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Feminismo y represión en los inicios del alpinismo navarro

El surgimiento del montañismo en navarra se caracterizó por su vinculación al nacionalismo vasco, el destacado protagonismo de las mujeres y su consideración como una práctica profundamente politizada.

Feminismo y represión en los inicios del alpinismo navarro

El alpinismo navarro tuvo sin duda, cojmo aldabonazo, la constitución de la Federación Vasco-Navarra de Alpinismo en Elgeta (Gipuzkoa) el 18 de mayo de 1924. A este acto acudieron delegaciones de distintos territorios por diversos medios, incluido un grupo de jóvenes mujeres de Gasteiz que llegó a pie o en bicicleta. La delegación navarra representaba a Osasuna, Lagun Artea, Aurora e Indarra de Iruña. Fueron recibidos con vivas a Navarra y a Osasuna, acompañados por música coral y coplas populares. La formaban 22 personas (desconocemos si acudieron mujeres) entre sus miembros se encontraban Alfredo López, Antonio Garriz, Karmel Olazaran, Celerino Elso y Miguel José Garmendia.

Carmen Ariz, Julia Fernández Zabaleta y familia Guibert-Navaz.

Durante estos años fueron habituales las excursiones conjuntas entre clubes de Euskal Herria y la colaboración con entidades como la Sociedad de Estudios Vascos o las Diputaciones. Un ejemplo significativo fue la excursión al Aizkorri del 28 de septiembre de 1924 con motivo de la inauguración de la ermita de Urbia.

Mujeres protagonistas

Desde 1926 la prensa destacó la creciente participación de mujeres. La Voz de Navarra recogía el entusiasmo de las jóvenes por sumarse al alpinismo, citando a Canals y Manolita Larrea en Aralar. Un informe policial mencionaba la presencia de mujeres afiliadas al Napartarra (sic) y comprometidas con el apoyo a presos nacionalistas.

La policía identificó 20 mujeres socias, entre otras, María Dolores Reta, Catalina Alastuey, Julia Fernández Zabaleta, Ascensión Ariz, Margarita y María Viscarret, Aurora Aizpún, Miren Garmendia, Valentina López Urmeneta, Eulalia Gogorza, Agustina Gortari o Carmen Munárriz. Todas ellas eran consideradas políticamente activas.

La prensa continuó ampliando la lista de mujeres montañeras y relató episodios de confrontación con las autoridades, como cuando un carabinero exigió retirar banderines del club en el Baztán. En 1928 se organizó un concurso femenino de alpinismo, defendiendo esta práctica como saludable frente al trabajo fabril.

Aralar, primera excursión

El Mendigoizaleen eguna en Aralar, memoria y homenaje a los montañeros fallecidos cada año, tienen un precedente: Osasuna organizó la primera excursión a San Miguel de Aralar para impulsar su sección alpinista el 10 de junio de 1926. En ella participaron futbolistas, directivos y aficionados, y quedó para la memoria la expresión del cura del santuario: «Osasuna beti aurrera». A pesar de ello, no faltaron críticas a Osasuna, Aurora o Indarra por la falta de atención al alpinismo frente a otros deportes, incluidas las del presidente de la Federación Vasca, Bandrés. Las actividades montañeras organizadas hasta entonces fueron escasas. Sin embargo, la excursión a Aralar se convirtió en tradición.

Sin embargo, la primera salida montañera oficial de Euzkotarra tuvo lugar el 22 de agosto de 1926 al Orhi (2.026 m). Dos autocares trasladaron a los participantes desde Pamplona. En la cima se colocó un buzón montañero y la excursión se integró en una jornada festiva en Otsagabia, con dantzaris, txistularis y partidos de pelota. Para otras salidas se combinaban bicicleta y vehículos a motor, como en la excursión a Leitza.

Una de sus primeras iniciativas fue el I Concurso Navarro de Recorrido de Montañas, que incluía ascensos a cumbres como Txurregi, Etxauri, Aralar, Izaga, Erga, Beriain, Mendaur, Aitzgorri u Ori, sumando más de 22.000 metros de desnivel, según escribió Karmel Olazaran.

En febrero de 1927, Félix Tirapu publicó un artículo, «La Montaña y los vascos», donde vinculaba históricamente al pueblo vasco con la montaña, citando Amaiur como símbolo de resistencia. A partir de entonces se multiplicaron las crónicas y reportajes firmados por autores como Jokintxo Ilundain, Gaspar Lekunberri o el propio Karmel Olazaran.

La sede del club era un hervidero cultural, ubicada en el Centro Vasco de la calle Zapatería, 50, junto a Juventud Vasca y el diario La Voz de Navarra, lo que reforzó su imagen como núcleo nacionalista. En junio de 1927, y por exigencia del gobernador Modesto Font, el club tuvo que aclarar su independencia estatutaria, aunque finalmente fue ilegalizado.

