El ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre pasado contra poblaciones judías próximas a la franja de Gaza conmovió al mundo por su crueldad, el número de víctimas y la alevosía y frialdad en su ejecución. La toma de cientos de rehenes añadió un plus de sufrimiento a las víctimas y sus familias que dura todavía.
La comunidad internacional respondió unánimemente con un sentimiento de solidaridad y apoyo al Estado de Israel, víctima de este terrible acto de odio que representaba un salto cualitativo en la ya difícil convivencia entre Israel y el Gobierno de Hamás en Gaza.
La reaccíón del Gobierno israelí era previsible y las represalias ante el ataque de Hamás se podían adivinar de una magnitud inusitadamente grave, dadas las experiencias vividas anteriormente.
Así fue, en efecto, declarando el Gobierno israelí una guerra sin cuartel contra Hamás, invadiendo su territorio y desencadenando constantes bombardeos y desplazamientos de población.
Hay una nota en esta represalia del Gobierno israelí que resulta intolerable en un mundo civilizado: los ataques a la población civil palestina con la excusa de que en el edificio bombardeado se esconden terroristas de Hamás.
Todos entendemos que Israel tiene derecho a defenderse, pero ni el más fanático puede admitir que cuando un miembro de una comunidad delinque, asesinando a alguien de la comunidad rival, la agredida esté autorizada para aniquilar a cualquier miembro de la agresora, incluso a aquellos que no han tenido nada que ver con la agresión.
Estos ataques a la población civil palestina tienen demasiadas veces el agravante por parte de Israel de llevarse a cabo contra hospitales, escuelas, campos de refugiados o incluso contra equipos de socorro, con un insoportable número de víctimas civiles que alcanza la cifra de 40.000, muchas de ellas mujeres y niños.
Esta política que va en contra de todos los progresos experimentados en el mundo en la persecución del delito, tanto en las jurisdicciones nacionales como en el intento de humanizar las leyes de la guerra a través de tratados, e instituciones, que han ido configurando un “corpus” de Derecho Internacional, ha sido rotundamente condenada en el mundo civilizado siendo únicamente utilizada en países con regímenes totalitarios. Israel tiene derecho a defenderse, insistimos, contra agresiones injustas, pero no de esta manera desproporcionada. El fin nunca debe justificar los medios, especialmente si tales medios afectan gravemente a personas inocentes.
Conocemos los sufrimientos del pueblo judío a lo largo de la historia y condenamos sinceramente las vejaciones, ataques, pogromos, prohibiciones y expulsiones en masa de que ha sido objeto en muchos países, entre ellos en los reinos cristianos de Castilla y Aragón, en 1492, y numerosos otros Estados, culminados en el monstruoso Holocausto llevado a cabo en la Alemania de Hitler.
Apoyamos así la iniciativa de la “Declaración Balfour” de 1917 de crear un “Hogar Judío” en los míticos escenarios bíblicos, siempre en el respeto a la existencia de las dos comunidades judía y árabe o palestina, en una pacífica convivencia.
Con estos terribles antecedentes de sufrimiento propio llama poderosamente la atención que un Gobierno de un país democrático, como el de Israel, líder además en muchas ramas de la ciencia y tecnología, pueda haber tomado unas represalias desproporcionadas y exorbitantes en flagrante incumplimiento también de las reglas del Derecho Internacional y los principios del humanismo civilizado. Tiene que haber en Israel mentes serenas y amantes de la justicia que repudien los ataques a personas de la sociedad civil palestina, que nos horrorizan todos los días por su crueldad e injusticia.
Las políticas desproporcionadas y crueles de Netanyahu no solo no van a solucionar el contencioso con los palestinos, sino que podrán suponer un descrédito del Estado de Israel y el judaísmo en general. La enérgica represión de los causantes del terrorismo, la proporcionalidad en las represalias y el respeto a la población civil constituyen los pilares de la justicia y bases de la convivencia.
Quiero aquí mencionar a un gran pensador judío contemporáneo, Amos Oz, quien escribió en una de sus obras: “Dios diseñó correctamente al hombre, pero, desgraciadamente, algunos de los materiales resultaron tener una baja calidad”.
¿Qué hubiera comentado ahora Amós Oz, fallecido hace varios años, ante estas atrocidades practicadas por su Gobierno? Seguro que las repudiaría enérgicamente.
¡Paremos esta guerra despiadada!
*El autor es doctor en Derecho