la etapa de Camacho en Osasuna terminó con el mismo fondo gris que ha acompañado la trayectoria del equipo en estos años de presencia del entrenador murciano en el banquillo: una derrota por la mínima diferencia, exponiendo la mínima expresión de fútbol, propiciando un mínimo de ocasiones de gol, con un mínimo número de jugadores que se salven de la atonía general, con un mínimo de análisis crítico... La de Camacho, como queda dicho, ha sido una etapa de mínimos. Alguien le explicó en el primer contacto que su objetivo único, prioritario, mínimo, era el de conseguir la permanencia, y ha seguido con esa letanía hasta unas pocas horas antes de ser destituido. El osasunismo sabe a lo que pueda aspirar su equipo, sobre todo esta plantilla confeccionada con lo que permite el mercado, con un nutrido grupo de futbolistas que superan los treinta años y con una ridícula, mínima, presencia de canteranos. No hacía falta que Camacho lo repitiera mil veces para que la hinchada fuera consciente de que con cruzar la línea que separa la salvación del descenso teníamos suficiente. Pero hay maneras de alcanzar ese objetivo y las escogidas por Camacho han sido siempre cortoplacistas, de apaño, de salir del paso, y no han contemplado nunca el futuro de Osasuna como primera opción. Aunque quizás sea injusto escribirlo, parece que ha pensado más en él que en el equipo. Y dicho esto, también habrá que dejar claro que a Camacho no le han echado ni presuntas intoxicaciones políticas, ni su pasión por la Selección española (¿qué aficionado al fútbol no se apasiona con esos futbolistas...?), ni ese reducido grupo al que posiblemente le pitaban los oídos cuando cantaba los goles de España en televisión. Esa era una batalla entre él y ellos. A Camacho, como a todos los entrenadores, le han sepultado los resultados y, en este tramo último, una incapacidad para conectar con los aficionados, para vender osasunismo, para entregar ilusión. Incluso los menos críticos, los más pacientes, terminaron por sumarse al coro de las protestas porque observaban que su equipo entraba en una senda en la que no adivinaban la vuelta atrás o, mejor dicho, un horizonte despejado. Patxi Izco ha aguantado esta situación porque en este club pesa todo: lo deportivo, lo económico, lo humano y hasta la historia. Y con serenidad y paciencia, nos ha ido bien: ahí están los datos para certificarlo. Y el presidente, muy presionado, ha tratado de aplicar la receta hasta que le ha rendido la evidencia y las derrotas. Tampoco creo que lo haya hecho para salvarse él, porque hoy no se va a retractar ni de sus decisiones ni de su compromiso con el entrenador. Hoy, Osasuna pasa página. Camacho se puede ir tranquilo: deja al equipo en Primera División... aunque en una situación de mínimos. Como su etapa en Osasuna.