pamplona. Fue el último disparo mortal de ETA. El 16 de marzo de 2010 el agente de la policía francesa Jean-Serge Nérin moría en un tiroteo fortuito en la localidad de Dammarie-les-Lys, a sesenta kilómetros al suroeste de París. Nérin pasará a la historia por ser el primer miembro de los cuerpos de seguridad franceses asesinado por ETA, y por ser la última víctima mortal en una acción de la banda armada. El tiroteo se produjo poco después de que un grupo de personas robara en un concesionario de automóviles. La mala fortuna quiso que, aunque el gendarme llevara puesto el chaleco antibalas, la bala le impactara en la axila. La única zona desprotegida. La muerte de Nérin dejó tras de sí un drama humano. Como siempre sucede. El agente francés dejaba mujer y cuatro hijos. Tenía 53 años y llevaba más de treinta años en el cuerpo. Arkaitz Agirregabiria, Mikel Karrera Ata, Joseba Urbieta y Joseba Fernández Aspurz fueron imputados por su supuesta participación. En esta ocasión, el modus operandi de ETA despertó un cierto desconcierto, ya que nunca había robado coches en masa.
El asesinato del gendarme irrumpió de lleno en el proceso de debate interno que la izquierda abertzale ilegalizada y el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) afrontaba para despejar su futuro, recogido en el documento de conclusiones Zutik Euskal Herria. Después del asesinato de Nérin, las miradas estaban puestas en la reacción de la izquierda abertzale, una reacción que, como en otras ocasiones muchos consideraron insuficiente.
Unos meses antes, ETA se había cobrado a sus últimas víctimas en territorio español. Fueron dos guardias civiles muy jóvenes, que no llegaban a los 30 años. Carlos Sáenz de Tejada García, de 28 años, y el navarro Diego Salva Lezaun, de 27 años, que murieron después de que una bomba lapa adosada a su todoterreno en Calvià (Mallorca) estallase el 30 de julio de 2009.
Diego Salvá, natural de Pamplona, vivió en la capital navarra los tres primeros años de su vida y solía regresar para visitar a su familia materna. El día que lo mataron, Salvá regresaba al trabajo tras haber superado un gravísimo accidente de moto que lo tuvo en coma. Había comenzado el 31 de enero las prácticas en el cuerpo de la Guardia Civil donde había ingresado en agosto de 2008, tras haber superado las pruebas de acceso al obtener más de 90 de cien puntos posibles.
Diego Salvá era el segundo de seis hermanos (Leticia, Diego, Marina, Álvaro, Fátima y Borja). Su padre realizaba la especializada en la Clínica Universitaria de Navarra cuando conoció a la madre de Diego (Montserrat Lezaun Portillo). La familia residía entonces, a primeros de los ochenta, en Barañáin. Dejaron Pamplona, con dirección a Mallorca, en 1985.