A finales del año pasado, una mayoría de los grupos municipales de Pamplona suscribió un acuerdo sobre el futuro del Monumento a los Caídos de Pamplona. Decidieron “resignificar” el antiguo (pero muy reciente) mausoleo de Mola y Sanjurjo, los directores criminales del alzamiento fascista de 1936 en Navarra y de una banda de seguidores.

Y se quedaron tan panchos.

Se sumaban así a una polémica, muy sentida entre la ciudadanía pamplonesa y navarra, sobre si había o no que demoler el edificio de Víctor Eusa, diseñado y construido para mayor gloria de los fascistas, que se alzaron en armas contra el legítimo gobierno de la República española en 1936.

Según el acuerdo, el Monumento a los Caídos de Pamplona, el segundo mayor edificio levantado durante el franquismo y el primero enclavado en un entorno urbano, será definitivamente resignificado y su gran cúpula, convertida durante decenios en símbolo de los vencedores de la guerra civil y una ofensa para los represaliados por la dictadura, será tapada para siempre.

Es una ofensa para la democracia, por supuesto, y debe intervenirse cuanto antes. Al cambio que proponen le denominan “resignificación”, ¿qué será? Es una palabra que no se encuentra en el Diccionario de la RAE, y cuando se busca un palabro que no existe es que se quiere significar algo, normalmente algo que no se quiere significar valga el juego de palabras. ¿Qué nos ocultan los regidores municipales de su propuesta?

Pero vamos al principio de la cosa. Yo estaba hasta hace muy poco en la posición de demoler el edificio, era una postal insultante e inhumana y solamente apreciaba el insulto permanente de su alzada. Pero comencé a leer y pensar en el uso que han hecho de algunos espacios de la memoria nazi en Europa, en algunos campos de concentración, o en algo más pequeño, cómo han resuelto este asunto en Gandesa, Tarragona, con el Museo Memorial de la Batalla del Ebro.

Y me pareció que sería muy bueno dedicarlo a recordar las tropelías que hicieron los franquistas en Navarra durante y después de la Guerra Civil. Y me apunto a que se destine a la memoria de las víctimas del fascismo en esta tierra. Pero francamente auguro dificultades porque en el acuerdo firmado están protagonistas poco fiables.

¿Mencionarán a José Rodríguez Medel, comandante de la Guardia Civil de Navarra asesinado por orden de Mola en la plaza de San Francisco, a las puertas de la comandancia, el mismo 18 de julio de 1936 por negarse a poner su guarnición al servicio del alzamiento? ¿Mencionarán a los matachines de muchos pueblos, que se llevaron por delante a tantos inocentes acusados de ser republicanos? ¿habrá listas de los que han recogido de las cunetas?… Eso es lo que han hecho en Auschwitz y algunos campos de exterminio más. Si es así, me apunto.

Yo estuve preso en la cárcel de Carabanchel de Madrid por luchar contra Franco, y se me remueve el estómago que el Gobierno de José María Aznar y Mariano Rajoy decidiera cerrarla y destruirla. Estoy seguro de que era para tratar de borrar la memoria de las iniquidades que se hicieron en esa cárcel.

Por eso no quiero el derribo de Los Caídos, quiero que sirva para recordar a Mola, a Sanjurjo, a tanto fascista y a tanto requeté, que se subieron a la espalda de los navarros, para hacer de esta tierra y de toda España, su cortijo particular. Y que todos nuestros descendientes lo vean.

Convicción, memoria y vigilancia.