En Pamplona hay más de 500 edificios y elementos arquitectónicos o de patrimonio histórico protegidos de actuaciones, derribos o intervenciones sin control. Forman parte del Catálogo Municipal de Pamplona, que determina las condiciones a seguir para preservar determinadas construcciones levantadas en la ciudad. Este catálogo es, en principio, una garantía de que la arquitectura de valor o representativa de una determinada época se mantiene inalterable, aunque algunas veces puede convertirse también en un freno a la hora de poder llevar a cabo una rehabilitación integral, por los condicionantes y exigencias que establece. Sin embargo, lo cierto es que cuando la rehabilitación está bien planteada, se puede conseguir integrar con acierto los valores históricos del edificio con las comodidades de la modernidad. Así se recuerdan algunas intervenciones memorables: la remodelación del Hotel La Perla como 5 estrellas, que conservó elementos originales que añadió Víctor Eusa (el cartel de la fachada, por ejemplo); la rehabilitación del edificio modernista de General Chinchilla; y, años atrás, la construcción del nuevo Parlamento, manteniendo la fachada original del edificio de Julián Arteaga.

El último Catálogo corresponde al Plan Municipal de Pamplona aprobado en 2002, y protege 5 recintos (la Ciudadela, las murallas y la Catedral, por ejemplo, entre ellos), 488 edificios y 168 elementos, vinculados o no a edificios, como aleros, escudos, etc., amén de otros elementos del patrimonio cultural. De estos edificios, 29 están englobados en el mayor grado de protección, el llamado Grado 1, por ser elementos emblemáticos, lo que les da una protección global; 61 tienen la categoría 2, es decir, se asegura su permanencia; y 392 gozan de protección en grado 3, es decir, preserva su fachada. A éstos hay que añadir otros 6 edificios que compaginan dos grados de protección y, por otro lado, está el catálogo de patrimonio natural, que recoge árboles, alineaciones de árboles, etc. a conservar. Un ejemplo, la sequoia de la Diputación.

El Catálogo del Plan Municipal es, según Javier García Barberena, presidente del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, "heredero en parte del catálogo anterior" (el de Plan General del 84), aunque "a su vez aquel catálogo ya incorporaba elementos de un anterior que abarcaba toda Navarra y que data de 1960". Aunque el último catálogo es de 2002, no incluye bienes catalogados después de 1966. Este límite se estableció "con el fin de disponer de una cierta distancia histórica que deje posar los valores arquitectónicos y urbanos y pueda establecerse un consenso sobre aquellos bienes inmuebles que deben formar parte de la memoria de la ciudad", según se recoge en el propio Plan Municipal. Como curiosidad, uno de los edificios más antiguos incluidos en el Catálogo es la Catedral, y uno de los últimos incluidos, la Casa de las Hiedras, en la avenida Baja Navarra 9, obra de Redón y Guibert de 1961.

Un criterio importante en la selección de los bienes catalogados "ha sido el de recoger los mejores ejemplos de las diversas arquitecturas identificables de la ciudad" y además "que en la selección final estuvieran todas ellas: desde la época romana hasta la arquitectura de los 60". Ello supone en la práctica que puede haber edificios "cuyo valor intrínseco es de menor orden", pero que han sido elegidos porque son muestras de un tipo de arquitectura ligado a una época" determinada. Respecto a las nuevas edificaciones que se han construido en las últimas décadas, García Barberena apunta que "faltan muchos de los edificios nuevos. Éstos se considera que se conservan por sí mismos porque se están usando y se han hecho para algo. Así, mientras no pasen a ser elementos protegibles para la historia de la ciudad no entran en el catálogo", señala.

"Si los edificios no estuvieran catalogados sería un caos, cada uno haría lo que quisiese y se perderían elementos muy importantes". Sin embargo, proteger por proteger no tiene sentido si, al final, se deja el edificio caer en un estado de ruina: "No se puede estar mirando para otro lado, mientras se va deteriorando", opina el presidente del COAVN. "Porque cuando un edificio histórico y de valor se cae por la dejadez de la Administración, le queda una cicatriz en la propia historia".

La conservación del patrimonio no tiene porque estar reñida con el cambio de usos, al contrario, este cambio puede ponerlos en valor. Los usos no están relacionados con la catalogación, y pueden modificarse. Otra cosa es, si el edificio es catalogado, que tenga que mantener unos requisitos de conservación. El tipo de edificio no condiciona el uso, por ejemplo, así ha ocurrido con viejos chalets del Ensanche: "El caso del Banco de Bilbao en el chalet de la calle Roncesvalles, el chalet de Comisiones Obreras, el restaurante La Capilla en el antiguo convento de las Redentoristas...". Así, García Barberena opina que "que un convento se convierta en hotel o edificio institucional es algo razonable, porque las necesidades van cambiando", aunque esto algunas veces pueda "chocar con la Ley Estatal de Patrimonio".