Volvió a ganar Osasuna en Liga después de cuatro jornadas sin hacerlo, una victoria balsámica para equipo y afición, que se desplazó en masa a Vitoria para disfrutar de una jornada soleada y festiva que terminó aderezada con un triunfo rojillo, basado esta vez en la efectividad más que en el buen juego que tan escaso botín le había reportado en compromisos precedentes, sobre todo en el del pasado jueves contra el Atlético de Madrid en El Sadar (venció 0-2 el cuadro colchonero con un polémico arbitraje de Martínez Munuera y una desafortunada actuación de González Fuertes al frente del VAR).

Se desplazó la hinchada de Osasuna hasta la capital alavesa con ciertas precauciones en lo que se refiere al asunto deportivo, porque su equipo alcanzaba la cita después de haber sumado únicamente un punto de los últimos 12 en juego, un pobre bagaje que no invitaba al optimismo. Sin embargo, en el otro lado de la balanza aparecían datos más halagüeños, como que Mendizorroza es un estadio fetiche (cinco victorias y un empate rojillo en sus últimas seis visitas) y que 6 de los 7 puntos conquistados por Osasuna hasta antes del partido los había conseguido a domicilio –tres en Vigo contra el Celta (0-2) y otros tres en Mestalla contra el Valencia (1-2)–.

Con estos pensamientos tan contradictorios se desplazó la forofada del conjunto navarro hasta Vitoria. Lo hizo bien temprano, con el fin de aprovechar la soleada matinal en la capital alavesa para completar una buena previa, a base de viandas y cerveza (también otras bebidas espirituosas de mayor calibre), antes del partido, fijado a primera hora de la tarde.

Con y sin entrada 

Aunque el Alavés sólo envió 387 entradas a Osasuna para que las repartiera entre sus socios y socias –fueron más de dos mil los y las que se apuntaron al sorteo–, lo cierto es que fueron muchos más los rojillos y rojillas que se apuntaron a la fiesta. Algunos, con billetes que consiguieron por su propia cuenta y riesgo –se pudieron ver camisetas del conjunto navarro salpicando toda la grada de Mendizorroza–; otros, simplemente con la idea de disfrutar del ambiente previo al partido para luego ver el envite cómodamente en algún local de Vitoria.

En cualquier caso, lo que se vivió en el centro de la ciudad durante toda la mañana del domingo fue una auténtica fiesta. Las aficiones de Osasuna y Alavés, bien diferenciadas porque portaron las camisetas de sus equipos, compartieron espacio sin ningún tipo de problema ni incidente, y también algún que otro brindis.

La hinchada de Osasuna ganó la batalla porque estuvo por las calles de Vitoria hasta muy poco antes de que comenzara el partido y también porque se desplazó con una charanga que amenizó la previa. Y después llegó la hora de la batalla en el campo, de la que Osasuna salió triunfador para deleite de sus seguidores y seguidoras. Eso sí, siempre desde el buen rollo, pues animaron al Alavés, un equipo que cae bien en Pamplona, al igual que ocurre con los rojillos en Vitoria.

Mal partido, buen triunfo 

Los temores de regresar de vacío a la capital navarra se disiparon para la afición con el golazo de Arnaiz en la primera parte, y más aún con la expulsión de Antonio Blanco al poco de empezar la segunda. También con las paradas de Sergio Herrera, al que parecía que nadie podía batir. Ni siquiera alguno de los energúmenos que le dedicaron un buen puñado de improperios por considerar que estaba perdiendo tiempo, cuando en realidad estaba tan tieso que acabó siendo sustituido por Aitor Fernández.

El gol de Budimir puso la sentencia y dio la tranquilidad definitiva a la hinchada visitante cuando todavía quedaban por disputarse los diez minutos que añadió el colegiado, que hubieran sido de órdago de haberse disputado con único gol de ventaja para el cuadro rojillo. En definitiva, que el cero fue patatero (apelativo de los alaveses) y el botín para los rojillos: dos goles para tres puntos.