lOS síntomas son claros: a Osasuna se le inflaman los empates. Le pasa cada quince días, aproximadamente. Los empates son esos ganglios que salen entre victorias y derrotas: avisan de que algo ocurre. En el caso de Osasuna, la manifestación más visible es una especie de virus paralizante que afecta al equipos lejos de Pamplona; se encoge, se achica, se mete atrás y no reacciona hasta que le pinchan la vena del orgullo. Y entonces le brota la sangre. Reacciona el grupo y expone todo lo que ha estado reservando en cuarentena durante una hora larga. Con ese poquito de estímulo le da para sobreponerse y no perder. Y así vamos. ¿Pero es bueno o es malo esta especie de síndrome? Pues hay que contemplarlo como quien ve la botella medio llena o medio vacía. Por ejemplo, para Mariano García Remón, entrenador titulado de fútbol pero indocumentado comentarista de televisión, debe ser dañino. "Osasuna solo ha ganado un partido fuera de casa", repitió ayer hasta aburrir. Claro, pero de trece encuentros como visitante solo ha perdido cuatro. Y eso demuestra lo que demuestra: que Mendilibar tiene un sistema defensivo muy bien armado, con un portero que es un seguro de vida, pero que carece de recursos y de alternativas para sorprender en ataque. Ayer mismo, cada pasito atrás de Nino para dar aire a la salida del balón dejaba desierto el espacio a su espalda. De hecho, el delantero rojillo no llegó a rematar a puerta en toda la tarde, y fueron los defensas (Roversio y Damiá) y el omnipresente Raúl García la única preocupación de la temerosa zaga zaragocista. Es que incluso las laterales estuvieron muy por encima de los exteriores, con un Marc Bertrán que intentaba profundizar más que un apagado Cejudo y con un Damiá que realizó una primera parte de lo mejor que ha exhibido en Osasuna. Con las defensas a pleno rendimiento, no es extraña esa sintomatología, manifestada en la cifra de ocho empates como visitante. Algo nada despreciable mientras El Sadar continúe siendo el templo de la asepsia. ¿Que habría que arriesgar más si Osasuna quiere meter la cabeza en Europa...? A veces no se sabe si es peor el remedio que la enfermedad. Pero sería aconsejable que el paciente optimizara la velocidad de sus exteriores como tratamiento más urgente para meter en apuros al rival; y sacar algo más de rentabilidad de los lanzamientos de falta, visto que ayer con dos saques de esquina podía haber arreglado el partido. Una pena, porque la mayoría de estos empates a domicilio, repasado el desarrollo del juego y de las oportunidades de cada equipo, daban para más de un punto. Examinado todo lo anterior, el diagnóstico es claro: Osasuna sufre (aunque quizá el término no hace justicia al puesto que ocupa en la clasificación) de empatitis crónica. El tratamiento queda a observación del entrenador. En cuanto a lo del Zaragoza: no tiene remedio. Lo de una parte de su hinchada, tampoco.
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