Pensaba realizar algunas consideraciones sobre aspectos de los sanfermines pero es posible que resultase algo frívolo con lo que la realidad cotidiana nos regala todos los días: sucesos como los ocurridos en Torre Pacheco, que por cierto pueden ocurrir en cualquier parte e incluso en nuestra tierra, reflejan la podredumbre de ciertos sectores de la sociedad con la inmigración y sus protagonistas a los que maltratan mientras resultan tan imprescindibles que exigirían una normativa más contundente, clara y eficaz para su integración entre nosotros. Y una penalización más enérgica y rápida de esas conductas antisociales hechas a cara descubierta.
Y está lo de Gaza.No hace falta sentirse antisemita para calificar de salvajada lo que está haciendo el estado de Israel con los palestinos y no sentir desprecio por la falta de reacción de tantas instituciones, organismos y líderes políticos mundiales que son incapaces de enfrentar ese genocidio cuando pueden y deben pararlo.
Y una vergüenza infinita ante el descaro de los sátrapas que algunos sólo pueden alardear de haber sido elegidos por sus ciudadanos, que no es poco, mientras se comportan como los peores ejemplos que nos enseña la historia que ansiábamos no repetir. Sociedades que dejan mucho que desear en cuanto a valores éticos y humanidad.
Y encima en estas fechas de aniversario del levantamiento militar que destrozó la sociedad en que vivimos y generó una cruel dictadura que hoy algunos añoran apelando a un supuesto desarrollo: Será el de los cementerios y cunetas que no dudaron en sembrar de asesinados.
De la corrupción solo cabe decir que no hay nada nuevo bajo el sol. Ni lo cutre de algunos personajes y sus comportamientos ni lo inexplicable que resulta que hayan llegado tan alto para perpetrar tantas bajezas. Eso sí, con la sensación de que cierta impunidad no reside en la presunción de inocencia, principio sagrado tantas veces vulnerado socialmente, sino en la lentitud de respuesta judicial.
En este panorama hablar de los sanfermines puede resultar inadecuado pero también forma parte de nuestra realidad y sabido es que suelen servir de modelo en la diferentes fiestas que llenarán el verano de nuestros pueblos y ciudades.
Me confieso “sanferminero” y taurino y me preocupa el devenir de ambos en aspectos que considero importantes. En los sanfermines, hay cosas que se han mejorado, como por ejemplo la despedida de los gigantes que ahora se extiende por toda la plaza y permite que todos los presentes puedan verlos de cerca y no se acumule el evento en el centro de la plaza como pasaba hasta ahora, incorporar espacios y poner pantallas en diferentes zonas y barrios de la ciudad que ayudaría a que todo el mundo pudiera participar como asistente, cada uno en la medida en la que pueda, de los diferentes actos que hay y que alivien al Casco Viejo de la aglomeración que padece.
Echo de menos mayor diversidad en la programación que incorporen elementos culturales y deportivos de otra naturaleza que los programados que permitan más participación ciudadana. Sé que no es sencillo pero pienso, por ejemplo, en alguna Pastoral en euskera, en utilizar la Ciudadela como escenario para algo más que los fuegos artificiales o en crear alguna competición juvenil deportiva entre los diversos clubes que existen en la ciudad.
Otra cosa que me cruje, y ahí creo que desde el ayuntamiento se debería trabajar más, es en la suciedad. Hay que insistir en que no todo vale, que la calle no es un basurero ni un meadero. Lo de los vasos reutilizables está muy bien, pero debería obligarse a los bares a retirar el resto de vasos de plástico, que la gente sólo use esos, y el que no lleve uno encima, que se lo tenga que comprar. Se pueden recuperar de un año para otro, y te quitas una buena cantidad de plásticos de un sólo uso que, por otro lado, ya están prohibidos.
Y más papeleras. Que la excusa del suelo no sea que no haya una papelera cerca. Ahí tenemos un problemón porque las nuevas generaciones parecen no tener ninguna sensibilidad, pero habrá que insistir. Porque no se puede dejar todo en manos de la limpieza, que bastante hacen, para dignificar la ciudad por la mañana. Pero la responsabilidad social hay que trabajarla un poco más. Pero todo el año, porque estos días son reflejo de lo que pasa el resto del año. No hay más que ver cómo está la base de la estatua de los Fueros un domingo por la tarde. Todo el mundo come su helado, pero sólo un 10% tira el recipiente vacío a la papelera.
En lo taurino, me preocupa mucho el encierro. Creo que, si no se toman medidas, puede morir de “éxito”. Sostengo que sin corredores hay encierro pero, sin toros, no. Por eso creo que se está errando haciendo protagonistas a los corredores abusando de la imagen televisiva. Debería asumir el Ayuntamiento la titularidad exclusiva de la señal de televisión y comercializarla a las empresas interesadas en su difusión.
Así se evitaría trastocar la esencia del encierro y evitar tanto coger al toro para “coger toro” y otros comportamientos tendentes a apartar bruscamente al compañero para ganar sitio, estar en el recorrido del encierro solo para “verlo” y protagonizar escenas grotescas de calentamientos, encomiendas religiosas y otras que solo buscan lo importante: salir en la tele.
Correr en el encierro es algo tan intenso y voluntario como anónimo, pero se ha convertido en un desfile de camisetas de fútbol, que, casualmente, es un deporte que nos demuestra cada fin de semana que tiene muy pocos valores, al menos en la liga en la que compite Osasuna. Y podría estudiarse abrir con anticipación suficiente un periodo previo de solicitudes para participar que permitiría establecer un número determinado de participantes por tramos.
En los toros, creo que La Pamplonesa merece más reconocimiento social en su actuación en la plaza de toros que el que recibe entre el fragor de las charangas de las peñas. Y que la MECA debería apoyarla con la instalación de alguna medida para mejorar su audición. Incluso revisando su actual emplazamiento para ubicarla, por ejemplo, en la zona que antiguamente ocupaba el Gobierno de Navarra y que abandonó hace pocos años. Y de paso ampliar la instalación sonora a los timbaleros para que no sea tan anónima su decisiva intervención.
De las ganaderías que vienen es algo tan opinable y el número de festejos tan limitado que es tan fácil acertar como equivocarse. Lo mismo puede decirse de los toreros y los criterios de selección suelen ser razonables por lo difícil de conjugar ganaderías y figuras con la peculiaridad de nuestra plaza. Pero hay una consideración que me gustaría reseñar aquí: a mí me da la impresión, errónea o no, que a los toros que traen a Pamplona se les prepara más para la carrera del encierro que para su actuación en la tarde, dando muchas veces la impresión de que la velocidad con la que corren en la calle les reduce notoriamente las fuerzas para embestir y otras actividades que se espera de ellos en la corrida.
En fin, son reflexiones que uno “rumia” mientras conjuga la tristeza porque ya se han pasado con la esperanza de que “ya falta menos”.