Tengo para mí que el Sevilla no pasaría por una situación tan delicada, como equipo y como institución, de haber confiado en el buen oficio de José Luis Mendilibar. Tratar de solucionar los conflictos de una entidad deportiva señalando al entrenador como único responsable suele ser la mayoría de las veces una huida hacia adelante.

A veces el relevo sale bien y en otras ocasiones es una concatenación de errores. Mendilibar nunca tuvo el pedigrí que parece exigir un club policampeón de Europa, pero el Sevilla tampoco ha encontrado la solución con sus, de momento, dos sucesores, lo que invita a pensar que los problemas están enraizados en otras instancias del club. De aquellos barros estos lodos.

El Sevilla parece hoy la patria de la inestabilidad y hay que tomar nota. Porque lo que ocurre en el campo (para mal) se acaba extendiendo por todo el organismo del club y explota cuando la afición pierde la paciencia. No es este, desde luego, el escenario en el que se mueve Osasuna, pero la estabilidad hay que trabajarla día a día. Y en este punto, lo más urgente ahora mismo es acordar la continuidad de Jagoba Arrasate. Es conocido que el entrenador no tiene prisa, que seguramente pone por delante la permanencia del equipo antes que sus propios intereses, pero creo que el interés del osasunismo es que Arrasate continúe guiando a los rojillos la próxima temporada en Primera división.

Un asunto que debería resolverse lo antes posible porque la fisonomía de la actual plantilla, la caducidad de algunos contratos, la poca relevancia en la participación de determinados futbolistas, el plan de la dirección deportiva para quienes están cedidos en otros equipos y el rastreo de posibles refuerzos obliga a no dejarlo todo para última hora. Después de los altibajos que está trazando el equipo en este ejercicio, hay que elaborar otro proyecto, no tanto para afrontar nuevos retos (que también) como para brindar renovados alicientes a la parroquia. Renovarse no es solo una exigencia de este deporte-espectáculo-negocio, es también una imposición de una competición cada vez más exigente y en la que, como hemos visto durante la pasada semana, atrapar jóvenes elementos con futuro no solo es poner pilares para el futuro sino debilitar también la base de tu rival. Por eso, contar con un entrenador como Arrasate que, a su ritmo, abre caminos a la cantera, puede ser un argumento a la hora de fidelizar a las familias de los chavales que tengan dudas cuando les llegan ofertas de viaje a destinos paradisíacos.

Y esto no es hacerle publicidad gratuita al míster; en Sevilla, Iker Muñoz siguió creciendo como un pivote versátil, bien colocado, moviendo la pelota con velocidad, apareciendo para desahogar la circulación, disparando a gol, no rehuyendo nunca el cuerpo a cuerpo… Además, Pablo Ibáñez, en su segundo partido consecutivo como titular, volvió a dar inmejorables prestaciones en el medio campo.

El punto de Sevilla estabiliza a Osasuna en la zona media de la tabla. Queda Liga para mejorar y también para trabajar pensando en el futuro. Para seguir remozando la estructura. Y ahí, como queda demostrado en los últimos años (y como pasa en todos los clubes), la figura del entrenador es determinante. Hay que renovar pronto a Arrasate. Si él quiere, claro.

Confidencial

Osasuna intentó amarrar a Quintero. Con Adama Boiro no hubo opción, pero Osasuna si le planteó una oferta al cadete Iker Quintero, pero la cantidad económica era la mitad que la manejada por el Athletic. El chico ya había visitado hace unas semanas Bilbao y las instalaciones de Lezama. Apenas hubo margen para cambiar la decisión de la familia. Tras el torneo de Cabanillas otros equipos de Primera mostraron interés por Quintero.