Osasuna se parapetó para aguantar el chaparrón que le propinó el Barcelona desde que los rojillos se quedaron con un hombre menos por la expulsión del debutante Jorge Herrando, pero su alto nivel de competitividad, el honrado ejercicio de resistencia caminando también junto al precipicio, se precipitó al vacío con un gol en el minuto 85. Arrasate compuso un equipo peculiar, mediatizado por el relevo de futbolistas para guardar fuerzas para la final de Copa, pero más que los jugadores elegidos para la alineación, a Osasuna le pasó factura la inferioridad numérica. Demasiado ante un torbellino del líder y sus jugadores estelares.
Lastrados para mirar la portería contraria, sometidos por el empuje innegable del inminente campeón de Liga, Osasuna tuvo que brillar como equipo solidario, como grupo compacto y comprometido que fue capaz de llevar al Barcelona al límite de su potencial ofensivo. Los rojillos fueron capaces de apagar a Lewandowski, limitar a Pedri, desesperar a Ansu Fati y empujar al rincón a Dembélé, pero el caudal del Barça era demasiado potente y se desbocó por el lado de Jordi Alba. En un remate entre certero y afortunado, el lateral tumbó a un Osasuna al que le sobraron minutos y una expulsión para haberse planteado un resultado mejor. Indudablemente, alguna conclusión positiva ha debido sacar Arrasate en un encuentro con semejante talla defensiva y con un puñado de veinteañeros de la cantera en el campo. Una derrota siempre duele, pero en la tesitura del equipo, la mínima encajada en el Camp Nou llegó con alguna alegría aparejada.
Los osasunistas echaron mano de la excelencia de su portero para estar en el partido hasta ese fatídico minuto. Aitor Fernández, el mejor de Osasuna sobre el terreno de juego, se aplicó con todo tipo de intervenciones en una segunda parte excepcional, colosal, de cancerbero de primer nivel. Antes, en el primer tiempo, el Barcelona no fue capaz de probar los reflejos del meta porque no acertó a rematar entre los tres palos.
Jorge Herrando, el debutante, había caído en la batalla poco antes de la media hora. El chaval estaba cumpliendo en esa zona especialmente caliente -el eje de la zaga en casa de un grande-, pero en una carrera por el centro de Pedri se llevó por delante al centrocampista canario. Con uno menos, Arrasate descubrió de nuevo la polivalencia de Pablo Ibáñez como central pero, por encima de todo, no acabó de sentirse acorralado porque a la profusión de servicios no siguió remate alguno a puerta.
En la segunda mitad, el Barcelona cambió la marcha y, fundamentalmente, se encomendó a la velocidad de Ansu Fati, relevo en la primera parte del lesionado Gavi. Arrasate no se alteró porque, incluso con uno menos, también tenía un plan más importante relacionado con la gestión de los minutos de sus jugadores. Aimar Oroz y Rubén García se marcharon al vestuario en el descanso y, casi con el crono en la mano, también Torró y Chimy Ávila cumplieron su hora de rodaje.
El partido se estaba cociendo en el área de Osasuna en donde cuando los hombres de Xavi superaron a los defensas se encontraron con un gran Aitor, con intervenciones casi milagrosas ante Ansu Fati, De Jong, Dembélé, Lewandowski. Antes de que Arrasate intentara cerrar todas las puertas con la inclusión de Aridane para los últimos veinte minutos, Iker Muñoz, otra perla recién llegada a la primera plantilla, probó a Ter Stegen, que tuvo que emplearse a fondo. La presión asfixiante del Barcelona se cobró su pieza en el gol de Jordi Alba. Osasuna supo competir cuando podía tener la cabeza en otra parte y dejarse marchar. Pero la resistencia se lleva en la sangre y también se practica.