oSASUNA seguirá otro año más en Primera División. Objetivo cumplido, que no es poco para un equipo de presupuesto corto como el club rojillo. Y lo hizo en un partido de cierto trámite porque mientras un equipo, Osasuna, se jugaba todo, y así lo procuró demostrar hasta lograr el gol, el Villarreal se limitó a cumplir con el expediente. En ningún momento la afición ni el conjunto navarro vieron peligrar la permanencia.
Osasuna tenía un guión predeterminado y no se desvió en ningún momento de él. Salió a por el rival, a por el partido, desde el primer minuto y eso obligó al Villarreal a asumir su papel, también predeterminado, de protagonista secundario. Éste tocaba y tocaba bien la pelota cuando la tenía entre la defensa y su centro del campo, gustándose, pero la perdía siempre en los tres cuartos, porque jugó sin intensidad, sin profundizar, sin apretar, relajado y muy tranquilo, asumiendo que ayer no se jugaba nada relevante y que no iba a arriesgar nada. Por ello, no se acercó nada a la puerta rojilla. La única ocasión que puso en apuros a Ricardo fue en dos acciones de Rossi regaladas por la zaga navarra y mal administradas por el delantero amarillo. Esa apatía y falta de agresividad en el rival favoreció claramente los intereses de la escuadra osasunista, que a pesar de que le costó tener la posesión del balón y estar un poco más fino en sus pases, al final consiguió arrinconar al contrario a base de latigazos futbolísticos, de corazón, de entrega y de una presión más constante, enviando buenos balones al área. Cejudo, en un gran disparo desde fuera del área, llevó la justicia al marcador tres minutos antes del descanso y con ello la tranquilidad al equipo y a la afición, que empezó a vivir una fiesta total y claramente presanferminera. El segundo tiempo sobró por completo porque ningún equipo luchó realmente por variar más el marcador y la prueba fue que no tiraron a puerta con intención de marcar durante todos esos 45 minutos. Osasuna jugaba a favor de corriente y el Villarreal no estuvo por la labor de amargar a nadie la gran fiesta que se estaba viviendo en el estadio navarro.
Osasuna culminó de esta forma una temporada irregular, con cambió de técnico, y que será necesario analizar con más detenimiento para no repetir errores y poder disfrutar el próximo curso de una campaña más tranquila, más normalizada y más regular, porque tampoco es cuestión de que los aficionados rojillos estén siempre apretándose el corazón por tanto sobresalto y sufrimiento.
Mendilibar, desde que cogió el equipo, ha demostrado que sabe motivar y que tiene conocimientos y armas para hacer jugar a este grupo humano. Ha sumado 25 puntos en 15 partidos y supo romper con la dinámica negativa en la que había entrado el equipo de la mano de Camacho. Ése es su éxito y el de todo Osasuna. Mendilibar conoce ahora desde dentro, las deficiencias, las limitaciones y las virtudes del grupo que dirige, y esa será la principal base para trabajar en la planificación del próximo año. Es por ello, por lo que se puede ser optimista sobre el futuro del primer equipo rojillo.