La palabra gap, traducida al castellano, quiere decir brecha. Expresa la diferencia existente entre lo que se puede hacer y lo que realmente se hace. Si una empresa tiene recursos para fabricar 1.000 patinetes en un mes pero sólo construye 800, decimos que su gap es de 200. La idea es muy clara: una empresa, país o persona sólo alcanza su potencial cuando tiene un gap de cero. Claro que es difícil hacerlo; sin embargo, conocer el concepto nos ayuda a tomar mejores decisiones y a ser autoexigentes con nosotros mismos.
Existen métodos conocidos y renombrados para realizar mejor nuestras actividades cotidianas: aumentar la capacidad de concentración, no usar el teléfono móvil, tener claro lo que deseamos y queremos son ejemplos claros. Es el momento de conocer otros.
Un problema preocupante es el de la salud mental. Las bajas por ansiedad, depresiones o cuadros clínicos relacionados con estas enfermedades son cada vez más comunes. José Antonio Camacho, futbolista ya retirado que entre otros equipos entrenó a la selección española o a Osasuna, fue crítico con este asunto cuando comentó que “en mi época no existía la depresión. Se arreglaba con un buen cachete”. Sí, es una expresión exagerada, pero encierra un principio útil: en muchas ocasiones debemos espabilar. Aunque lo estemos pasando mal, parte del arreglo posible depende de nosotros mismos. Ese es el aprendizaje. Creemos que si acudimos a un profesional competente seguro que nos curamos, y no es del todo cierto. Claro que nos van a ayudar, claro que nos van a mostrar un camino. Pero los que andamos somos nosotros. Aunque vayamos al mejor experto mundial en temas de nutrición, si seguimos comiendo lo mismo no adelgazaremos.
Como diría el reputado neurocientífico Antonio Damasio, no somos seres racionales que piensan. Somos seres con sentimientos que razonan. Hoy sabemos que las emociones evolucionaron independientemente de nuestra capacidad cognitiva, lo cual nos lleva a tener conflictos internos cuando interactuamos con el mundo. Cuando los animales tienen una situación de incertidumbre, pasan sus apuros, sienten miedo y después de comprobar que el peligro ha remitido, vuelven a su actividad habitual. Nuestro caso es distinto: muchas veces nos obsesionamos de tal forma que incluso pasado un largo espacio de tiempo mantenemos una carga de ansiedad que aumenta nuestra zozobra interna. Eso crea más problemas. Problemas que demasiadas veces en la vida en lugar de tener solución tan sólo se pueden conllevar. En este caso la reflexión interna o la meditación son instrumentos útiles para mantener la calma y templar los nervios. En definitiva, conociendo la limitación que nos supone ser dominados por las emociones negativas nos toca hacer un esfuerzo para relativizar las consecuencias que puedan tener los sucesos futuros que de manera inevitable aparecerán a lo largo de nuestra vida.
De la misma forma, muchas empresas e instituciones mantienen una gran brecha entre su potencial y su producción de bienes y servicios. A los gestores les cuesta pensar de manera objetiva. En este caso, lo conveniente es pensar en las preguntas adecuadas. Mi preferida es la siguiente: si contratamos a un nuevo gerente, ¿qué haría? La razón: siempre que se cambia la persona en un alto cargo, se toman medidas nuevas, así sea para afirmar una identidad propia. ¿Qué haríamos nosotros si fuésemos ese nuevo ejecutivo?
Nos cuesta ser equilibrados entre lo que decimos y lo que hacemos. Hay tres posibilidades. Uno, nos engañamos a nosotros mismos. Ejemplo, tenemos previsto hacer deporte y a última hora lo dejamos ya que “el día de trabajo ha sido muy duro”. Dos, exageramos algún comportamiento personal. Ejemplo, los documentales culturales de la televisión. Todo el mundo dice que los ve y en las audiencias acostumbran a estar en el último lugar. Tres, subestimamos algún comportamiento personal. Ejemplo, el tiempo que consultamos el móvil. En economía hay estudios para todo. Uno de mis preferidos: la diferencia existente entre lo que la gente dice que recicla y lo que realmente recicla. De manera generalizada, lo que afirmamos que hacemos para cuidar al medio ambiente y lo que realmente hacemos. Así mismo, a nivel interno es útil equilibrar lo que pensamos y lo que hacemos. No ser congruentes con nuestros valores más profundos genera lo que se denomina “disonancia cognitiva”, reduciendo el autoestima y la autoconfianza. Otra brecha personal es la existente entre lo que queremos hacer, lo que podemos hacer y lo que sabemos hacer.
Para gap, el existente entre las promesas de los gobiernos y sus resultados. Un ejemplo tristemente de moda: la construcción de viviendas. ¿Dónde están? Siempre hay alguna razón externa que impide solucionar este tipo de problemas.
En resumidas cuentas, para minimizar nuestras brechas cotidianas recordemos que la acción final debe ser nuestra, que somos seres emocionales, que nos tocará desaprender, que debemos trabajar para estar equilibrados y, sobre todo, que el resultado final merece la pena.
*Economía de la Conducta. UNED de Tudela