Osasuna no es esta temporada un equipo de alegrías plenas. Acostumbrado a la mediocridad y a las malas noticias, sólo puede dar medias dosis de satisfacción. Ayer fue un partido para la esperanza y para la reconciliación, pero, una vez más, le faltó el gol para escapar del pesimismo y de los fantasmas de descenso.

Logró un reconfortante empate, pero insuficiente para librar la maldita e inesperada batalla en la que está metido. Sumó un punto que le deja prácticamente igual clasificatoriamente hablando, puesto que el descenso lo sigue teniendo a un partido de distancia. Lo extraño es que aún no se haya metido de lleno en el pozo después de llevar nueve encuentros sin ganar y habiendo sumado 2 de 27 puntos posibles.

Dicho esto, lo positivo de ayer fue que por fin este Osasuna de Mateo envió un mensaje claro de mejoría a la sufrida afición rojilla.

Con eso hay que quedarse, porque lo anormal de ayer fue que Osasuna no se reencontrase con una victoria, ya la mereció al ser claramente superior a su rival.

Se notó desde el primer minuto que Osasuna jugaba con otro estilo, con otro fútbol, que no era el de anteriores tardes. Salió desde el pitido inicial a por el partido, bien plantado, con intensidad y agresividad, convencido del triunfo. La gran diferencia con respecto a encuentros anteriores, es que en esta ocasión no se fue apagando poco a poco, sino que fue mejorando en actitud y en fútbol, haciendo una segunda parte en la que se comió literalmente a un Sporting que, no hay que olvidar, está situado en puestos de ascenso y no ha cedido más que dos derrotas en toda la Liga. Tuvo a su disposición hasta una decena de ocasiones claras de gol debido a la mejoría experimentada en todas sus líneas y sobre todo al buen trabajo realizado en las bandas por Cedrick y Sisi, verdaderos motores del equipo. Al Sporting, ante tal avalancha de jugadas de ataque, no le quedó más remedio que ajustar sus líneas atrás y encomendarse a su portero, Alberto, que le salvó de la quema.

Sin embargo, a este Osasuna no le que otra que no asentarse en la alabanza fácil. Su precaria situación clasificatoria sólo le permite trabajar en asentar su mejoría y en corregir los errores importantes detectados. Porque a pesar de hacer ayer uno de los mejores partidos de este curso, sería iluso no decir que aún le quedan cosas muy relevantes que arreglar. En este sentido, Osasuna no puede dormirse en sus laureles pensando que ha resuelto definitivamente sus desajustes defensivos. Hubo momentos, sobre todo en el primer tiempo, en los que la zaga rojilla estuvo nerviosa, desajustada y con errores de libro, que le hicieron pasar graves apuros en algunos contragolpes rápidos del Sporting. En ocasiones se vieron las limitaciones de Oier y Loties, acusando sus prolongadas bajas por lesión.

También en el debe hay que apuntar las continuas y repetitivas imprecisiones en pases y centros, con entregas constantes al rival, provocando situaciones de peligro que no supo aprovechar el Sporting.

Y como defecto principal ahí sigue estando la falta de gol. Llevar nueve partidos con solo dos goles de penalti lo dice casi todo. La esperanza está en que ayer sí hubo llegadas y ocasiones claras. Ese es el camino, pero habrá que afinar la puntería. En definitiva, Osasuna encuentra su buena ruta, pero sigue precisando una mejoría en todas sus líneas, sobre todo en ataque porque el tiempo se acaba y la permanencia se consigue con victorias.