pamplona - Como suele ser habitual desde la llegada de Arrasate, Osasuna, sea cual sea el resultado, estaba dispuesto a terminar el partido en el área rival y ayer, con el marcador escociendo desde hace más de una hora, tocaba apretar también en el último suspiro. Y así, en el tiempo de descuento, Roberto Torres brindó un final de locura a una afición entregada que ya empieza a notar el cosquilleo de una temporada que pinta campaña grande.

El Numancia, un equipo con un alto tono de competitividad y generosidad para el despliegue, no acertó a defender la última jugada y Roberto Torres transformó en regalo envenenado el balón entregado por Juan Villar en el borde del área. Un fiasco para el equipo soriano y una algarabía para los miles de seguidores rojillos metidos en la caja de Los Pajaritos.

Osasuna se llevó un punto en la prolongación que le sirve para mantenerse en la zona alta de la clasificación, aspirando sin reparos al ascenso directo, y recogiendo de nuevo muchas buenas sensaciones. Los rojillos fueron mejores en el primer tiempo, ofrecieron un juego superior y crearon ocasiones de gol como para haber finiquitado el partido, pero el Numancia, en su única acción de remate entre los tres palos -fueron dos los disparos consecutivos de Diamanka-, firmó su gol. Por la determinación para mantenerse firme en el partido, por la capacidad para generar oportunidades como para haber volteado el marcador, Osasuna hizo méritos suficientes para haber zanjado el encuentro. Con menos brillantez en la segunda mitad, con menos chispa para crear peligro, con un posicionamiento más largo, más cómodo para el rival, el equipo de Arrasate tiró de una actitud intachable para mantenerse en el choque y, en los minutos finales, se llevó un punto. Con el corazón en un puño, apretando los dientes, el desenlace feliz del partido multiplica las dosis de confianza del grupo y también reafirma la fe en las propias posibilidades. Nada cambia, todo sigue su curso. También todo el mundo aprieta.

Tras haber ofrecido la mejor imagen de la temporada en el anterior encuentro fuera de casa, en Gijón, los rojillos vivieron un partido que nada fácil de digerir, en el que les pusieron a prueba sus convicciones y también su motor. Osasuna se fue al descanso con el peor problema por resolver. Con más ocasiones en el balance, también con mejor juego, el Numancia rompió la tarde por el acierto en una jugada a balón parado. Una de las escasas oportunidades en las que se habían acercado por el área de Rubén había sido suficiente para marcar. Un doble remate de Diamanka, el segundo con el premio del gol, le estaba colocando al equipo de Arrasate en un posición más que incómoda.

Esta incomodidad no tenía que ver con su actitud ante el partido. Dominador desde el principio, con dos ocasiones claras antes del gol del equipo soriano, esta circunstancia en contra no influyó negativamente para nada y, al contrario, el estadio de Los Pajaritos vio a un Osasuna triturador pero, sin el acierto final del gol.

Juan Villar, Roberto Torres con un disparo al poste, una nueva acción del centrocampista que terminó en otra oportunidad previa mano en el área -penalti reclamado-, y otra acción del delantero, pedida como gol porque el balón entró según los rojillos, fueron un número de argumentos suficiente para ir ganando. Dominador pero sin gol, con cara de circunstancias, así se marchó Osasuna al descanso para buscar algún remedio que nada tenía que ver con la predisposición y juego de los futbolistas.

A Arrasate le tocó hacer más largo al equipo, buscando todavía menos transiciones en pos de la portería rival, y el partido se le puso cómodo para el Numancia. Un Osasuna abnegado y esforzado no encontraba los caminos hacia la portería rival, mientras los locales, tampoco especialmente activos a la hora de conjurarse para sentenciar el partido -no dispararon entre los tres palos en este acto-, sí encontraban espacios para soltarse cualquier presión. Las carreras sin control de Yeboah fueron su arma.

Los cambios en Osasuna buscaron un perfil más ofensivo, pero el encuentro no ganaba en emoción ni en producción de peligro. El primer remate entre los tres palos de la segunda mitad lo firmó Nacho Vidal a ocho minutos del 90. Por eso, el gol de Roberto Torres en el 94, su milimétrico disparo cruzado al fondo de la portería, puso a Osasuna patas arriba. La guinda de la fiesta en la grada.