Osasuna ha decidido que la emoción no terminó en La Cartuja hace una semana y que todavía toca más. La gran victoria frente al Almería en un encuentro eléctrico y arrebatador coloca al equipo de Arrasate como uno de los candidatos a ocupar la séptima plaza al final de temporada y a meterse por la última puerta, la de la Liga Conferencia, en una competición europea. El nivel de exigencia de Osasuna ha subido en el contador y seguramente está relacionado con el aumento de la confianza del grupo, del aumento de la calidad de la plantilla. Frente al Almería fue algo mucho más sencillo y tuvo que ver con unas ganas locas de agradar. Había montado un homenaje a la afición y el equipo puso un regalo gigante en forma de partidazo.

Osasuna cumplió con el primer propósito, ganar al Almería, y ahora le toca hacer cuentas, los números para la esperanza y las sumas de la ilusión. La teoría de los cinco partidos que acaba de empezar de todos modos se resume en una sola idea: no hay que fallar más de la cuenta. O casi.

Los hombres de Arrasate demostraron ante un Sadar entregado que la final de Copa ha tenido efectos inmediatos en el crecimiento del grupo. El impacto del partido frente al Real Madrid se nota en forma de convicción en lo que se hace y creencia en las propias posibilidades. La confianza multiplicada va a proporcionar a los rojillos un arsenal de recursos para este tramo final en el que no hay sitio para el miedo y sí para la luz. En la reaparición en casa, el público se quedó deslumbrado por el comportamiento excepcional de todos los jugadores, por la omnipresencia de Torró, la multiplicación de Moncayola, la solvencia de los centrales, pero se sintió especialmente espoleado por las carreras sin fin de Abde y el brillo superlativo de Aimar Oroz. El chaval de Arazuri, autor de dos pases de gol -dio algún otro más que no terminó en el fondo de la portería- y de un zapatazo al poste, hizo rugir al estadio, dibujar líneas imposibles y trazar los caminos por donde se llega a la portería. Fue otro regalo verle jugar.

Osasuna salió a toda marcha y completó una primera parte espectacular a la que sólo le faltó el asunto principal, el gol. El equipo de Arrasate realizó una demostración de ambición, fútbol ofensivo y despliegue físico que arrinconó al Almería y al que únicamente permitió actividad a partir de algunos contragolpes. Abde fue el mejor ejemplo del frenesí rojillo. Impulsado por sus compañeros, el extremo marroquí galopó sin descanso por el flanco izquierdo, sirvió balón tras balón, también intentó el remate y quiso llevar la pelota a las zonas de peligro hasta las últimas consecuencias. A Manu se le escurrió de la bota en posición de remate un centro excelente del 12 de Osasuna en una de la ocasiones de gol. Aunque la autoría de la más clara llegó por otro camino. Aimar Oroz, filigrana con la bola, bailó entre los defensas y cedió a Budimir para que sólo apuntillara. El delantero croata hizo una maniobra previa correcta, pero su disparo final fue muy centrado y el meta del Almería taponó la faena. Osasuna se marchó lanzado al descanso. Había que esperar el retorno, que resultó colosal.

En los cinco primeros minutos, Budimir y Abde habían dado carpetazo al partido. El primero, con un toque sutil tras un pase largo de Oroz; y el segundo, en una de sus acciones favoritas, dando pasos desde el costado al centro para soltar la derecha desde el borde del área -un golazo por la escuadra-. El Almería intentó una mínima reacción a la que respondió con acierto Aitor Fenández y el partido siguió con el discurso de los rojillos: decididos en todas sus jugadas, más rápidos, más activos, más hambrientos. Antes de que Moi liquidara la cuenta de Osasuna en el marcador, Aimar Oroz lanzó una falta al poste en una demostración más de su lista de recursos. El gol del Almería en el descuento no estropeó el regalo.