pamplona - Osasuna sigue como un cohete y, lanzado como está y no oculta a por el ascenso directo, volvió a ganar en su estadio el undécimo partido consecutivo demostrando esta vez contundencia, no su juego eléctrico. El estilo particular del visitante de ayer, el Rayo Majadahonda, también favoreció la excelencia y amplitud del resultado. Equipo ambicioso, con un plan de acción incluso temerario, le concedió a Osasuna un par de acciones con tal grado de fatalidad que le liquidaron como oponente.

El equipo de Arrasate ha implantado unas normas en El Sadar y debe darse por completada la labor de recuperación del buen nombre del estadio como terreno hostil futbolísticamente hablando. Poseedor de varios registros, casi siempre con una interpretación correcta del juego, Osasuna superó sin dudas los momentos menos claros ante el Majadahonda y después sacó a relucir su mazo. Tres goles recogió el pamplonés Ander Cantero de la portería de su equipo, que estuvieron a punto de ser más por la sobre exposición al riesgo y las maneras suicidas con las que se maneja el conjunto de Iriondo.

La liturgia de la victoria en El Sadar requirió ayer un poco más de paciencia hasta que todo saltara por los aires con el marcador más amplio del curso. A Osasuna se le planteaba un partido cuando menos peculiar porque el estilo del Rayo Majadahonda, quizás excesivo para un equipo de su altura, es de los que se atraganta por lo menos durante un rato. Acostumbrado a tener sin fin la pelota, a amasar cada jugada con decenas de pases, a sostener como uno de sus argumentos un ritmo ralentizado y desesperante, el conjunto madrileño se convirtió durante muchos minutos de la primera parte en un auténtica pesadez, un equipo magma con el que Osasuna lo mismo chocaba, que resbalaba o se hundía y quedaba engullido.

El conjunto madrileño, incluso, en su momento más brillante, llegó a fabricar una jugada de gol. Sergio Herrera, una de las novedades del encuentro de ayer, resolvió pasados los veinte minutos la única ocasión de los visitantes. Con el Majadahonda con el balón, que no creando peligro, con Osasuna insistente y rozando el susto a pocos metros de la portería rival, el primer tiempo se fue liquidando con una pinta anodina y aburrida, alejada de las estampidas de otras tardes, con un contrincante que fue también mejor.

Altivo en sus ademanes e intenciones, el Rayo Majadahonda estaba jugando con sus propios nervios, caminando por el alambre en varias acciones muy cerca de su área, mareando el balón en situaciones imposibles de las que no se saca nada bueno. En una de esas, Osasuna robó el balón en el borde del área y Roberto Torres prendió el incendió. Un pase malicioso sobre Rober Ibáñez, un corte a lo loco de la defensa, le dejó un regalo a los pies de Juan Villar que, en el primer disparo a puerta de los rojillos no falló. Aún Osasuna estuvo a punto de rematar a su rival, con el plan desmontado, en una acción sobre el tiempo reglamentario que obligó a un paradón de Ander Cantero.

El visitante de El Sadar quiso demostrar que no es convidado de piedra por mucho que se le presente mal la tarde y salió con otra marcha tras el paso por los vestuarios. Fueron unos minutos de vértigo, los dos equipos lanzados, porque a Osasuna le va la marcha también respaldado por un gran tono físico. Los rojillos, que fueron entonces los protagonistas, mejoraron también con el paso de Oier al centro del campo tras sus minutos en el lateral derecho. Roberto Torres anunció pronto que la cosa no iba a quedar así con un disparo cruzado, pero le correspondió a un central sembrar la tranquilidad. Unai García se metió en el área para un córner y, en la segunda oleada, tras otro centro desde la banda, se comportó como ariete con temple, se quitó a un defensa de delante con un quiebro y marcó de zambombazo imparable.

Aunque el Rayo Majadahonda siguió con su atrevimiento, Osasuna fue durante toda la segunda parte el dueño del partido. Dispuso de varias oportunidades y a partir de un robo en el centro del campo -obra de David García- le llegó el premio del tercer gol obra de Brandon, tras un mano a mano bien resuelto con el portero navarro del conjunto madrileño. Goles de todas las gamas y de todos los gustos. También un aire evidente de solvencia, de saber lo que se tiene entre manos.

Ganar en El Sadar es liturgia, inercia. Esa fuerza que dispara a Osasuna como un cohete hacia lo más alto.