En 1903
Pamplona era aún considerada ciudad “estratégica” por las autoridades, debido a la cercanía de la frontera, y por tanto recibía el infame tratamiento de “plaza militar”. Por ello se encontraba constreñida por un cinturón de murallas que le impedía crecer, y todos los intentos por rebasarlo se topaban con la oposición del Ramo de Guerra, el equivalente al Ministerio de Defensa actual. Por si esto fuera poco, buena parte de los mejores terrenos de la ciudad estaban ocupados por cuarteles, y la vida ciudadana estaba dominada por los toques de corneta cuarteleros, los gritos de los sargentos y el olor a rancho.
La fotografía nos muestra uno de aquellos edificios militares, el cuartel de Infantería, que llevaba el nombre del Marqués del Duero. Iba dedicado a Manuel Gutiérrez de la Concha, primer marqués del Duero, un general español al que los carlistas habían limpiado el foro en 1874, en la batalla de Abárzuza.
Hoy en día
No queda casi rastro de aquellos mamotretos arquitectónicos, que militarizaban el ambiente ciudadano y que no hacían ciudad desde ningún punto de vista. Tras el derribo de los cuarteles, el amplio solar resultante fue utilizado durante muchos años como aparcamiento de superficie, igual que el cercano solar del cuartel de Intendencia, que también había sido derribado.
En 2003 se abrió aquí el auditorio Baluarte, que también tiene bastante de mamotreto. Se dijo que sus muros negros iban a tener un “interesante diálogo” con la ciudadela y con los edificios del Primer Ensanche, pero cualquiera puede comprobar que el edificio descansa en sí mismo, y constituye más bien un monocorde y aburrido soliloquio. Sus dos brazos se abren tan solo hacia el antiguo solar del cuartel de Intendencia, donde curiosamente, se levantó por aquellos años otro bodrio arquitectónico: El Corte Inglés. Cosicas tiene Pamplona...