No sé si a ustedes-vosotros les da por leer, de preferencia los martes (el servicio de prensa o parte de guerra de Policía Foral suele llegar el lunes), sobre los efectos de la fiebre del sábado noche que se genera en esta Navarra que “será el asombro del mundo”. “Navarra shall be the wonder of the world” , dicen que dixit William Shakespeare (si bien Miguel José Izu, aclara bastante mejor el asunto), porque lo cierto, volviendo a lo del fin de semana, es que para menos no es.
Batalla campal en Villacerrada, en Largatajona le rompe una botella en la cabeza a un vecino que se encuentra en la UCI, trifulca familiar en Tirapallá, la presencia de la Policía Foral impide el enfrentamiento de dos cuadrillas que se habían citado para pelearse (les fueron requisados varios bates de beisbol, puños americanos y varias navajas), propina una paliza a su esposa en plena vía pública, puesto a disposición judicial un conductor que superó diecisiete veces el nivel de alcoholemia y circulaba sin el carnet que le fue retirado hace tres años, detenido por amenazar al dueño de un bar con un cuchillo de matarife conque “le iba a abrir las tripas y se iba a meter dentro”, y así. Todos los fines de semana, uno tras otro.
A uno le da por pensar, ante semejante y reiterado resumen de violencias, agresividad, salvajismo y brutalidades varias que el personal anda pero que muy salido, que ha sido criado a base de biberones de vinagre como David Vidal decía de Hristo Stoichkov, o que ya sale de casa con la leche (mala) de hacer daño e incluso matar, o de darse de hostias con el primero que le diga buenos días. Porque hace falta ser muy cafre para quedar con otra tropa en algún lugar para calentarse el morro, partirse la crisma y agujerearse la caja hasta el fondo más profundo, que parece que está de moda.
Que entre el desesparo del paro, la marginación social, la homofobia que todos llevamos en alguna recóndita esquina (“yo no soy racista, yo lo mismo le pego una patada en los cojones a un negro que a un gitano”, como contaba el Perich), y la escandalera diaria de la corrupción y el abuso, el gentío anda por la vida a mordiscos, es sabido. Que me río de Janeiro de las novelas de vaqueros con un muerto en cada página de Marcial Lafuente Estefanía, pero ya esto parece un poco-mucho.
“Nunca he visto agresividad y falta de consideración (no ya de respeto) semejante”, recuerdo que contaba la administrativa de un instituto, asombrada del comportamiento y del florido vocabulario que se dedicaban entre el alumnado y hacia el profesorado mismo si se terciaba, que ahora mismo ser maestro es un peligro al que enfrentarse cada jornada. No me extraña haber visto en Pamplona cómo a un aula le habían pintado una jota delante (para que se leyera jaula) y pienso luego sobrevivo que algo hemos hecho mal para llegar a una sociedad que de bandera luce una palabra: violencia. - L.M.S.