Hace algo menos de tres años los hermanos Roberto y Osvaldo Quevedo se pusieron al frente del Rockaberri de Berriozar, cervecería que mucho antes ya se hizo famosa por sus hamburguesas gigantes: kilo y medio de carne, una lechuga iceberg, cinco tomates, cinco huevos, patatas fritas, bacon y salsa rosa entre pan y pan. Una monstruosidad de 28 centímetros de diámetro que situó a este pequeño local de Artiberri en el radar de los carnívoros.

“Yo llevaba el restaurante La Buena Vida de Artica, me enteré de que dejaban el Rockaberri, le comenté la idea a mi hermano, se echó a la aventura e hicimos una oferta. Las chicas que lo llevaban lo hicieron muy bien, porque hacían unas tortillas y unos pintxos increíbles. Yo almorzaba ahí. Lo cogimos, le pusimos nuestro estilo, cambiamos el logo...”, recuerda Roberto.

A mediados del pasado mes de septiembre los Quevedo trasladaron nombre, logotipo y filosofía al barrio de San Juan. Y fusionaron la carta del Dodo Club, restaurante que ya regentaban, con las hamburguesas, bocatas, tostadas, ensaladas y pintxos de Berriozar. Es su segundo Rockaberri, el primero con parrilla.

Una apuesta multiplicada por seis, de los 40 metros del local original –terrazas al margen– a los 260 con los que cuenta el nuevo espacio situado en la calle San Roque, frente al Palacio de Justicia de Navarra. “De verdad que no sabía yo que tenía tanto tirón el Rockaberri de abajo. Sí sabía que funcionaba muy bien, porque trabajamos mucho y siempre estamos llenos. Pero fue subirlo, abrir el sábado y dar 90 cenas”, reconoce Roberto sobre el impacto del nuevo negocio. “El Rockaberri es el Rockaberri, lo aprendí en Berriozar y lo he vuelvo a aprender ahora. Tengo el nombre hasta tatuado”, añade enseñando orgulloso su brazo izquierdo.

Cuenta Roberto que en 2022 “me ofrecieron el Dodo Club de San Juan. La idea del Rockaberri ya estaba en Berriozar y no queríamos subirla porque buscábamos algo diferente. Tratamos de hacer restaurante; vender chuletón, besugo, rodaballo, zamburiñas, pulpo a la parrilla... Pero es un mercado muy duro. El fin de semana trabajábamos mucho, pero entre semana no, porque el ticket medio era de 30-40 euros, y no todo el mundo tiene para pagar eso”. 

Hasta que un jueves se levantó y pensó “bueno, a tomar por saco. Nos subimos el Rockaberri. Llamé al que nos lleva la rotulación, le pedí presupuesto, cambiamos todo y ese sábado ya abrimos como Rockaberri grill San Juan, porque aquí tenemos parrilla. La experiencia del Dodo no fue mala porque aprendimos a hacer chuletas y a tratar la carne. Aquí las hamburguesas se hacen a la parrilla, tengo chuleta, tengo pescado..., fusioné las dos cartas, y ahora tengo una carta más amplia y abierta. Puedo hacer hasta 4-5 tipos de menús, desde 20 euros hasta 60, que en Berriozar por falta de espacio no se puede”. 

Los bocadillos y las hamburguesas tienen más rotación y venden más que con el restaurante Dodo. También con los pintxos de la barra. “Sacamos una media de 90 a la mañana, con tortillas de 12 huevos, y mucho pintxo entre pan y pan. Tenemos muy buena clientela de los juzgados, que ven que los pintxos son grandes. La gente lo que quiere es almorzar bien y aguantar hasta las tres. Por eso tiene la fama que tiene el Rockaberri de Berriozar. Todo a lo bestia, como la hamburguesa de dos kilos, que la seguimos haciendo por encargo”.

Eventos y tardeo

En nuevo Rockaberri tiene capacidad para 90 personas sentadas, cuenta con licencia de café bar espectáculo y lo convierten en un espacio de hasta 150 personas para despedidas de soltero, bodas o comuniones. “Se presta mucho para eventos, ya lo hacíamos con el Dodo. Lo bueno era eso; los eventos, el tardeo de los sábados con muy bien ambiente... y ahora al hacerlo como Rockaberri tira más el nombre”, argumenta.

Por último, este emprendedor reconoce que no hay más secreto que ofrecer “comida muy buena. Y en vez de meterle al bocata dos lonchas de lomo y de queso; nosotros no escatimamos. Hay que mirar los márgenes de beneficio porque no estamos aquí para cambiar billetes, esto es un negocio. Pero queremos que la gente se vaya a gusto, Y las reseñas en Google dicen eso, comida buena, abundante y a precios razonables. Y eso no hay en muchos sitios. Es la filosofía del Rockaberri y vamos a continuar así. Buena comida, pintxos grandes y buen servicio ante todo”, considera. Y confiesa un sueño compartido con su hermano, quizás como tercer Rockaberri. “Queremos terminar en el Casco Viejo y llevar un gran restaurante”.