En los últimos meses estamos asistiendo a diversas declaraciones a favor de la energía nuclear. Si nos remontamos al pasado noviembre, con motivo de la propia Cumbre del Clima COP29 celebrada en Bakú, capital de Azerbailán, tuvimos conocimiento de que seis países anunciaron que se unían a la declaración realizada por las de 20 estados en la anterior Cumbre del Clima celebrada en Dubái en noviembre de 2023 para “reconocer el papel crucial que la energía nuclear puede jugar para conseguir el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5ºC que fijó el Acuerdo de París para finales de siglo”, aunque este objetivo ha quedado desfasado debido a la intensificación del cambio climático. Este grupo está formado, entre otros, por Francia, Japón, Canadá, Finlandia, Hungría, Chequia, Polonia, Eslovaquia, Suecia, Países Bajos, Turquía, Reino Unido y Marruecos.
En otro contexto, el pasado 15 de enero, el foro social y empresarial vasco Zedarriak presentó su sexto informe que, inspirado en los recientes Informes Draghi y Letta, lleva por título “Euskadi y la Unión Europea: Un destino compartido de prosperidad y competitividad”, y en el que, entre otras cuestiones, plantea abrir un debate en la sociedad sobre el uso de la energía nuclear y también sobre la industria armamentista como una oportunidad para el desarrollo económico en nuestro país.
Hace unos días el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, hizo unas declaraciones públicas en el Foro Económico de Davos que fueron publicadas en el GRUPO NOTICIAS en las que entró en el debate de la energía nuclear para defender su carácter “absolutamente crucial”. Vino a decir que “con las centrales nucleares que tenemos en funcionamiento hemos demostrado que son seguras y son eficientes, y son absolutamente necesarias para mantener las luces encendidas en un momento en que crecen nuevas demandas como son los centros de datos que requieren suministro estable 24 horas al día durante los siete días de la semana”.
A otro nivel, también hay que citar la intervención de la vicepresidente tercera y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, el pasado lunes 27 de enero en el Congreso donde expuso las líneas de trabajo del Gobierno español para el resto de la legislatura en materia energética, y defendió el cierre de las centrales nucleares en España y apostó por las renovables. La ministra Sara Aagasen también dijo que ninguna compañía eléctrica ha solicitado oficialmente ampliar la vida de las nucleares más allá de lo pactado, para 2035.
En este contexto de declaraciones a favor de la energía nuclear, está también la intensa campaña de la industria nuclear a favor de los pequeños reactores nucleares modulares (SMR), que consideran que pueden tener una función muy importante en el panorama energético.
Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello? En un artículo publicado en este diario hace un año venía a decir que la energía nuclear está en declive y en sus niveles más bajos –supone un 9% de la electricidad mundial, frente a su máximo del 17,5% en 1996–, y ello se explica porque desde hace dos décadas las nuevas unidades que han entrado en funcionamiento no compensan el cierre de las que han llegado al fin de su vida útil. Por otra parte, los costes de inversión inicial son elevadísimos, y esto ha hecho que durante años las energéticas hayan renunciado a construir nuevas nucleares, tanto en el caso español como en la mayor parte de los países industriales occidentales.
Otro de los motivos es la baja rentabilidad de la energía nuclear, que guarda relación con el tipo de energía producida: la electricidad. La realidad es que en las sociedades industrializadas el consumo de energía eléctrica supone solo alrededor del 20% del total de la energía final. Por tanto, producir solamente electricidad es un impedimento importante para las nucleares, porque su energía no es apta para muchos usos necesarios y eso limita el interés y el desarrollo de la energía nuclear.
Pero, además, las centrales nucleares reúnen un conjunto de problemas, algunos de carácter tan grave, que las hace totalmente desaconsejables. Uno de ellos es que todavía no hay una solución satisfactoria para los residuos radiactivos que siguen siendo radiactivos durante miles y miles de años.
Los pronucleares suelen decir también que la energía nuclear es la solución al cambio climático, pero no es así, ni muchísimo menos, porque la nuclear no es neutra respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero. Si se considera el ciclo completo de las tecnologías de generación eléctrica no fósiles, es decir, la energía nuclear y las renovables, la nuclear emite más CO2 que cualquiera de las renovables por cada kWh producido.
En cuanto a los minirreactores nucleares modulares (SMR), se trata de pequeños reactores nucleares, de 300 megavatios de potencia eléctrica o menos, un tercio de la capacidad de los reactores nucleares convencionales. Esta es su definición por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
En opinión de Edwin Lyman, de Unión of Concerned Scientists (UCS) –una organización que lucha por un mundo más seguro, más justo y más sano–, y que es un experto reconocido internacionalmente en seguridad y protección de la energía nuclear, la industria nuclear ha depositado grandes expectativas en esos minirreactores, ya que los proyectos recientes de reactores nucleares se han retrasado mucho en su construcción y su coste económico se ha desorbitado.
Pero según Edwin Lyman, que antes de incorporarse a la UCS, fue presidente del Instituto de Control Nuclear, con sede en Washington, se trata aún de prototipos, y tendrá que demostrarse toda una serie de atribuciones que la industria nuclear les adjudica.
El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente