Joaquín Caparrós visita El Sadar este jueves por primera vez desde que fue entrenador rojillo, en la temporada 2016-2017, con un paso tan efímero como poco productivo además de extremadamente caro. El de Utrera dejó su nombre escrito en una de las peores temporadas de la historia de Osasuna y lo hizo dejando un sello bastante recordado aún en el club (para mal).
Joaquín Caparrós era un anhelo rojillo desde tiempos atrás. Su gran papel en el Athletic le colocaba como el indicado para triunfar en el banquillo rojillo en el imaginario social. Nada más lejos de la realidad. La Junta de Osasuna lo contrató tras el polémico despido de Enrique Martín Monreal. Debutó en Leganés un 21 de noviembre y a partir de ahí los resultados fueron cayendo uno tras otro como una losa cada vez más pesada. En sus ocho partidos en Osasuna logró una victoria, en Copa, todo lo demás fueron derrotas bastante claras. El equipo ni se acercó a portería rival. Hasta tal punto que los rojillos anotaron tres goles bajo su mandato. Dos fueron en el partido que ganaron en Copa. En Liga solo marcó Miguel Flaño en Gijón. En contra, 17 goles encajados. Números aplastantes.
Caparrós también era conocido por su apuesta por la cantera, algo que anhelaba la afición de Osasuna. El entrenador anunció e hizo tecnificaciones con canteranos rojillos. Los retransmitía por Youtube en una novedosa iniciativa que alguien, acertadamente, ha borrado de las redes sociales. Sorprendió, también, cuando apostó por Aitor Lorea para hacerlo debutar cuando aún estaba en edad juvenil. No solo eso, Caparrós, en su afán por caer de pie, decidió que no solo iban a subir jugadores al primer equipo, sino también entrenadores. Y por ello cada sesión había un técnico de la cantera en el entrenamiento del primer equipo de Osasuna.
La realidad demostró que todas estas iniciativas eran cortinas de humo ya que no existía una apuesta real en ese momento por los chavales más pujantes de la cantera rojilla. Esto molestó profundamente a una directiva que se llevó una tremenda decepción ante su actuación.
Su fraseología
Sin duda, donde más destacó Joaquín Caparrós fue en la sala de prensa, tanto de Tajonar como de El Sadar. El utrerano dejó frases para el recuerdo que hoy en día todavía alguno las cuenta por Tajonar. Que si “cuando la rata no entra la lata” para referirse a la ausencia de gol de Osasuna, o el “sacar las entrañas al equipo” para referirse hasta donde se iba a integrar en el club, son frases que quedaron ya grabadas en la historia rojilla aunque siempre por detrás de “el berzal no engaña, amigo”, una frase que repetía cada tres días, aproximadamente.
Mal con todos
Lo cierto es que Joaquín Caparrós acabó mal con casi todo el mundo. Su actitud y la de alguno de sus hombres de confianza rompió la relación con el vestuario casi tan rápido como llegó. El entrenador no conectó con la plantilla en ningún momento y eso provocó momentos de bastante tensión en el vestuario rojillo. Pero no solo fue con la plantilla. La junta directiva y el propio Vasiljevic alucinaron cuando se enteraron de que el entrenador andaba llamando a jugadores que el club no quería para ficharlos, con el caso de David Barral como paradigma más destacado. De hecho, hay quien dice que ese caso fue el definitivo para provocar su destitución y una absoluta decepción dentro de la Junta. El día 5 de enero, en la víspera de los Reyes Magos, Osasuna decidió prescindir de un entrenador que llegó con tremenda vitola y que solamente causó una profunda decepción en los que habían apostado por él.
Medio millón de despido
Tampoco salió barato el despido. Osasuna, ya con Sabalza como presidente y Fran Canal al frente de las operaciones, desembolsó una cantidad de 505.000 euros por su salida. Cada encuentro que dirigió el de Utrera le costó a la entidad navarra 63.125 euros. Y encima, para rematar la faena, una vez fuera no ha parado de rajar del club asegurando que “en Pamplona me engañaron”. Un fiasco