En un encuentro inolvidable y emocionante, porque ya tiene asignados todos los calificativos que se quieran, Osasuna subió el último peldaño de la escalera y se clasificó para la final de Copa. Un acontecimiento histórico para este club centenario y con arraigo, que se siente feliz y gigante, enorme como la pasión que empuja a su hinchada durante decenios y que le hizo sufrir y soñar en San Mamés. El equipo de Arrasate dibujó otra página para enmarcar superando al Athletic en un partido tosco, difícil y con sus tintes dramáticos, y saca los billetes para la segunda final de su historia, en la que espera uno de los dos grandes, en donde ya se sabe que tocará una gesta.
Osasuna hizo de la resistencia el argumento principal ante el Athletic, porque no hizo un buen encuentro y, al contrario, estuvo muchos minutos sumido en un preocupante atasco. Con la soga al cuello, esperando que el conjunto vizcaíno apretara el nudo, los rojillos estuvieron cerca de quedarse sin aire por el empuje de su rival en los mejores minutos. Sergio Herrera mantuvo a su equipo con vida a su equipo con intervenciones de mérito, nada nuevo entre los protagonistas llamados a la pelea. Pero el que no aparecía en la lista de invitados principales era Pablo Ibáñez. El centrocampista, que ha pasado de actor secundario a futbolista pujante y de interés, saltó al campo con la prórroga muy avanzada y, cuando sólo quedaban cuatro minutos para llegar al 120, conectó un golpeo de ensueño en un centro de Moncayola para llevar el empate al marcador, impedir los penaltis y firmar la clasificación.
A pesar de las dificultades, Osasuna nunca estuvo fuera de la final. Sufrió, que es lo que tocaba, no ofreció una imagen excelente, quizás atenazado por el empuje de su rival, por los nervios, por las precauciones. También salió beneficiado de las imprecisiones de su rival, que mandó a la grada ocasiones clarísimas, inconcebibles para futbolistas de primer nivel, caso de un afligido Nico Williams. Cuando el partido caminaba por el alambre, cuando se barruntaban los penaltis a la vuelta de la esquina, cuando la prórroga hizo acto de presencia, Osasuna estuvo mejor y Moncayola, al que nunca le falla el motor, gestionó una llegada por la banda derecha que vale una final con la diana de Ibáñez.
Lo mejor que le pasó a Osasuna en la primera mitad fue irse con un gol de distancia en el marcador. El Athletic se mostró un equipo mucho más decidido y, a partir de la insistencia, de la introducción de balones desde las bandas, acogotó al conjunto de Arrasate. Antes de que Iñaki Williams marcara, Sergio Herrera evitó dos acciones de gol muy claras ante los remates de Guruzeta y De Marcos. Las llegadas permanentes a cargo del Athletic acabaron por cobrarse un córner en el que Osasuna falló dos veces, primero en el toque de cabeza de Vesga y después en el posterior punterazo del mayor de los Williams, que envió a gol solo. Que Osasuna apareciera con peligro por el área del Athletic en el minuto 38, gracias a un disparo de Kike García, fue la evidencia de que algo no funcionaba, y menos con la eliminatoria ya equilibrada. Es difícil salir vivo del atasco.
Osasuna no mejoró con los cambios y el escenario del segundo tiempo no cambió. El Athletic siguió laborando y mucho por las bandas; Nico, fallando lo increíble y Sergio Herrera, poniendo orden frente a Íñigo Martínez o Raúl García.
El Athletic se deshinchó con el paso de los minutos de la prórroga y Osasuna sacó la cabeza para marcar cuando su rival estaba haciendo la lista de lanzadores de los penaltis. En el fondo, no ofreció sorpresas el partido, porque Osasuna nunca se rinde.

