PAMPLONA. Frente a uno de los contrincantes más cualificados de la Liga -aunque su entrenador apuesta algunos días por no reivindicarlo con sus decisiones-, Osasuna dio la cara siempre, puso sobre el césped todo lo que tiene y fabricó méritos suficientes para llevarse la victoria. Como los resultados en el fútbol no suelen coincidir muchas veces con la suma de méritos, el final del partido resultó de una tensión casi insoportable.

Osasuna se llevó los tres puntos con justicia y gracias a un gol afortunado, en el que un rebote redirigió el lanzamiento de Cejudo para acabar en el foto de la portería de Guaita. El equipo de Mendilibar, al menos, fue capaz de pulsar las cualidades del portero rival en unas cuantas oportunidades porque el Valencia, ayer timorato, ramplón y cómodo con el empate, sólo acertó a engatillar hacia Ricardo en una sola oportunidad y la tentativa excepcional ni siquiera requirió del meta un esfuerzo serio. Osasuna se sintió como ganador de una final, de la primera de las cinco que le quedaban desde el momento que cayó en los puestos de descenso, y ahora que ha sido capaz de cambiar el paso de un pésima racha de derrotas no ha hecho sino descubrir que no hay rival directo que se haya dado por vencido, y que este sprint de cinco encuentros iniciado ayer puede dejar por el camino a quien no tenga fuerzas, profundidad de recursos ni temple ante la presión.

Sabedor de lo que se le viene encima -con otros resultados de la jornada aún retumbando-, Osasuna salió al campo como correspondía a las circunstancias y durante media hora se comió al Valencia. Recién puesto el pie en el campo, su dominio fue abrumador, suministró decenas de balones a posiciones de peligro, desbordó con tesón por las bandas -preferentemente por la zona de administración de Cejudo- y también creó dos oportunidades clarísimas de gol. Una de ellas fue protagonizada por Lolo, con un remate de cabeza en un córner que se quitó de encima Guaita con una intervención felina, y la otra firmada por Camuñas -ayer con la chispa que siempre se espera de él-, que hizo valer su condición de segundo delantero para saltar entre los centrales y retar en soledad de nuevo al meta del Valencia, que ganó el duelo esta vez en un disparo por bajo.

Osasuna bajó el ritmo de su trituradora mediado el primer tiempo porque no hay máquina que aguante el desgaste ni ánimo que no se resienta si no llega el gol tras un trabajo mejor. El Valencia, muy pendiente de su organización defensiva -el asunto principal del planteamiento de Emery-, comenzó a estirarse un poquito gracias al buen juego de apoyos por los carriles que favorece su amplia nómina de futbolistas con clase. No hubo ocasiones claras para el Valencia, pero el partido se marchó hacia latitudes más borrascosas para los rojillos. La tenacidad de Osasuna no explotaba en los últimos metros, ahí donde se deciden los encuentros, mientras que el Valencia sí evidenciaba unas condiciones inquietantes para la construcción de peligro. El dominio en el centro del campo, donde Topal y Albelda no cedían ni un metro ni toleraban cualquier veleidad que acabara en peligro, también permitió al equipo de Emery gestionar los últimos instantes antes del descanso de forma menos tensa que en el inicio fulgurante de los rojillos.

Osasuna estaba obligado a darle una vuelta a su pericia en el último tercio del campo si quería mostrar algo más que el caudal de buenas intenciones que hasta entonces había expuesto. El Valencia, por su parte, no parecía dispuesto a moverse de su bastión más allá de algunas correrías coyunturales, no muy planificadas, aunque su retorno al encuentro aparentó mostrar un mayor interés por conocer de cerca a Ricardo.

El Sadar rugió cuando Puñal se lanzó a por un balón perdido con desgana por Topal y mantuvo la respiración en el cruce de diagonales que dibujó el disparo de Cejudo y el rechace sobre Stankevicius. Osasuna marcó su gol con fortuna -la misma muy esquiva de otras tardes- y cambió absolutamente el escenario del partido. El Valencia cambió jugadores y recompuso su dibujo buscando el empate que había llegado a buscar y Osasuna, a quien se le recuerda con frecuencia su veteranía, tiró de la experiencia para gestionar un final de partido remando a favor del marcador, incomodando a su rival, rompiendo cada jugada o dirigiendo el esférico al lugar conveniente. Todos los jugadores dieron la cara. Es dar el primer paso. Uno.