Síguenos en redes sociales:

Letras e historias que purifican

Pilar Aramendía, profesora jubilada de Lengua y Literatura en San Jorge y Burlada, mezcla ficción y realidad en ‘Mi campo es Nahe’, su primera novela

Letras e historias que purificanPATXI CASCANTE

pamplona - Decía Gustave Flaubert que no hay que leer, como hacen los niños, para divertirse. O como hacen los ambiciosos, con el propósito de la instrucción. El creador de Madame Bovary tenía claro que había que leer “para vivir”. Cervantes, que se autoproclamaba aficionado a leer “hasta los papeles rotos de las calles”, aseguraba que en cada libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”. Y es que hay prácticamente tantas concepciones de la Literatura como autores que han consagrado su historia con ella, pero si algo está claro es su fuerza y su motor, esa capacidad para propulsar el cambio. Para Pilar Aramendía, que ha leído a muchos de ellos, autores clásicos y actuales, las letras han conformado su “campo de maduración personal”.

Natural de Lerín, de 71 años, la literatura ha sido su espacio de creación y de contacto “genial” con la adolescencia, con todos los alumnos a los que durante años ha dado clases de Lengua y Literatura en el CP de San Jorge y en Ibaialde, en Burlada, y de los que -dice- “he aprendido muchísimo”. Acaba de publicar su primera novela, Mi campo es Nahe, un viaje de introspección en el que mezcla ficción y realidad en pasajes poblados de sentimientos, vivencias y enseñanzas que emergen de una búsqueda contínua.

La protagonista es una mujer de mediana edad, no la propia autora, aunque hay mucho de ella en sus páginas. “He narrado sentimientos que yo llevaba dentro, también por un duelo familiar, por el de mi madre enferma? -desvela-. La historia cuenta el viaje de una joven africana que llegó aquí para operarse de una válvula del corazón. Yo trabajé con ella de voluntaria, la estuve cuidando en el hospital durante cuatro meses, y conseguimos forjar una amistad, ella me llegó a querer y yo también a ella porque era encantadora. Cuando le dieron el alta quería vivir conmigo pero yo no quise, no podía. Tenía mi vida. El hecho de abandonarla me creó una especie de culpabilidad y el libro versa, ficticiamente, sobre un año entero de suplicio interior por no haber cumplido con ese deber humano”, relata.

La novela transcurre mes a mes con una trama que le ha servido “de excusa” para hacer literatura. El dinero que recaude con las ventas -a un precio de 20 euros, se puede adquirir en La Casa del Libro y en Katakrak- irá destinado a una labor benéfica, para contribuir a la construcción de un colegio en un país subsahariano, pueblo de origen de la protagonista. Ha pensado, incluso, en ponerle a esa futura escuela el nombre de su madre, Concepción, porque ella ha sido su fuente de inspiración en este proyecto, la que le ha dado “fuerza y ternura” para sacarlo adelante.

Aramendía vive la escritura y su profesión, “totalmente vocacional”. Ya jubilada, asegura que ha tenido muy buen contacto con los alumnos: “Te ayudan mucho a superarte, a quienes les gusta mucho la Literatura, sin querer, te empujan a sacar más de ti. Mi placer ha sido escribir y he creado mucho con ellos, he sido muy feliz”, confiesa.

El duelo Aunque ha escrito cuentos, artículos, poemas o comentarios y ya de joven se presentaba a algún que otro concurso literario -desde niña, asegura que siempre le ha gustado mucho leer y escribir-, ésta es la primera novela larga que ha concebido, un trabajo de más de 500 páginas que ha forjado y editado con mimo y mucho cariño durante años. “La empecé hace mucho tiempo, y decidí después continuarla para paliar una situación personal de duelo y acompañar a mi madre durante su enfermedad. Ella y mi libro lo eran todo, una vía de escape a una situación interior complicada”, relata, aunque afirma que le daba pena terminar su trabajo, “porque se me acababa el placer de seguir escribiendo”.

Lo más difícil, confiesa, ha sido encontrar el final. De hecho, buscó hasta tres? Y se quedó con uno “abierto”. Pero eso ha sido también lo más gratificante, “por la capacidad de convertir algo doloroso en un regalo, en una puerta que se abre? Yo misma he visto que el dolor purifica, va con la vida pero se puede transformar, y eso es lo que va a aprender el lector cuando disfrute de este libro”.

La mayor parte de sus personajes son positivos, “salvo muy pocos que tienen rasgos de negatividad”, porque ella ha querido destacar valores humanos: amor, amistad, humor y ternura tienen cabida entre sus páginas. “Ha sido una terapia para mí, algo emocional. Era mi propio estado trasladado a una historia”, explica.

Y el suyo es un libro profundo que explora además diferentes registros literarios, desde lo coloquial hasta el lenguaje más culto, humor y poesía que imprimen de valor su trabajo para complacer a todo tipo de lectores. Apunta que recorrer ese viaje personal para conformar finalmente la historia, el proceso de elaboración, ha sido “muy placentero, importante y terapéutico. Me ha despertado más conocimiento de la vida, más desprendimiento de lo superficial y más amor hacia el entorno”, dice, calificando su historia como sencilla y profunda a la vez, “como la propia protagonista”.