Llevo tiempo reflexionando sobre qué significa cuidar nuestra salud mental y, sobre todo, cómo hacerlo. No hablo en términos generales, sino desde mi experiencia personal y, especialmente, como madre.
En los últimos años, parece que hablar de salud mental se ha puesto de moda. Es un tema que genera preocupación tanto en parte de la sociedad como entre ciertos políticos y políticas, quienes tienen la responsabilidad de crear, cambiar o mejorar las leyes para protegernos. Sin embargo, cuidado, no tengas un problema serio en el que tu salud mental realmente esté en peligro, porque ahí descubrirás lo difícil que es enfrentarlo y, sobre todo, lo sola que te puedes sentir frente a ese abismo.
Hace poco más de un año, mi familia y yo vivimos la tragedia de perder de forma repentina y traumática a mi marido, el padre de mis hijas. Fue entonces cuando comencé a cuestionarme cómo se cuida realmente la salud mental. Por suerte, tengo un trabajo en el que me apoyaron; he podido quedarme en casa para cuidar de mí misma y sanar, aunque esto implicara repetir mi historia y mi estado una y otra vez al médico de turno. Pero mi hija pequeña, una adolescente, no tuvo esa misma posibilidad.
En su caso, la pérdida coincidió con el Bachillerato: un periodo ya de por sí exigente y complicado para cualquier persona joven. Y aquí empezó el verdadero desafío. ¿Alguien entiende lo duro que es levantarse cada día e ir al instituto a las ocho de la mañana llevando encima esa mochila emocional? Para cualquier adolescente, Bachillerato ya es un reto enorme. Pero si, además, la vida te golpea con una pérdida tan brutal, parece que no tienes derecho a parar, a quedarte en casa para recuperarte, llorar o simplemente vivir el duelo sin que ello afecte a tu futuro académico.
¿Por qué no existen protocolos de duelo en los centros escolares? ¿Por qué una adolescente que atraviesa un sufrimiento tan devastador no tiene el derecho de quedarse en casa a sanar sin que eso ponga en peligro su futuro? Estamos en 2024, y parece increíble que no haya medidas previstas para proteger a jóvenes que, en medio del dolor, necesitan apoyo para que su vida no dé un vuelco irreparable.
¿Alguien se ha detenido a pensar en estas situaciones? ¿Alguien cree sinceramente que una persona puede enfrentarse a una desgracia así y seguir rindiendo igual, sacando esas notas tan cruciales que definen su acceso a la universidad o sus posibilidades futuras?
Hablamos mucho de salud mental, pero la verdad es que pocas veces sabemos realmente de qué estamos hablando. Nos llenamos la boca con el tema, pero aún estamos muy lejos de garantizar un cuidado auténtico, especialmente para quienes más lo necesitan.