Cuando vi a Pablo Durán dar el penúltimo toque antes del gol, al sitio justo, en el momento justo y con la velocidad justa, me puse a buscar su nombre para saber de dónde venía. Hasta hace unos años pensaba que los que llegaban a Primera habían tenido una historia muy lineal, y ascendente, pero hay de todo.

De los 26 jugadores del Celta, 11 proceden del fútbol base y otros cuatro han pasado por el filial. Claudio Giráldez es también un entrenador canterano que tuvo su oportunidad tras la destitución de Benítez. El técnico madrileño dejó el equipo con solo 5 victorias en 28 partidos, y el gallego tomó el relevo apostando por lo de casa. En su primera temporada completa llevó al equipo a Europa, compitiendo hasta el final con Osasuna. En un fútbol cada vez más desarraigado, el Celta reivindica sus raíces y demuestra que apostar por la cantera no es solo identidad, sino también competitividad.

Por si fuera poco, apostar por el filial también es rentable. Si el 20% de la plantilla está formada por jugadores recién ascendidos o que alternan con el filial, y sus salarios son aproximadamente un 20% del de los profesionales asentados, ese grupo representa solo un 4% del coste total. ¿Qué implica esto? Que se libera un 16 % del presupuesto salarial para reforzar el equipo. En otras palabras, con la misma inversión, el equipo puede ser un 16% más competitivo. En una plantilla de 20, equivale a tres fichajes, justo lo que Osasuna necesita ahora.

Tras un inicio en el que la pizarra de Lisci parecía suficiente, la realidad demuestra que los partidos se deciden por lo que no se dibuja, actitud, determinación, compromiso. Ahí, la cantera marca la diferencia. Tajonar no solo forma futbolistas, también transmite identidad y una energía que conecta con la afición.

Apostar por la cantera es proyectar el club hacia adelante con coherencia y continuidad. Un jugador de casa no solo juega, representa identidad y ese vínculo no se puede comprar.

El autor es profesor de la UPNA.