Alternativa al fútbol

Un grupo de socios de Osasuna decepcionados por el poco caso que la dirección del Club les hacía fundaron Euzkotarra. Eladio Cilveti, Gaspar Lekunberri, Miguel Blanco, Umbelino Urmeneta, Isaac Echauri y los cuatro hermanos futbolistas, Goiburu, entre otros. El club adoptó los colores rojo y verde, lo que provocó conflictos con la policía al identificarlos con la ikurriña. Desde sus inicios estuvo bajo estrecha vigilancia policial debido a su ideología nacionalista y su oposición a la dictadura de Primo de Rivera, durante la cual fueron ilegalizadas numerosas organizaciones vascas y clausurados periódicos y sedes.

En 1928 Navarra contaba ya con unos 200 alpinistas federados, dentro de un contexto vasco que superaba los 5.000 federados. Aparecieron nuevos clubes como La Navarra, Mendi-gizonak (Villava), Alpinistas de Alsasua, Montañeros de Baztán, Izarra de Estella o Peña San Fermín, algunos con presencia femenina. Incluso existieron iniciativas familiares como el club Beti Gora, fundado por las y los hermanos y primos Aramburu, que defendían un montañismo no competitivo.

Represión e ilegalización

Según los informes del Gobierno Civil, Euzkotarra fue vigilado desde el inicio por su supuesto carácter separatista. Se señalaba a Eduardo Aguerralde y especialmente a su presidente, Félix Tirapu Recarte, descrito como un «furibundo separatista».

Junto al Bar Torino, en la planta superior se encontraba la sede de Osasuna, domicilio de uno de los socios, Jerónimo Ariz, allí, el 24 de julio de 1927, la policía interceptó a un grupo que se dirigía nuevamente al Orhi, incautando ikurriñas y abriendo expediente a los participantes. En 1929, tras registros domiciliarios y de la sede de Jarauta, 3, Euzkotarra fue clausurado definitivamente por supuestas irregularidades y por su vinculación con el nacionalismo vasco. También fueron llamados a declarar los militares Javier Ezcurra Manterola y Antonio San Juan Cañete, ambos socios del Club.

Tras medio año de prohibición, el club fue autorizado de nuevo en abril de 1930, aunque el montañismo organizado atravesó entonces una profunda crisis. Las excursiones se redujeron casi exclusivamente al Tributo de las Tres Vacas o a encuentros transfronterizos. Sin embargo, el montañismo siguió siendo un espacio de militancia, como reconocía B. del Mendigoizale Azkatasun, describiendo mochilas cargadas de propaganda patriótica.

Cultura montañera

Cultura y literatura montañera. Entre diciembre de 1935 y julio de 1936, La Voz de Navarra publicó una página semanal dedicada al alpinismo, impulsada por Mariano López Sellés, con crónicas de Mendiarte, Lonandi, Azko y otros. Se publicaron 30 números, truncados por la guerra. Junto a la revista Pyrenaica, estas publicaciones consolidaron una cultura alpinista propia.

Destacó también la figura de Antonio San Juan Cañete, autor de Alpinismo navarro y El Pirineo de Navarra y sus itinerarios (1930), así como la apertura internacional del montañismo navarro, simbolizada por la ascensión al Cervino del pamplonés Jesús Azpilicueta en 1935.

Las conferencias del Ateneo Navarro difundieron el conocimiento de las montañas navarras y promovieron una visión respetuosa del medio natural, defendida por figuras como Santiago Cunchillos. Esta filosofía quedó resumida en palabras de Jesús Mari Aramburu: “Al monte se va a gozar de la naturaleza y de la camaradería, no a hacer ninguna carrera”.

Contra la dictadura

El alpinismo vinculado a Euzkotarra en las décadas de 1920 y 1930 fue en Iruñea una auténtica escuela social y política. Su base social (burguesía, intelectualidad, clases medias) estaba politizada, y la montaña era un espacio de encuentro para ideas diversas (republicanas, nacionalistas y socialistas como veremos). Las salidas al monte ofrecieron un espacio de libertad poco habitual, lejos de las normas sociales, en contacto con la naturaleza y en compañía de una juventud comprometida. Sin protagonizar protestas públicas al estilo sufragista, estas mujeres ejercieron una forma práctica de emancipación: “se echaron al monte” en plena dictadura de Primo de Rivera. Para algunos autores, representan las primeras expresiones del feminismo de una “segunda ola” que en Navarra adoptó esta expresión. Tras la proclamación de la Segunda República, algunas de ellas lograron modificar los Estatutos del PNV, que aceptó por primera vez la afiliación femenina.

