Hola personas, antes de empezar quiero daros un consejo: para celebrar jalogüin, buscaros un bikini o unas bermudas de motivos tétricos, sanguinolentos y funerarios y vestiros de Drácula en Benidorm que es lo que pide este veroño.

Bien, dicho lo cual, pasemos a ver por dónde hemos andado esta semana.

Resulta que el fin de semana pasado se celebraba en la ciudad de Corella el 301 aniversario de la estancia entre sus calles del rey de España Felipe V y de su regia esposa María Luisa Gabriela de Saboya. El motivo de esta estancia fue la salud de la reina, los médicos le dijeron que los aires del Moncayo y la ingesta de ajos de Corella le curarían de su afección. El 14 de junio de 1711 la familia real llegaba a la ciudad del Alhama. Los reyes ocuparon el palacio de Agustín Sesma y Sierra por ser el más suntuoso de todos los disponibles. El resto del personal se distribuyó por los muchos palacios barrocos con los que Corella contaba.

La reina sanó bastante, muestra de ello es que, durante su estancia en suelo navarro, quedó preñada del infante D. Felipe y en el mes de octubre partieron hacia su corte volviendo la pequeña ciudad a su calma y normalidad.

Este acontecimiento histórico que acabamos de ver se celebra anualmente y ofrecen unos recorridos guiados por la ruta barroca que tanta gloria les dio en su día.

Enterado de ello no me lo quise perder. La cita era a las 12,30 en el museo de Arte Sacro ubicado en el antiguo convento benedictino de la Encarnación, levantado en 1659 y abandonado por sus moradoras en 1970. Tres años más tarde Jose Luis Arrese y su esposa lo compran y lo llenan de arte renacentista y barroco, creando así el Museo Arrese.

A la hora acordada llegué al lugar de la cita y ahí nos esperaba José, corellano de pura cepa y guía voluntario para dar a conocer los tesoros de su tierra. Me encantó escucharlo, su acento no dejaba lugar a dudas de su procedencia, era Ribera viva, de esos para los que a la palabra ayuntamiento le sobran las íes, la griega y la latina: auntamento.

José nos empezó enseñando la planta baja del antiguo convento y actual museo. Un pequeño retablo manierista, con San Roque como titular, nos dio la bienvenida, a él le siguieron tablas de santos de diferentes procedencias, esculturas de distintas épocas, entre ellas una maravillosa Virgen sedente con niño, un Crucificado con articulaciones que en ciertas fechas lo convertían en un Cristo yacente, dos grandes y valiosas obras de Claudio Coello: las Bodas místicas de Santa Gertrudis y el Martirio de San Plácido, una Magdalena de la escuela castellana del XVII y unas cuantas obras más . A continuación, entramos en la capilla barroca de las benedictinas. Una joya en cuanto a continente y contenido. La nave contiene barroco para aburrir porque además del propio, custodia todos los retablos del derribado y cercano convento de la Merced.

Nuestro guía no solo nos fue explicando las cuestiones artísticas, sino que fue trufando la visita de anécdotas de la vida corellana. Así, por ejemplo, nos contó que hace unos años realizándose unas reformas en el convento, para su adecuación al museo que hoy disfrutamos, al tirar una pared apareció emparedado el cadáver de un varón. El hecho no dejaba de tener guasa y fue noticia a nivel nacional, no es normal que en las más recónditas tripas de un convento femenino de rígida clausura apareciese semejante regalito. La maledicencia se hizo presente y los comentarios volaron tan rápidos como la imaginación, pero todo tenía una explicación, resulta que una noble dama llamada Doña Luisa del Castillo y Osorio, al enviudar entró en religión con el nombre de Sor Luisa de San Bartolomé y por no desprenderse de su marido, D. Bartolomé López de Cáseda, secretario de Felipe IV, fallecido en Madrid en 1669, lo llevó con ella al convento y, ante la prohibición de enterrar en sagrado dentro del cenobio a quien no perteneciese a la orden, no se le ocurrió mejor cosa para tenerlo cerca que emparedarlo y así lo hizo. Sus restos fueron rescatados y se les dio descanso en un sencillo mausoleo en la capilla benedictina.

Vimos muchas más cosas y José nos contó muchos más detalles, pero sigamos la visita en el exterior o poco vamos a ver de lo que allí conocimos.

Una vez en la calle dirigimos nuestros pasos a la famosa Casa de las Cadenas, así llamada porque todas aquellas casas en las que ha pernoctado un rey tienen derecho a lucir en su fachada, sobre el arco o dintel de la puerta principal, unas gruesas cadenas y ésta no iba a ser menos. Antes de llegar a interesarnos por dicha casa, se nos hizo ver lo que queda del Palacio de Corella o casa de los Peralta, edificio del XV en la placeta García, del cual no quedan más que unos metros de la parte baja de su fachada, en estado de gran deterioro. Escuchada la explicación correspondiente sobre estas ruinas, pasamos a prestar nuestra atención a la Casa de los Sesma y Sierra. Se trata de un típico palacio barroco de estilo navarro-aragonés en ladrillo caravista de dos plantas más bajo con grandes balcones en la planta noble y un riquísimo escudo en esquina que da a tres calles. Su estado de conservación es mejorable, ante la imposibilidad de mantenerlo por parte de sus propietarios fue ofrecido al gobierno de Navarra en donación, pero fue rechazado. Seguimos andando por las estrechas calles del centro de la ciudad y vimos la casa de los Escudero, uno de cuyos miembros fue ministro de marina en el reinado de Fernando VII. Un poco más adelante llegamos a la importante Casa de los Arteta, palacio barroco, reformado en el XX que alberga en su interior toda la colección de arte que el matrimonio Arrese atesoró a lo largo de su vida. Haciendo ángulo con él se encuentra la Iglesia de San Miguel, con componentes de muy diferentes épocas y un riquísimo patrimonio que no pudimos ver. Continuamos nuestro paseo y conocimos la casa de Alonso-Sáez, el “auntamento”, la Casa de los Marqueses de Bajamar, la de los Gorraiz de Beaumont, la de los Virto de Vera, junto a ella la parroquia del Rosario, la Casa de los Soprani y dejamos de conocer alguna otra y algún convento. Todos estos palacios son una muestra de la pujanza que Corella tuvo en el siglo XVIII y posteriores, con importantes fábricas, como la del regaliz o la lana, y con gentes que supieron moverse en el mundo de la política y los negocios y que enriquecieron, y mucho, el patrimonio artístico de su ciudad.

Es una visita muy recomendable y está a una hora de la Estafeta.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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