hay días en los que pienso que esto que le pasa periódicamente a Osasuna -lo de dejar la resolución de toda una temporada para la última jornada- no es casual; que como el equipo tiene tan complicado el pelear por un título de relumbrón en un único e inolvidable partido, fabrica sus propias finales, esas en las que se ventila a cara o cruz el premio de continuar en Primera división. Bien interpretado, hay pocas diferencias: la afición volcada en masa, estadio lleno a reventar de aficionados, ambiente colorista, proclamación de sentimiento rojillo durante los días previos, declaraciones llamando a la unidad y al combate, y, afortunadamente, celebración y fiesta. ¿A que no es tan distinto? En las últimas décadas, El Sadar ha conocido alguno de estos acontecimientos: en 1983 frente al Barcelona de Maradona; en 1987, en el dramático play-off frente al Racing; en 2009 ante todo un Real Madrid. Y podríamos añadir los angustiosos partidos en Anoeta (2001) y El Sardinero (2008), además del postrero encuentro que dio la clasificación para la previa de la Champions ante el Valencia (2006). La historia reciente sopla a favor y Osasuna parece estar cómodo en esa tesitura albardada de cuentas, probabilidades y rumores. A César Luis Menotti, exseleccionador argentino y ex entrenador del Barcelona, le atribuyen esa frase que apunta a que "Osasuna es el equipo que mejor hace lo que sabe hacer". Y en estos compromisos de último minuto los rojillos saben mantenerse a flote como casi ninguno. Es como si ese afán de supervivencia formara ya parte del ADN osasunista o del tinte de la camiseta roja. También está escrito que "Osasuna no celebra títulos, sino ascensos y permanencias". Así ha sido hasta hoy. Todo esto, sin embargo, nos conduce a una contradicción. El aficionado añora disfrutar de temporadas tranquilas en las que su equipo no ande metido permanentemente en líos. Pero tenemos ejemplos cercanos de años en los que la regularidad en la clasificación provoca atonía y alejamiento del estadio; por contra, las situaciones agónicas renuevan el osasunismo, cierran filas y dejan pequeñas las gradas. ¿Con qué nos quedamos? El aficionado al fútbol es un tipo insatisfecho: siempre entiende que su equipo puede hacer más. Yo lo que creo es que Osasuna debe tratar de hacerlo mejor. Desde la base hasta la elección de los jugadores que integren la plantilla profesional. Porque todos los años son para Osasuna una final en la que defiende el único título que da prestigio: ser equipo de Primera. Y eso nunca puede quedar al albur de la casualidad.
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