Librería Abárzuza, un referente del mundo de los libros y la prensa en Pamplona, baja la persiana. Marcela Abárzuza y su marido Rafael Rodríguez han sido felices en su trabajo durante todos estos años y la guinda a su carrera ha llegado este sábado con un emocionante homenaje dispensado por corredores del encierro de San Fermín, habituales clientes de este negocio que se despide el próximo 16 de mayo, pero que ya ha encontrado relevo: en el mismo local abrirá una tienda de similares características.

En el acto sorpresa se ha lanzado un cohete ante la hornacina de San Fermín, a la usanza de los encierros, ante el asombro de los viandantes que por allí pasaban, y posteriormente se ha entregado un ramo de rosas rojas y blancas a Marcela y pañuelos sanfermineros a la pareja, además de otros regalos y recuerdos que se han ido depositando en una caja en el interior de la librería.

La primera librería Abárzuza nació en 1952, año en el que se realizó la reforma integral del Ayuntamiento de Pamplona. Allí trabajaba como conserje y vivía el señor Abárzuza, que abrió la librería para su hijo Víctor en la calle Nueva. Y al Ayuntamiento fue a parar una jovencísima Ceferina. Con solo 12 años llegó a la capital navarra desde Beuntza para servir en casas.

Improvisado encierro para homenajear a Marcela y Rafa. Patxi Cascante

“Mi padre atendía la librería, mi madre solía llevarle el almuerzo y poco a poco empezó a atender mientras mi padre almorzaba en la trastienda. ‘Tranquilo, ya voy atendiendo’. A lo tonto se iba quedando, y se enamoraron”, dice Marcela.

“Mi padre desgraciadamente estaba delicado de salud, y mi madre cogió las riendas del negocio. Entre tanto, después de casarse tuvieron cinco hijos. Mi madre se quedó viuda muy pronto, en 1967. Con la tienda y cinco churumbeles”, describe para poner el valor el esfuerzo de Ceferina, que además hasta media noche cosía en aquella trastienda para engordar los ingresos familiares. 

Muy pocos años después, el germen de la segunda vida de la librería nació jugando al escondite en los jardines de la Taconera, cuando se conocieron Rafael y Marcela. Como la librería eran “muchas bocas que alimentar”, la pareja se buscó pronto las habichuelas más allá de la calle Nueva.

Los corredores del encierro han entregado un ramo de flores y pañuelos de San Fermín a los homenajeados. Patxi Cascante

Así surgió hace 30 años Abárzuza en Santo Domingo. “Teníamos claro que queríamos especializarnos en temas de Euskal Herria en general y de Navarra en particular. Es la costumbre que me venía de mi ama y era un tema que conocía. Y también teníamos claro que queríamos tener papelería, porque ayuda mucho a la venta. Decidimos tener mixto; librería y papelería, con revistas, prensa... que fuese una tienda de barrio, una tienda de servicio”, comenta Marcela.

En comercios de barrio como el suyo, resalta “que las personas tienen nombre, que preguntas por su salud y ellas por ti. Ese trato cercano que hace que clientes y clientas acaben siendo amigas muchas veces”.

La jubilación

Esta pareja nunca se ha arrepentido de la profesión que han elegido “porque nos gusta el trato cercano. Yo soy feliz aquí. Hay que echarle horas, pero es agradable estar con la gente y atender”, cuenta Marcela. Con medio siglo de trabajo a sus espaldas y a punto de cumplir los 65 años, –Rafa está cerca de los 68– bajarán la persiana tras darse un baño de cariño de la clientela. "¡Nos jubilamos! Ha sido un gran placer. Muchas gracias por vuestra fidelidad", reza un cartel en castellano y euskera a las puertas del establecimiento, que anuncia además la liquidación de productos y descuentos de hasta el 30% en material escolar hasta el 15 de mayo o fin de existencias. El cierre definitivo tendrá lugar el día 16, y dará relevo a un nuevo proyecto de similares características.