El 17 de noviembre de 1997, tras un año y diez meses al frente del club, Juan Luis Irigaray y lo que quedaba de su junta directiva presentaron su dimisión en una breve reunión celebrada en la sede de Osasuna.

Con su marcha, el club rojillo quedó en manos de una gestora encargada de preparar elecciones en enero. La junta gestora estaba integrada por el vicepresidente de la Federación Navarra de Fútbol, José Luis Diez, el socio Tomás Mendívil Lizarraga y el gerente, Ángel Vizcay Ventura.

Irigaray había accedido a la presidencia con el aval de la Asamblea y después de un motín interno contra el anterior presidente, Javier Garro. En su despedida, Irigaray reconoció haber cometido errores de gestión, haberse fiado de personas equivocadas y no haber apostado suficientemente por los jugadores de casa.

Inestabilidad en el mandato

La presidencia de Irigaray en Osasuna estuvo marcada por un escenario complejo tanto en lo deportivo como en la gestión interna. En ese periodo, el club vivió una etapa de fuerte inestabilidad en el banquillo, con hasta cuatro entrenadores (Rafael Benítez, Pedro Mari Zabalza, Miguel Ángel Sola y Enrique Martín Monreal) en una misma temporada, y una estructura deportiva que no lograba arrancar.

Benítez e Irigaray dándose la mano. Redaccion DNN

Durante su estadía en la entidad rojilla se completó el gimnasio de Tajonar, pero dejó una deuda significativa a su sucesor (cerca de 6 millones de pesetas). Tras la dimisión del pamplonés, en enero de 1998 se convocaron elecciones donde ganó Javier Miranda, quien lograría devolver a Osasuna a Primera División.