Pasaba la manecilla del reloj de las siete y veinticinco de la tarde y la gente seguía en el estadio. Solo aquellos que intentaban evitar los atascos de coches o quienes tenían una cita urgente abandonaron su localidad en la grada. El árbitro tampoco amagaba con poner fin al partido pese a que hacía un buen rato se había rebasado el minuto 45. Parecía que se le hubiera parado el cronómetro. Los incidentes desencadenados en el minuto 85 no daban para tanto. En el minuto 13 de la prolongación, el lateral derecho Julián Hierro marcaba el tercer gol de Osasuna, el que le daría la victoria y los puntos. "¡La hora, la hora!", gritaban entonces los más impacientes. Y el colegiado continuaba a lo suyo, ajeno al griterío. Eran más de las siete y media cuando llegó el final tras estirar 17 minutos la segunda parte. "No sé el tiempo que he descontado. En cada interrupción del juego paro el cronómetro. Siempre me guío por él", explicó el gallego Barbosa Álvarez a los periodistas cuando abandonaba El Sadar.

Aquel Osasuna-Valladolid de la tercera jornada de la temporada 1977-78 no es, sin embargo, el más largo en el que se ha enredado el equipo en un torneo de liga: el 6 de junio de 1971, en un encuentro en Andorra (Teruel) frente al Calvo Sotelo, con el ascenso a Segunda en juego, la larga secuencia de incidentes empujaron al colegiado a añadir 8 minutos en la primera parte y 13 en la segunda: en total, 21 minutos de extra.

Lo que sucedió el 18 de septiembre de 1977 en Pamplona no resultaba casual en los enfrentamientos entre Osasuna y Valladolid en aquella década. "Parece que el Valladolid trae el escándalo cada vez que visita El Sadar", escribía el periodista Manolo Frías en El Pensamiento Navarro. En su artículo rememoraba lo sucedido en mayo de 1971, un partido que en Pamplona se preparó con tintes de emboscada y cuyo colofón lo pusieron dos jugadores pucelanos declarando en comisaría por los incidentes registrados en el túnel de vestuarios al final del choque.

El portero Manuel López Llacer, que jugó en el cuadro castellano entre 1970 y 1981, recordaba esta semana en Radio Valladolid el ambiente que envolvía aquellos duelos. "La afición de Osasuna conmigo se pasaba un pelín, pero a mí me iba la marcha. Ahora bien, es una afición de diez: ¡cómo animaban a su equipo!". El guardameta también desveló que en alguna de aquellas conflictivas visitas tuvieron que salir del estadio en los vehículos de los jugadores de Osasuna. "Yo con Iriguíbel no me hablaba, pero era un delantero que iba siempre de cara. Él me sacó con su coche del campo€".

Llacer fue uno de los protagonistas de los incidentes registrados en 1977. Algunas crónicas le señalan como el jugador que los desencadenó al salir a atrapar el balón con la pierna en alto y propinar un golpe en el pecho al defensa rojillo Torito Torán, que cayó fulminado. Su compañero Julián Serrano quiso tomarse la justicia por su mano y propinó una patada al portero. A esta patada respondió el visitante Palacios con otra contra el delantero osasunista. Tras la tangana, e informado por un juez de línea, Barbosa expulsó a los dos jugadores de campo. Desde la grada, un desalmado lanzó una botella de coñac que se hizo trizas al impactar con el larguero de la portería que defendía el Valladolid. El jaleo no duró más de siete minutos, tirando por alto, según estimaba la prensa local.

Con esa intensidad añadida se desarrolló el interminable tramo final. En ese espacio de tiempo el bilbaíno Julián Hierro marcó (de disparo desde fuera del área) su único gol en 26 partidos de Liga con Osasuna. Luego continuó el otro partido, el de las declaraciones. Paquito, entrenador visitante, no puso paños calientes: "Parecía que el árbitro estaba esperando el momento que marcara gol Osasuna". Su colega, Javier García Verdugo, improvisaba una excusa: "Es el árbitro el que lleva la hora". Llacer, que no se mordía la lengua, fue más concluyente: "Nos ha ganado el partido un señor de negro que es un atracador".

La prórroga, como se decía entonces, "resultó desmesurada, por mucho que atendiera (el árbitro) a su cronómetro", asumía un periódico local. Para la Hoja del Lunes, aquella propina de minutos era "incomprensible".

¿Tan mal actuó el colegiado? Javier Hernández resumía así su actuación en la crónica de El Pensamiento Navarro: "Su labor pasó de lo casero, a lo contemporizador, a lo malo para acabar en lo insólito. Fue un curioso recorrido". Y muy largo. Casi interminable...