Desde la privilegiada ubicación que les otorga el patio trasero del Ayuntamiento de Pamplona han visto transcurrir el último cuarto de siglo. Casi una vida. Cuando en el año 2000 se hicieron con las riendas del entonces llamado restaurante el Redín, situado junto a la cuesta más internacional del encierro y en la puerta de entrada al mercado de Santo Domingo, José Lara y Mariví Agudo se convirtieron casi sin pretenderlo en espectadores de excepción de la historia reciente de esta cuidad, de su transformación y de sus vaivenes.

Fruto de su duro y constante trabajo han hecho del Redín un local de referencia en el Casco Viejo, punto de encuentro habitual de los corredores del encierro, espacio de tertulia de los concejales, comedor para los dantzaris y gaiteros cada 6 de julio poco antes del Chupinazo y barra habitual para disfrutar de un pincho matutino para muchos empleados del Ayuntamiento o de la cercana consejería de Educación.

Veinticinco años después, José y Mariví han decidido que es el momento de cambiar de rumbo y dejar su restaurante, rebautizado no hace mucho con el rimbombante nombre de Gastro Bar El Redín, para disfrutar de una más que merecida jubilación.

Esta semana es la última detrás de una barra, lo que han hecho toda su vida, después de haber cerrado la operación para la venta del negocio tras unas largas gestiones que comenzaron el año pasado y que se han prolongado algo más de la cuenta porque no querían desprenderse de él de cualquier manera.

Los dos hosteleros, dentro del interior del local. Patxi Cascante

“Eso siempre lo hemos tenido claro, no queríamos alquilarlo y tampoco teníamos prisa por vender pero sí queríamos que el bar pudiera continuar con lo que ha sido siempre, un negocio familiar. Hemos tenido varias ofertas, pero creemos que la mejor es la que hemos tomado. Ojalá que les vaya muy bien, se lo merecen” aseguró este lunes José refiriéndose a los compradores, una pareja como ellos, mientras realizaba el inventario previo a abandonar el establecimiento de forma definitiva.

Preparando el relevo

Este sábado será su último día en activo, aunque el domingo tienen previsto ofrecer un aperitivo de despedida a todos los amigos, familiares, clientes y vecinos que han compartido con ellos tantos años. A partir del lunes, el negocio pasará a otras manos.

“Va a ser una semana difícil. Los dos tenemos muchas ganas de que llegue el día, pero al mismo tiempo nos da un poco de vértigo. Este ha sido nuestro trabajo y nuestro hogar durante 25 años y vamos a echar de menos a mucha gente” comentó Mariví, quien a duras penas podía contener las lágrimas por la emoción que experimenta al saber que el momento se acerca.

“Tenemos muchas ganas de que llegue el día, pero nos da un poco de vértigo, ha sido nuestro hogar 25 años”

Mientras se desarrolla charla entorno a un café les vienen a la cabeza un montón de recuerdos, momentos especiales que han vivido en el Redín como la salida de la banda de La Pamplonesa desde la puerta del local cada 14 de julio; las jotas de una cuadrilla de riberos que nunca faltan a los Sanfermines o la fiesta que se montó en el comedor el 6 de julio de 2015 poco antes de que Joseba Asiron saliera por primera vez al balcón consistorial en su condición de alcalde.

También recuerdan lo difíciles que fueron los dos primeros años por su falta de experiencia en la gestión hostelera o los efectos de la crisis económica de finales de la década pasada y de la pandemia del covid. “Hemos trabajado toda nuestra vida y estábamos cansados. Queremos hacer lo que hace todo el mundo, quedar con sus amigos y familiares, viajar y un montón de cosas que para los que trabajamos en la hostelería son casi imposibles porque es una profesión muy esclava” ha señalado Mariví, que está deseando volver a coger los pinceles de pintura, viajar o poder ver un encierro en Santo Domingo, lo que no ha podido hacer nunca pese a trabajar a unos pocos metros.

José está con más ganas de que llegue el momento. Reconoce que a sus 60 años ya no está para muchos trotes y que está deseando poder disfrutar de sus paseos por el monte –si es cerca de Estella, su localidad natal, mejor– o hacer el Camino de Santiago sin prisas de ningún tipo.

No quieren olvidarse de los trabajadores que han pasado durante estos años por la barra del bar, como las tres hermanas Maya, de Tatiana, que lleva 7 años con ellos, y del apoyo prestado por sus dos hijos, Julen y Edurne, cuando era necesario. “Siempre hemos sido una familia” puntualiza Mariví.