Normalización del juego en la juventud
Un 30% de jóvenes en Navarra ya juega con dinero. Muchas pensábamos que la adolescencia se transitaba en los patios del colegio, entre recreos y confidencias de cuadrilla. Que el riesgo se medía en subir a una bici sin casco o copiar en un examen. Pero hoy, esa etapa se juega en otros escenarios bien distintos: ya no es un balón en el aire, sino un clic, una apuesta a un partido de la liga de Uzbekistán porque “ahí están las cuotas buenas”.
Los últimos datos oficiales ponen cifras a lo que intuimos las entidades que tratamos a personas con ludopatía: el juego de azar se cuela cada vez antes en la vida de las personas. Y no se trata sólo de una moda pasajera, sino de un fenómeno que, mal gestionado, puede convertir la diversión en dependencia.
En Navarra, la realidad es especialmente preocupante. Según el Instituto Navarro de Salud Laboral, el 31,5% de estudiantes entre 14 y 18 años ha jugado con dinero en el último año, frente al 21,5% de media nacional. Y la edad media de inicio se sitúa en 15,1 años para el juego presencial y 15,2 para el online. En otras palabras: se empieza a apostar casi a la vez que se empieza a estudiar Bachillerato.
Simplemente repiten lo que ven. En Navarra, tres de cada cinco personas adultas han apostado dinero en el último año. La diferencia es que éstas tienen más años, y ellas –las adolescentes– más tiempo para caer.
Pero lo más grave no es solo la práctica, sino la desinformación. Apenas el 48,4% de estudiantes afirma haber recibido información sobre los riesgos del juego, muy por debajo de la formación que reciben sobre el uso de tecnologías (74%) o sobre drogas legales (72,3%). Una brecha que deja a miles de adolescentes navegando en una zona gris: vulnerables, curiosos y sin brújula.
Porque el juego ya no es un acto marginal ni exclusivo de adultos. Está al alcance de cualquier menor con un móvil y conexión a internet. Las plataformas, aplicaciones, apuestas deportivas, influencers y pronosticadores forman una red tan densa que resulta casi imposible no toparse con ella lanzando mensajes muy seductores: “prueba, nadie te lo impide realmente, quizá ganes algo”.
Lo que no se ve en la pantalla es que esa oferta es tramposa. El discurso dominante habla de “emoción”, “reto”, “victoria fácil”. Pero detrás del espectáculo hay algoritmos que ya han decidido la partida, estadísticas y una industria que no deja nada al azar. La victoria está calculada… para que no sea tuya.
El entorno educativo y familiar tampoco está preparado. Si la mitad de jóvenes no ha recibido información adecuada, ¿cómo podemos pedirles responsabilidad? La responsabilidad no se improvisa: se educa. No basta con decir “juega con cuidado”; hay que enseñar por qué conviene no jugar, cómo identificar el riesgo y qué hacer cuando el juego deja de ser divertido.
Además, lo que ocurre en la adolescencia no se queda en la adolescencia. Apostar a los 15 normaliza una forma de relacionarse con el dinero, con la suerte y con el control que puede acompañar toda la vida. Lo que empieza como una apuesta entre amigos puede terminar en una conducta repetitiva, un agujero económico o una dependencia difícil de revertir.
Entonces, ¿qué hacer?
Hay muchas respuestas posibles, pero en este 29 de octubre, Día Nacional sin Juego de Azar, nos gustaría poner el foco en una propuesta: poner en marcha programas de prevención del juego de azar en los centros educativos de Navarra.
El sistema educativo no puede mirar hacia otro lado. La escuela es el espacio natural para enseñar pensamiento crítico, control de impulsos y gestión de la frustración: las verdaderas vacunas contra el discurso del azar y la recompensa inmediata. Sin embargo, hoy en Navarra no existe un programa estable de prevención del juego dentro de los centros educativos. Hay iniciativas puntuales, pero falta una estrategia sostenida, con formación al profesorado y materiales adaptados al alumnado.
El Departamento de Educación tiene la oportunidad –y la responsabilidad– de impulsar un programa preventivo propio, en colaboración con entidades especializadas como la Asociación Aralar. Sería una inversión mínima con un enorme retorno social: cada euro en prevención ahorra muchos en tratamiento y sufrimiento humano.
Educar para prevenir el juego es una apuesta por el bienestar de una generación que merece aprender que no todo se gana con suerte, sino con conocimiento, criterio y apoyo.
La autora es coordinadora de la Asociación Aralar de Ayuda y Prevención de la Ludopatía en Navarra