PAMPLONA. Ayer, frente a un Athletic ramplón y previsible, herido en el número de efectivos por la expulsión de un jugador, fue incapaz de administrar el gol de ventaja que tenía en su marcador y permitió una voltereta dolorosa. La acción definitiva del encuentro volvió a ser un grave fallo defensivo, en el que Ricardo tuvo su parte de protagonismo. En esta ocasión, el meta de Osasuna abandonó la portería para mediar en una jugada embarullada entre Muniáin y Nelson. El delantero de la Chantrea, que empujó al lateral para limpiarse el camino de obstáculos, fue el más hábil al salir indemne del choque entre defensa y portero y marcar a puerta vacía. El Athletic, que ofreció su mejor imagen a partir de quedarse con un hombre menos, se aprovechó de este nuevo regalo increíble de Osasuna, que envenena la confianza en el equipo e incrementa los problemas en la clasificación.

Osasuna perdió esta vez protagonizando el peor guión posible: en el último minuto, por un fallo imperdonable que engrosa la lista última de horrores, con Muniáin -el futbolista de aquí demonizado por la grada por sus envalentonadas declaraciones juveniles- como maestro final de ceremonias, sufriendo una nueva remontada. Si Osasuna no es capaz de romper el argumento de los tres últimos encuentros en forma de fallos defensivos, concesiones, vulnerabilidad, la permanencia en Primera comienza a peligrar. Quedan seis encuentros y, más que el calendario, resulta poco tranquilizador este empeño de reedición de errores, de ausencia de carácter para oponer una mayor resistencia a la hora de cuidar el marcador y de falta de ciencia para comprender las necesidades de cada momento del encuentro. Y en esto, la responsabilidad es compartida entre jugadores y entrenador.

Osasuna y Athletic ofrecieron de entrada sensaciones muy alejadas de las de un derbi cualquiera y el primer tiempo resultó demasiadoplano, muy aburrido, con una iniciativa superior por parte de Osasuna que se fue diluyendo con el paso de los minutos ante el antídoto de juego en largo que propuso el Athletic. Sobre Llorente y Toquero volaron un montón de balones, sin peligro añadido porque no hubo segundas jugadas, ni ayudas de los hombres de la banda. Muniáin no pasó de ser un futbolista revoltoso, cuestión que fue suficiente para incomodar a los zagueros.

Los rojillos mezclaron un aceptable juego combinativo con otras acciones sin burocracia y mantuvieron las incursiones por las bandas como principal método. Abundaron los balones sobre el área, pero se careció de remate ante una defensa bien plantada y sin apuros. Solo hubo un lanzamiento entre los tres palos y fue obra de Pandiani, con el pie, muy flojo. Camuñas, Cejudo en menor medida pero con las ideas siempre claras, fueron los principales argumentos de Osasuna en un primer tiempo fofo.

Ni por asomo se suponía un segundo acto tan accidentado. Sola, gris como todo el equipo, apareció en una jugada extraña a los cinco minutos de la reanudación y zanjó como artillero ágil un balón sin dueño en el área. Un instante después, la pelota se marchó al poste de Iraizoz y sobre el mismo tramo Castillo enfiló hacia los vestuarios tras ver la segunda amarilla. Nada más podía pedir Osasuna en este escenario idílico, un gol de más y un rival de menos, un libro de ruta previsible en el Athletic y tiempo y superioridad numérica para administrar la ventaja.

La peor imagen de Osasuna surgió entonces. El equipo de Mendilibar permitió que un ariete reputado como Llorente, intercalado entre los centrales, rematara sin oposición en el área. El empate hizo emerger a un Athletic confiado en sus posibilidades y bloqueó a Osasuna, que no supo abordar la disputa de los últimos quince minutos con solvencia, con un plan y, necesariamente, con un punto de sensatez. Osasuna volvió a perder el sitio al encuentro y a su rival, cayó en una serie de riesgos innecesarios y pagó un alto peaje por esta falta de sosiego. A Sergio le pillaron a contrapié y vio la segunda tarjeta amarilla, y Nelson -proclive a las andazas fuera de su sitio- también le cogió desprevenido Muniáin para armar en su correría la jugada del segundo gol. El Athletic tiró dos veces entre los tres palos y marcó dos goles. Osasuna perdió la cabeza. Se dejó ir, como el resultado.