No ha habido música en las calles. Ni txarangas ni bailes ni agua cayendo desde los balcones. Tampoco 'guiris' con ganas de fiesta ni gafas de sol de todos los colores, sombreros de paja, ropa manchada o muñecos que se convierten, como cada año, en el producto estrella de los Sanfemirmes. No ha sucedido nada de eso porque no hay Sanfermines y aunque hoy al 6 de julio le ha faltado mucho -mucho, mucho- para parecerse a un seis de julio cualquiera, sí ha habido quien lo ha disfrutado, aunque haya sido a medio gas. Sobran ganas de fiesta, de juntarse, de festejar. Se han celebrado almuerzos y comidas y las calles se han llenado de gente que ha disfrutado de un tardeo por lo general responsable, más comedido en la plaza del Ayuntamiento y Estafeta; más poblado de juventud en San Nicolás y Jarauta; y más caliente en zonas como Navarrería o Caldera, que han contado con su aforo particular. De hecho, la Policía Municipal de Pamplona ha tenido que desalojar pasadas las seis de la tarde la calle Calderería porque se ha concentrado un número elevado de personas, aunque después se ha vuelto a permitir el acceso de personas garantizando que no se produzcan aglomeraciones y no ha habido que lamentar ningún incidente vespertino.

Jesús Gavari, incondicional de la fiesta, llegó a las tres de la tarde a la plaza Consistorial para repartir champán y pegatinas.

El incondicional Jesús Gavari llevaba desde las tres de la tarde repartiendo felicidad y ambiente Sanferminero en una plaza del Ayuntamiento en la que el trajín ha sido constante e intermitente, aunque tranquilo. Sonaban jotas en una bicicleta con altavoces que le ha servido de reclamo para repartir pegatinas y camisetas y hacerse fotos con todo el que se lo ha pedido, y han sido unos cuantos. "Llevo 36 años viniendo a la puerta del Ayuntamiento, desde cuando Balduz era alcalde", relataba mientras sacaba del bolsillo un Vals de Astrain, en una mano, sujetando con la otra un paraguas blanco y rojo con estampas del morenico. "Este año es mejor que el año pasado, que estuve solo, no había nadie. Habrá que vivirlos como toque", valoraba.

El grupo de 'Bumper', en la plaza del Ayuntamiento, entonando canciones para amenizar este 6 de julio.

En una de las mesas de las terrazas que poblaban la plaza -todas ocupadas-, una cuadrilla de amigos entonaba la tarde con guitarras, bandurrias y un buen puñado de canciones típicas de estos días. "Nos pusimos de acuerdo en tocar en algunas terrazas, sobre todo en estos tiempos de pandemia en los que no se puede salir a hacer lo que nos gusta. Hemos quedado a la hora que saldría el Riau-Riau para recordar a la gente que lo que pasa no es normal. Lo normal es que estuviéramos aquí todos cantando, bailando Que saliera La Pamplonesa, la comitiva. Lo único que hacemos es juntarnos y cantar, y si conseguimos que la gente disfrute de esta anormalidad, ya nos vale", valoraba 'Bomper'.

En la plaza del Castillo el ambiente por la tarde ha sido sobre todo familiar, con más silletas y txikis en la zona del kiosko y cuadrillas que apuraban el cubata o la cerveza en las terrazas, que han estado a rebosar. Se veía poca gente en los balcones, algo que venía siendo lo habitual hasta la pandemia, aunque muchos y muchas -eso sí- no quisieron renunciar al blanco y rojo. "Aquí llevamos desde las diez de la mañana. Y no descartamos quedarnos hasta que nos echen", bromeaba Carmelo Butini, comerciante mítico de la Estafeta. Estaba con su cuadrilla. "Otros años a estas horas estábamos bastante peor", decía un compañero, que valoraba la "tranquilidad y el poder estar al aire libre".

Se hace raro pasear por el centro de Pamplona y no escuchar música de fondo un seis de julio. Sin gaitas, sin jotas y sin el sonido lejano de las carpas de Labrit, sólo se oían las conversaciones, risas y el jolgorio habitual de un día de fiesta muy concurrido. San Nicolás ha comenzado a estar lleno a eso de las seis de la tarde, plagado de gente de todas las edades, la mayoría sentada en las mesas dispuestas fuera de los bares aunque también en el interior. "Es un 6 de julio bastante atípico, sí", reconocían las vecinas María Ángeles Milagro e Isabel Laparte, de Pamplona, que después de haber ido al Ayuntamiento al 'no txupinazo' habían comido en el Casco Viejo y estaban de potes con sus maridos, sentados en otra mesa para cumplir con la normativa. "Somos muy Sanfermineras, da pena pero hay que ser responsable, más con todo lo que ha pasado esta última semana. El año que viene ya los viviremos ¿o qué?", preguntaban.

Maria Ángeles Milagro e Isabel Lapare, vecinas de Pamplona, esperan poder celebrar las fiestas como se merece el año que viene.

Pasadas las seis, las calles Calderería y Navarrería se han cerrado por aforo completo. a muchos les ha tocado esperar para entrar en dos zonas en las que el ambiente se ha ido caldeando poco a poco. Mucha gente, sobre todo en las puertas de los bares, y sillas y mesas exteriores llenas, aunque no ha habido que lamentar incidentes. "Hay algo menos de gente que el año pasado a estas horas, y muchas más medidas -decía un hostelero de Calderería-. Sobre todo porque hay que estar sentado, y en los taburetes menos gente". Podían abrir hasta la una y lamentaba que "si pones música, la puerta tiene que estar cerrada, con lo que eso supone para el tema de la ventilación".

Control de aforo en la entrada de la peña.

También a las peñas les ha tocado reinventarse y transformar, en la medida en que se ha podido, todas esas ganas de fiesta en algo más comedido para poder adaptarse a los tiempos que tocan. En Jarauta, La Única ha estrenado local este año y esta tarde han celebrado 70 almuerzos en los que ha reinado la formalidad. "La gente ha respondido muy bien, con mucha tranquilidad y todo muy controlado", explicaba el presidente, Javier Aranegui. Han dispuesto gel hidroalcohólico a la entrada y en las estancias, una personas controla el aforo de entrada y salida y en todo momento los jefes de turnos de barra realizan el pertinente control.

Para ser un seis de julio "no está nada mal. La gente tiene ganas y ha venido, con un local a estrenar más todavía", decía. Cuentan con un aforo máximo de 205 personas y uno permitido de 122, aunque varía por salas en las que varios grupos han disfrutado de todo lo que brinda su nuevo espacio con distancia y seguridad, ventanas abiertas y un reparto equitativo. La tarde, dentro de lo que cabe, se ha solventado bastante tranquila y ha habido quienes han decidido disiparse en cuanto ha llegado la lluvia, para las ocho de la tarde. Lo que no se sabe es si el agua, como casi siempre, conseguirá después llevárselo todo.

Socios y socias de La Única disfrutaron el martes por la tarde de un ambiente tranquilo respetando las medidas de seguridad.