Osasuna no cambia el guion (3-0)

A Osasuna le pasó por encima el tren de la Liga, el de los resultados que acumula y el del Barcelona, y el líder del campeonato le arrinconó en un encuentro con muy poca historia. Metidos en la crisis desbocada de resultados, la derrota, no por previsible, deja de añadir una piedra más en el camino del conjunto navarro, cuestiona la débil confianza en el entrenador y también pone en dudas la pericia del equipo en algunas de las situaciones que han desencadenado esta angustia que toma cuerpo. Frente al Barça, un equipo que es un torbellino en ataque y tiene vigor y calidad para desnivelar un encuentro de cualquier manera, los rojillos no se sacudieron en ningún momento el papel de comparsas y nunca estuvieron en condiciones de incidir en el marcador. Osasuna fue un equipo desarmado ante el mejor conjunto de la Liga y, a la ausencia de argumentos futbolísticas –la abrumadora concesión de terreno de la primera mitad–, unió una falta de intensidad que resultó fatal, preocupante en algunos lances. La reanimación en el segundo tiempo, la reorganización del equipo aumentando el fuste defensivo con cinco hombres en la zaga, aseó la imagen de un Osasuna siempre inofensivo, que nunca mordió, que mostró desconexión con el juego por parte de los menos habituales que asomaron en la alineación.

Osasuna nunca estuvo en condiciones de discutirle el partido el Barcelona, pero el problema es que esta ausencia de capacidad competitiva en un escenario difícil llega en un momento peliagudo. El equipo de Vicente Moreno no anda sobrado de buenas sensaciones y frente al Barça no se recogió ninguna. Al contrario, el parte de incidencias se afeó todavía más con la quinta amarilla de Sergio Herrera –el mejor de los rojillos–, que se pierde el siguiente compromiso, y la lesión de Iker Muñoz. Nada ayuda al equipo en este momento que necesita una victoria como respirar.

El Barcelona decidió el partido muy pronto, con dos goles en veinte minutos a un Osasuna inexistente, poco intenso, apocado alrededor de su área, hundido en la acción del primer gol de Ferrán y descompuesto en la jugada del doble penalti de Dani Olmo. En la diana inicial, el conjunto navarro estaba patas arriba, defendiéndose dentro de su área, facilitando el centro de Balde y el remate del delantero; en el segundo gol, a la defensa le pillaron con otro repertorio, con un pase a la espalda de los zagueros. Sergio Herrera derribó a Olmo, y el centrocampista internacional lanzó el penalti dos veces porque el primero, detenido por el meta rojillo, fue invalidado porque Moncayola entró con antelación en el área. En la segunda oportunidad, no falló. 

A Osasuna no le dejó su portero que se marchara a la deriva. Sergio Herrera había detenido un remate claro de Ferrán a los cinco minutos de que se hubiese estrenado en el marcador. El larguero, en un lanzamiento de falta del mismo protagonista, hizo que la renta del Barça, aunque inalcanzable, no se disparara.

Vicente Moreno debió entender que Osasuna debía ganar compostura y que, a partir de ahí, por lo menos, no se aumentaría la brecha en el marcador. Un defensa por un delantero, Boyomo por Arnaiz, además de mandar un mensaje claro acerca de los planes para lo que quedaba de partido, le brindó al equipo una cierta mejoría. No hubo tanta comodidad para los delanteros locales, que siguieron insistentes pero más controlados, y se aumentó también la intensidad. Herrando estuvo a punto de marcar de cabeza tras un lanzamiento de falta de Rubén García y ahí se terminó el historial de Osasuna en ataque. Un par de intentonas de Moi y Budimir, relevos del segundo tiempo, no tuvieron peligro.

El gol de Lewandowski redondeó la cómoda victoria del Barcelona, que no fue mayor por la intercesión de Herrera. El guion ya estaba escrito entonces. Osasuna necesita una reacción cuanto antes.