La única mujer castañera de Pamplona está en San Juan. Sara Aguirre, de 62 años, lleva “veintitantos” vendiendo castañas en la capital navarra, aunque la pasión le viene desde mucho antes. De cría recogía este fruto con su familia en Eugi, su pueblo, “tierra de castañas”, asegura Sara. Una tradición que marcó su vida y que hoy le sigue haciendo muy feliz.
Sara atravesaba un momento de incertidumbre laboral cuando decidió ser castañera. “Siempre me había gustado lo de la castaña y me había planteado este trabajo, pero nunca me decidía hasta que me di cuenta de que era el momento”, expresa. Sara comenzó con un puesto junto a los cines Golem, donde sirvió este manjar durante una década. Hace 13 años perdió esta ubicación porque unos castañeros con más años de experiencia tuvieron prioridad en la elección de los puestos que ofertaba el Ayuntamiento. Sara se trasladó al cruce de la avenida de Bayona con Monasterio de Urdax, donde a día de hoy ofrece castañas.
Cartera de profesión, vendedora de castañas como pasión. Sara combina su puesto en Correos con el horno de carbón. Ambos empleos coinciden en el trato con el público, su parte favorita. “Muchos clientes comparten detalles y situaciones de su vida conmigo”, sostiene. Además, considera que en un barrio el castañero debe ser el mismo siempre, porque así “las personas pueden ir a contar sus cosas, relacionarse, entablar cariño y amistad”, explica.
Ese es el estilo del puesto de Sara, el único negocio de castañas de San Juan. “Tengo el feudo”, bromea. Así, los vecinos de Barañáin, Pamplona o de la zona que paran con el coche aprovechan para bajarse de sus vehículos y comer este fruto invernal. “Aquí viene todo tipo de gente. Desde niños jóvenes y abuelas”, declara.
La meteorología es el mayor desafío al que se enfrenta Sara, y el viento se ha convertido en su peor enemigo. Sin embargo, disfruta trabajando a pie de calle, siempre lo ha hecho y lo agradece.
Sara también tiene que estar pendiente de la calidad de las castañas, y este año los castañeros han podido respirar ya que el producto “ha venido muy bueno”, señala. Explica que cada año el castaño tiene un problema. “Como casi todos los árboles, el castaño tiene un ciclo. Un año es muy bueno, otro menos bueno, otro malo y otro malísimo”, asegura. La conservación actual de estos árboles, según Sara, ha perdido calidad. “Ya no se conservan como antes”. Esto provoca el crecimiento de hongos en los árboles y la invasión de plagas de gusanos o avispas en la planta. Sin embargo, este año los castaños se han librado debido a las intensas lluvias y la suerte: “Ya tocaba una temporada buena”, expresa.
Castañas gallegas
Las castañas de Sara provienen de Ourense, Galicia, una provincia donde se mima y protege al castaño con especial interés. Sara también trae castañas de Ávila, Zamora, Jerte, Portugal, y hasta de Huelva. Sin embargo, la castañera se “queda” con el producto gallego por el sabor y su facilidad al pelarlas.
Una vez por semana, Sara contacta con su proveedor de la tierriña para realizar el pedido. Dado que se trata de un fruto muy perecedero, la comerciante varía su pedido que suele oscilar entre los 70 y 100 kilos. Además, tiene en cuenta si los colegios de la zona u Olentzero requieren de su fogón. En estos casos el pedido aumenta considerablemente, hasta los 120 kilos.
La castaña no es lo único que Sara tiene que cuidar. El carbón debe ser también de calidad, por lo que procede de La Rioja. Se apoya en su primo carbonero y antiguamente cooperaba con un carbonero de Pamplona que ya se jubiló.
Sara no tiene claro cuál es el secreto para hacer las mejores castañas, pero posee algunos trucos clave para asarlas en su punto perfecto: “Encontrar ese movimiento que les das y notas un sonido como de roces de sedas”, describe. Una cocción perfecta que se puede deleitar todas las tardes desde el pasado mes de octubre y hasta el próximo febrero: de lunes a viernes de 15.30 a 21.30 horas y fines de semana y festivos de 16.00 a 21.30 horas.