De herbicidas, agua y olivas
Algo de lo que nadie habla, porque se lleva con gran secretismo, es que llevamos en Tafalla tres años, que yo sepa, en los que se corta la entrada del canal a la depuradora porque el agua está contaminada con herbicidas y pesticidas. La última, el pasado 26 de diciembre, día de pascua. A ver hasta cuándo. No se puede permitir que una infraestructura como el canal, que abastece a varios pueblos y tiene en lista de espera varios pueblos más, se vea amenazada cada año por prácticas agrícolas contaminantes. Me consta que el Gobierno de Navarra está al tanto del problema, pero van tres años y el agua ya está cortada. El año pasado hasta marzo.
Una vez más nos ha salvado el embalse de Mairaga, sus aguas están puras porque vienen del monte. Las soluciones que se plantean no van a la raíz. Poner filtros de carbono o desviar un río para mandar la contaminación a otra parte salvando la balsa de Monreal no es serio. A grandes problemas, grandes remedios. Ya es tiempo de llamar a las cosas por su nombre. La contaminación difusa que produce la agricultura intensiva ya se sobra. Afecta a la fauna, la flora, el agua y los alimentos. Millones de pájaros muertos, campos sin lombrices, concentraciones parcelarias que producen páramos sin arbolado… Dan ganas de llorar o de reír cuando se dice que un producto tiene unas dosis de pesticidas o nitratos dentro de lo tolerable. ¿Tolerable para quién? ¿Para un hombrón de 90 Kg., para un niño o para un feto?
Hay pocas opciones. Una, que el gobierno decida que los poquísimos agricultores que contaminan el canal, cambien el sistema. Se pueden hacer forrajes, existen medios mecánicos para evitar hierbas, existen las rotaciones de cultivo que las diezman y hay tecnología suficiente para seleccionar el grano y dejarlo limpito de otras semillas. Existe un mercado de producto ecológico, otra agricultura que no envenena y que tiene ayudas. Facilitarles la transición. Si no, otra posibilidad es expropiar y repoblar. No olvidemos que este canal se hizo con el sacrificio de todo un valle y sus habitantes. Si el problema es mayor, si el canal se contamina en todo su trazado por herbicidas cada vez más volátiles, algo que ya se debería estar investigando, se debía hacer un cordón sanitario en todos sus entornos y establecer reglas. Prohibir directamente estos venenos.
La agricultura moderna es esclava de los fitosanitarios porque la enfermedad surge de su actividad. Es el gran negocio. Si cada vez salen herbicidas distintos y más potentes es porque luchan contra monstruos que han generado los propios herbicidas. Las plantas generan resistencia y el vallico o la amapola son buenos ejemplos. Los agricultores están presos en esta dinámica y las cooperativas se benefician comerciando con sustancias muy peligrosas. No se entusiasman por lo ecológico, ni venden insumos para este sistema. El INTIA, que en sus principios está respetar el medio ambiente, aunque ha dado muchos pasos positivos en este sentido, debería entrar a saco en este tema para asesorar a los agricultores afectados sobre las prácticas y los beneficios de la agricultura sostenible para facilitar la transición.
Este año se ha hecho la campaña de oliva más corta y temprana de la historia. ¿La razón? La misma. En 2015 se detectó un herbicida, el Porlarpec, en una partida de aceite de un importante trujal navarro y se retiró del consumo en Navarra. Desde ese año, la comunidad foral y la de La Rioja han hecho normativas. Los oliveros han tenido que coger la oliva muy verde, con muy poca producción, porque el plazo de recogida era del 5 de noviembre al 15 de diciembre, justo el día que la ley permite echar el herbicida Prosulfocard, muy contaminante. Si yo me pongo a pintar mi casa y salpico a los coches, la calle, la fachada del vecino y los niños que van a la escuela, seguro que tendré que asumir responsabilidades. Pues bien, los que manejan este veneno tienen patente de corso para contaminar lo de los demás.
Este problemón afecta no sólo al Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, que hace tiempo debería haber prohibido este producto, sino también a la Confederación Hidrográfica del Ebro y al Departamento de Salud, que no debería conformarse con hacer análisis carísimos regularmente. Todos sabemos lo complicado que es montar cualquier cosa por las exigencias sanitarias que se solicitan. Las instalaciones del canal y el agua también, y con más razón deberían estar asegurados sanitariamente, haciendo imposible su contaminación. De la desinformación surge la desconfianza. Cuando sale positivo, ¿qué pasa con el agua del día anterior, está en los grifos? ¿Por qué no se dan recomendaciones para dejar correr el agua y limpiar cañerías? Ya que los pagamos, ¿por qué no se hacen públicos los análisis y se alerta al personal de que se ha dado el caso de salir no una, sino varias sustancias peligrosas? Este silencio empieza a ser atronador.
La Ley Foral 4/2007 de 23 de marzo, dispone en su artículo 30 sobre limitaciones en lo relativo a medios de defensa fitosanitaria que “El departamento competente por razón de la materia, propondrá a la Administración General del Estado la adopción de limitaciones en un producto autorizado, para restringir o prohibir su comercialización y uso, cuando existan motivos fundados para considerar que dicho producto puede constituir un riesgo para la salud humana, animal o para el medio ambiente…”. De esto han derivado órdenes forales en 2017, 2018, 2019, 2021, 2022 y 2023, regulando el Prosulfocard, que es el herbicida que usan ahora, y dando recomendaciones para su uso. Fija la fecha para empezar la contaminación en el 15 de diciembre. A todas luces insuficiente porque hay oliva en el campo. Algunos trujales no han molturado toda la oliva en ese tiempo y se han arriesgado.
La UAGN alegó en contra y propuso como fecha de inicio de la contaminación el 1 de diciembre, en plena campaña de la oliva. Una vez más esta organización agraria demuestra el nulo interés que tiene por la contaminación. Los cerealistas por encima de los oliveros.
Esta situación repetida y el secretismo que la rodea genera desconfianza sobre la calidad del agua del grifo y eso se traduce en más plástico. Han pasado tres años, el problema sigue y, como es tradición en este país, nadie asume responsabilidades. Una buena gestión implica analizar las causas, evaluar soluciones y aplicarlas. Informar a la población para que vaya tomando conciencia sobre los costes ambientales de un modelo agrícola que no paga lo que contamina.
Desde el primer año, los pueblos afectados en su agua deberían haber hecho una petición conjunta al Gobierno de Navarra exigiendo soluciones efectivas (lo dije en su asamblea) y los departamentos afectados, los políticos ponerse las pilas y exigir responsabilidades a los que no dan soluciones y encima ocultan el problema. De eso depende que el año que viene no estemos en las mismas. El embalse de Mairaga hay años que tiene muy poquita agua. No tentemos al diablo.