antiguos y locales, y al uso normalizado del euskera (de la grafía Ezkaba). El Gobierno de Navarra, en 2019, al declarar como Lugar de Memoria la evasión desde esa fortaleza, la denomina “Fuga de Ezcaba -1938- Ezkabako Ihesa”. El cambio de paradigma llega a la Guía del GR 225. Fuerte de Ezkaba-Urepel, de Javier Rey, y se extiende a otras comunidades, como con Ezkaba. Galegos na grande evasión, de 2020, sobre los dos centenares de gallegos participantes en la fuga. La más reciente, la notable obra de teatro Ezkaba, que divulga las condiciones de vida en el infame penal.

Esa es la razón para optar por fugados de Ezkaba, si bien se contempla el uso del vocablo San Cristóbal cuando la documentación histórica así lo requiere (en 51 ocasiones por 45 de Ezkaba en la 5ª edición, mayo de 2024).

El uso de Fuerte (del monte) de Ezkaba no sustituye la denominación oficial, pero incentiva el topónimo geográfico y el laicismo, un valor republicano. Laicismo más asentado que cuando se renombra la fortaleza con el hagiónimo. En 1931 los matrimonios civiles eran excepcionales y hoy superan el 85%. Por lo demás, debiera imperar la comodidad como criterio a la hora de referirse a la fortaleza. Es el uso cotidiano, no el Boletín Oficial, quien determina el lenguaje.

El título del libro, Los fugados del Fuerte, se centra en la gran evasión de mayo de 1938, un acontecimiento histórico, como lo muestra que se publicasen tres reseñas en el New York Times aquel mes de mayo o que la embajada británica enviase dos extensos informes a su ministro E. Halifax, mientras que localmente era ignorado u ocultado.

El texto no descuida el lento morir de la vida en el Fuerte, volcando información inédita sobre sus terribles penalidades, que recogía el representante de la Cruz Roja Internacional H. d’Pourtalès. A su vez, explican la evasión de 1938.

El interés sobre la vida en el penal concretó la existencia de dos intentos fallidos de evasión organizados por el colectivo anarquista en el Fuerte en julio y octubre de 1936, no presos comunes como se había mantenido, y saldado con el fusilamiento de 26 reclusos y la detención de cómplices exteriores como Agustina Juria, joven anarquista ya encarcelada con motivo de la insurrección de octubre de 1934, otra mujer olvidada.

El lamento no es, entonces, la atención preferencial que tiene la fuga de 1938, sino su tardío conocimiento social e investigación. Las primeras fosas de estos fugados se exhuman en 2015 a iniciativa de los ayuntamientos de Egüés y de Olabe, 77 años después de su fusilamiento. Ese lento despertar ha conllevado la práctica desaparición de la generación que fue testigo de aquellos hechos. Una mayoría queda en paradero desconocido.

Gracias a la labor de ayuntamientos y sus vecindarios, las diversas asociaciones de Memoria, Aranzadi Elkartea, particulares, así como de la investigación de Jimeno Jurío, el Navarra 1936, de la Esperanza al Terror, Félix Sierra, Iñaki Alforja, Hedy Herrero, Amaia Kowasch… se conocen aquellos hechos y a sus protagonistas, presos, fugados o mujeres solidarias.

Es mucho lo avanzado en la última década, junto a las catorce fosas de fugados exhumadas, con los restos de 54 asesinados, que como decía el informe de la embajada británica, eran fusilados out of hand, sin más trámite, una vez capturados. Entre tantas sombras desveladas, el despiadado criterio que hubo para la ejecución de 206 escapados, lejos de la versión oficial de “muertos en la refriega”.

De este impulso social destaca la creación del GR 225, Fuga de Ezcaba -1938- Ezkabako Ihesa. Entretanto senderista, cientos de jóvenes que recorren la ruta organizados por el Instituto Navarro de la Memoria y acceden a conocer hechos que a nuestra generación nos fueron silenciados. Eso es la Memoria Histórica.

El último hito en el GR, la carrera de montaña, mendi lasterketa, organizada por la asociación deportiva Hiru Herri entre el Fuerte y Urepel. Cientos de korrikalaris, y la inauguración de una escultura de Jovino Fernández, el fugado que alcanzó esa localidad en el valle de Aldudes.

La Fuga Mendi Lasterketa: una carrera de 53 km en honor a la memoria históricaJavier Bergasa

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Desde 1988 se lleva a cabo en el exterior del Fuerte un homenaje a los presos del penal. No por casualidad se realiza en la fecha de la fuga de mayo. Hasta el año 2000 fue organizada por el Concejo de Antsoain, su asociación de vecinos, y la Coordinadora Cultural de Berriozar. Se ha publicado la próxima firma del convenio entre el Ministerio de Defensa, titular de la fortaleza, y el Gobierno de Navarra, que, presumiblemente, permitirá la celebración de este homenaje en el interior –patio del cuerpo de guardia–. Momento oportuno para que en la organización de los actos se retome el originario protagonismo de Antsoain y Berriozar y sus ayuntamientos.

Suficiente Fuerte. Hablemos de Gaza.

Autor de ‘Los fugados del Fuerte de Ezkaba’