No hay mejor manera de combatir el calor que saltando al agua. Con un buen chapuzón, 36 menores de la Txantrea se despedían este viernes (aunque no del todo) de lo que les queda de verano, al menos de lo que les resta de ludoteca para realizar sus actividades vespertinas de ocio. En Siñarzubi llevan 18 años organizando esta especie de campamento urbano que cosecha cada vez más demanda, una iniciativa que permite a las familias conciliar y a los menores integrarse. Conocerse, socializar y aprender, con una educación que llega desde el ocio y se torna no sólo necesaria sino también efectiva. Y afectiva. Porque la labor que realizan en esta entidad, que agrupa a diferentes asociaciones de infancia del barrio de Txantrea, ha conseguido mantenerse a pesar de las adversidades. También continúa el trabajo del resto de colectivos que, desde hace más de 40 años, se han encargado de tejer redes, de hacer barrio y de proteger a sectores tan vulnerables, aunque desde hace unos meses haya tenido que pasar a ser una labor estrictamente voluntaria. Altruista y de buena fe.

Xabier Leoz, profesor, ha estado trabajando en Siñarzubi durante 18 años pero desde que el Consistorio decidió rescindir el contrato a los equipos preventivos ahora sólo puede hacerlo en su tiempo libre. “Antes había tres personas a jornada completa que ya no están, estamos luchando como voluntarios para conseguir alguna subvención que nos permita tener a una persona en la oficina y descargar ciertas funciones o dignificar otras, como la coordinación con los institutos y colegios de la zona, la labor con los servicios sociales… Sin trabajadores no podemos hacer de forma permanente lo que hacíamos antes”, explica.

El Ayuntamiento de Pamplona, valora Leoz, “había conseguido incorporar a lo vecinal-comunitario en su sistema de protección y ahora se pega un tiro en el pie y lo pierde. Y es un tiro en el pie porque los técnicos reconocen que, gracias a este modelo, se podía llegar a realidades a las que el Ayuntamiento como institución nunca llegaba. Han perdido los chavales del barrio, que tienen ahora dos servicios pero sin la potencia de antes -lamenta-. Uno exclusivamente vecinal y otro público, ‘Coworkids’, que llega a lo que llega, cuando antes teníamos de forma integrada la colaboración vecinal y municipal en un servicio que solo en Siñarzubi aglutinaba hasta 500 chavales que pasaban al año por las actividades, con 70-90 voluntarios”.Del 2 al 25 de agosto

La ludoteca de verano, por ejemplo, se financia gracias a una subvención de Políticas Sociales (Gobierno de Navarra) y cuenta también con una ayuda del programa Alimentación sana del Instituto Navarro de Salud Pública que permite que los txikis coman, cada día, una fruta diferente. Y necesitan vitaminas para afrontar 4 semanas de actividades, del 2 al 25 de agosto, desde las 10.30 hasta las 13.30 horas -desde las 9 de la mañana para las familias que necesitan conciliar- y con menores de varios centros educativos. “Son chavales de diferentes edades y de distintos centros, con diferentes realidades, que hacen actividades también para fomentar esa integración, que se conozcan, que hagan vida en el barrio también entre diferentes cuadrillas”, explica Harritxu Del Atxa, monitora, que lleva una década en Siñarzubi.

Este verano ha tocado dividir a los 152 usuarios, de 5º y 6º de Primaria, en 12 grupos “burbuja”, que disfrutan de un ocio diferente con el que pasan la mañana, aprenden y salen de excursión. “Hacemos actividades en torno a una historia, con un marco simbólico. Hemos trabajado valores como la amistad, relacionándolas con películas, trabajando sobre la manera de cambiar las cosas... Son diferentes en función de la edad de los participantes”, afirma Del Atxa, que cuenta que el martes se van a la playa y el último día han programado una proyección de fotos en la que han recopilado todas sus andanzas.

Sandra Glaria, Goizane Zabalza, Josune Cuenca, Naira Calderón y Ana Pebche se refrescaron en el Arga con unos cuantos chapuzones. Todas repiten en la ludoteca y aseguran que el año que viene harán lo propio. “Nos gusta mucho, hemos conocido a compañeros de otros institutos y hemos hecho muchas cosas”, coinciden. La actividad estrella es la del chapuzón en las pasarelas.

Tal y como explica la monitora, “la demanda cada año es mayor. Este año no hay comedor y nos hemos adaptado a la pandemia con medidas de seguridad, mascarillas hidrófugas y grupos burbuja, y el año pasado tuvimos cifras más altas de las que esperábamos. Al menos una decena de familias se han quedado en lista de espera, la verdad es que hay cada vez más demanda en el barrio y nosotros vemos que es un espacio que hay que reforzar”. La mayor parte del voluntariado, señala, es gente joven. “Seguimos con ilusión y creemos en el proyecto así que seguiremos adelante e intentaremos adaptarnos a lo que surja”, asume.

Leoz explica que han continuado “con la inercia generada”, y se han mantenido las actividades con las mismas cifras. “Pero ¿qué pasará con los años? No habrá tanto chaval y, sobre todo, no podremos hacer una labor tan intensiva con quienes lo necesiten. No nos negamos a seguir trabajando con el Ayuntamiento pero no podemos hacer lo que hacíamos antes, y hay una herida abierta, el final fue muy feo. Lo malo es que los que salen perdiendo son los txikis”.