Asistimos al fútbol de las métricas. El juego está sometido al estudio pormenorizado de los números. Los analistas cotizan al alza. Y los datos no lo pueden abarcar todo. Correr más de 10 o 11 kilómetros en un partido no quiere decir que todas las carreras hayan sido inteligentes y productivas; el resumen de pases no perdidos puede ser muy alto, pero no es lo mismo entregar el balón hacia adelante con riesgo que echarlo atrás para asegurar; de la misma manera, un futbolista que entra poco en contacto con el balón realiza una aportación silenciosa abriendo espacios, cubriendo la posición de un compañero, presionando alto cuando el rival trata de iniciar una jugada…
Hay un fútbol a bombo y platillo y otro que se interpreta con sordina. En esta temporada en la que los focos siguen apuntando a Budimir, a Aimar y Areso, a Boyomo y Bryan Zaragoza, creo que hablamos poco de Rubén García.
Cumple su séptima temporada en Osasuna, es el futbolista con más partidos disputados de la plantilla (253, el vigésimo en la historia del club) y su aportación ha crecido este curso en todos los aspectos del juego. Eso es lo que se ve.
Pero luego está su involucración con el club, su concienciación con la problemática social, su adaptación e inmersión en la vida de Pamplona. También la claridad de sus opiniones en temas como la homosexualidad o la salud mental en el deporte.
Rubén García es un tipo que hace mejor a un equipo y a un club. Confieso que la pasada temporada llegué a pensar que ya había dado lo mejor de sí en Osasuna. Pero con Vicente Moreno ha vuelto a ser un futbolista importante; su experiencia, su lectura de los partidos, su colocación en el campo y el conocimiento de las virtudes y defectos de sus compañeros le convierten en un titular de oficio.
En estos años como rojillo lo hemos visto de extremo, de segundo punta, de centrocampista y hasta de lateral izquierdo en situaciones de emergencia. Un hombre de equipo.
Parte de ese carácter polivalente hizo acto de presencia este domingo, en Valladolid, en un encuentro en el que Osasuna tenía que alcanzar un 90% de la permanencia ante un rival debilitado y sentenciado. No se podía fallar y, pese a las lagunas defensivas, el equipo no falló. Tampoco, claro, Rubén García.
Primero, sumó su quinta asistencia en este ejercicio sirviendo el balón desde la banda izquierda para que Budimir lo empujara a la red; luego, acompañó la penetración de Areso para hacer el 0-2, su tercer gol en este campeonato, el 29 en partido oficial desde que llegó a Pamplona.
En este caso, los datos también refuerzan su aportación. Así las cosas, el 14 (número cargado de simbología en el fútbol desde que lo adoptó Johan Cruyff) volverá a disfrutar de otra temporada en Primera con Osasuna y la afición, de él; y, además, podrá ilustrar a quienes lleguen de fuera de la importancia de meterse en el ADN del equipo y de la hinchada y hacerlo sin estridencias y huyendo de los gestos tribuneros. Parafraseando a los míticos Tip y Coll, seguiremos hablando de Rubén García.