Lejos de la actitud hiperbólica de Chimy, Osasuna es un equipo metódico y tenaz. El delantero conserva esa parte de juego descarnado, de colmillo afilado, de carreras imposibles y de reto permanente, de “nos vemos fuera”, tan pegado a sus orígenes cancheros. Ese carácter a veces rompe el molde que ha confeccionado Arrasate y en el que el juego en equipo prima por encima de las individualidades; un grupo de sentimiento positivo y al que no descompone un gol en contra en el minuto 4 ni le desorganiza unos últimos diez minutos en los que hay que conservar el resultado. Observen sino al propio entrenador cómo fue moviendo las piezas para rellenar el medio campo y poner más consistencia donde ya en la segunda parte había levantado unos muros sólidos para frenar al Villarreal. Por eso, cuando Chimy corre con la pelota como si estuviera en el patio del colegio y fuera solo de su propiedad, o cuando no se sabe bien por qué pero pega un pelotazo al aire, o reclama con insistencia que le den el pase a él para ejecutar el remate, en esa sobre actuación es como si al entrenador y al propio equipo se le revelara un elemento dispuesto a hacer la guerra por su cuenta. Lo cierto es que ayer Chimy estaba para que lo cambiaran en el descanso y le dieran una ducha fría. La percepción exterior de esa sobreexcitación se confirmó cuando no acertó a resolver el mano a mano con Asenjo que hubiera puesto por delante a Osasuna. En medio de esa anarquía en la que el 9 chapotea a sus anchas, sus compañeros desplegaron una red que cazaba todos los balones, buscaron la creatividad de Mérida, movieron el balón a uno o dos toques y sacaron del partido a un Villarreal que durante la primera parte sembró el pánico cada vez que montaba un contragolpe o atacaba una acción a balón parado. Había sobre el campo tras el descanso una autoridad de los rojillos, una ambición y un carácter que acompañaron en todo momento de un exquisito manejo de la pelota. Por momentos, entre triangulaciones, pases de espalda y de tacón (acciones que ya intentaron con mérito en la primera mitad) transmitían también un empeño de reivindicarse como futbolistas de mérito, de gente que viene de Segunda pero que trata con gusto la pelota, que no son unos tuercebotas que lo resuelven todo con los balones largos y carreras marca de la casa, sino que pueden ganar a un potente Villarreal poniéndose por momentos a su altura futbolística, la que, por otro lado, ya han exhibido en algunos partidos de este Campeonato. Un toque de clase pero sin desprenderse del buzo. Quizá por eso, por acompañar el buen fútbol con la insistencia y con un derroche físico, a Chimy le llegó su momento, ese que viene persiguiendo sin desmayo desde la segunda jornada y que los porteros, los postes y su propia precipitación le habían negado. En una noche de goles argentinos, el delantero cazó un rechace y la pelota esta vez encontró la dirección adecuada. En medio del trazo recto y el buen orden, el fútbol de guerrillas emergía para generar una explosión, provocar el entusiasmo en la grada y recompensar el esfuerzo de un Osasuna perseverante que aún pudo marcar un tercer gol por ese empeño de jugar siempre lejos de su portería. Dos años y medio después, Osasuna gana un partido de Primera en El Sadar. Y sigue prolongando su condición de local invicto. Y a Chimy le quedan muchas balas...