Se han documentado 34 mujeres socias de Euzkotarra, aunque fueron seguramente más las participantes habituales en excursiones. Muchas de ellas destacaron en la enseñanza, en la cultura y el arte, y sin embargo, sus carreras y sus obras son muy poco conocidas. Entre ellas queremos destacar las siguientes represaliadas tras el golpe de 1936, tres inhabilitadas y tres exiliadas:

Julia Fernández Zabaleta, maestra, becada en Barcelona, se formó en el método pedagógico-progresista, Montessori, que intentó aplicar en las Escuelas Municipales de San Francisco de Iruña. Euskaldún, nacionalista y progresista, militó activamente en el PNV, impulsó Emakume Abertzale Batza, participó en mítines y escribió en prensa entres los años 1920-1936. Se encontraba en Donostia al estallar el golpe de Estado, al entrar las tropas franquistas logró huir a Getaria y después a Bilbao, donde fue profesora de la Universidad Vasca recién constituida. A los 38 años fue inhabilitada por el Ayuntamiento de Pamplona; sufrió marginación social y pobreza, y el vicario Gúrpide intentó excomulgarla. La veterana periodista Mirentxu Purroy realizó un documental donde narra que a su regreso a Iruñea fue rapada y paseada para humillarla.

Catalina Alastuey Garaicoechea, también maestra, trabajó por la incorporación de la mujer a la vida social, profesional y política, impulsando la lengua y la cultura vasca, la primera Ikastola y Emakume Abertzale Batza.

María Viscarret Navaz, junto a Miren Saizar, fue una de las dos primeras maestras de la Ikastola abierta durante la República en la calle Olite, que llegó a contar con 150 alumnos. Al iniciarse la guerra se hallaba en Donostia en un curso de Eusko Ikaskuntza; tras la caída de la ciudad se exilió en Lapurdi vía Bilbao. Regresó al morir su padre, fue expedientada e inhabilitada seis años, y posteriormente ejerció en Erratzu (Baztán).

Carmen Ariz Zabala, gran aficionada a la montaña, fue nadadora del Club Natación y directiva de Montañeros de Navarra tras la guerra. Su hermano Tomás Ariz, dirigente comunista, fue detenido y asesinado el 19 de julio de 1936. Carmen fue una de las personas vetadas por el Gobierno Civil para formar parte de la directiva del club, lo que contribuyó a su disolución. Se exilió a Venezuela, vivió de forma independiente y regresó tras jubilarse a Pamplona, donde tampoco logró rehacer su vida.

Julia Cunchillos Blanco, socia de Euzkotarra e hija de Santiago Cunchillos, se exilió con su familia. Casada con el abogado tudelano José María Abascal Frauca, fundador de ANV en Navarra, este fue sancionado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas con una multa de 25.000 pesetas.

Miren Garmendia Aldaz, natural de Oroz Betelu, montañera y socia del club, estaba casada con el abogado Valentín Fernández Zabaleta, afiliado a ELA/STV y hermano de Julia. En 1933 pronunció la conferencia Homenaje a la mujer navarra. Hija de Leopoldo Garmendia, fundador del PNV, y hermana de José María, dirigente político y militar del Gobierno Vasco, toda la familia se exilió tras la guerra: primero a Francia y, tras la ocupación nazi, a México. Donde Miren había llegado en 1939, en el vapor Sinaia. En México presidió el grupo Emakumes y su marido la Euskal Etxea. Su entorno familiar estuvo ligado al mundo cultural y artístico. Un instituto tecnológico lleva hoy el nombre de su hijo: Enrique Fernández Garmendia.

Amelia Navaz Sanz, maestra como su madre María Ana Sanz Huarte, referente pedagógica y feminista humanista, fue socia de Euzkotarra junto a su hermana María Juana. Su hija, Amelia Guibert, recuerda las excursiones montañeras familiares, especialmente a San Miguel de Aralar. La guerra sorprendió a sus padres en Donostia; se casaron en Bilbao siendo testigo Julia Fernández Zabaleta. Amelia fue inhabilitada como maestra y su tía Carmela, escritora, sufrió exilio y represión junto a su marido Rufino San Martín, abogado y concejal republicano. Pese a todo, la familia nunca transmitió odio ni rencor.

Paquita Bretos Andueza. Ya en el tardofranquismo y la transición, figuras como ella prolongaron esta tradición. Su padre, José Bretos, comunista, fusilado en el campo de concentración de Trujillo en 1937. Aquello marcó para siempre su vida y decidió comprometerse en redes de evasión y resistencia contra el fascismo que se tejieron a ambos lados del Pirineo y se convirtió en mugalari. En el monte conoció a Ángel Olorón, su marido, formaron un tándem que hizo de ellos un referente en la Pamplona montañera. Relató las dificultades de practicar alpinismo femenino desde 1948, cuando debían vestir faldas sobre pantalones y sufrían agresiones por llevarlos. Paquita fue finalista del CD Navarra en el reto de las 100 montañas en 1966 (sólo dos mujeres). En 2017 recibió la medalla de plata de Navarra como pionera del alpinismo femenino.