Yo creo que Melchor Gil es tan inocente como Francisco Camps o Txitxo de Miguel. Sí, hay elementos comunes. Todos dicen sentirse objeto de una persecución política en la que se ha instrumentalizado la justicia y a la que se han prestado al juego los medios de comunicación. Todo con intereses electorales.
Para Gil, su demonio particular es la Diputación de Bizkaia y no los billetes de 500 euros que pagaron su chalé sin que hasta ahora sepamos de dónde los ha sacado. De Miguel y sus socios se presentan como víctimas de una conspiración que incluye, además de a la Fiscalía en Araba y a la prensa (en general), al pacto PSE-PP y hasta a los sectores internos del PNV a los que supone interesados en que sean condenados. Pero seguimos sin saber para qué iban y venían sus mujeres con los billetes de aquí para allá. Sobre Camps, está todo escrito; es inocente, lo ha dicho el jurado, pero todos escuchamos en el juicio el compadreo que se traía con la banda del Gurtel. Así que tenemos unos cuantos inocentes en el patíbulo de la opinión pública. Pero sobre todo, con responsabilidades políticas.
Las diferencias
Pero además de los paralelismos, están las diferencias. Txitxo de Miguel fue cesado de forma fulminante por el diputado general de Araba, Xabier Agirre. Y el presidente de la ejecutiva del PNV, Iñigo Urkullu, exigió a los imputados la devolución del carné.
Mariano Rajoy, a una semana de la reelección de Camps en mayo de 2011 y cuando el caso que le llevó al banquillo estaba cociéndose en los juzgados le dijo ante un público entregado: "Paco, eres un gran presidente; tienes mi amistad sincera, mi apoyo y el del partido". Paco ganó, dimitió, escuchamos todos sus chanchullos y fue absuelto. Ahora, Rajoy no le encuentra hueco. A lo mejor es porque piensa lo mismo que la ciudadanía; que hay cosas que la Justicia no condena y la opinión pública sí.
Que Melchor Gil se defienda con el argumento que le venga en gana entra dentro de lo normal. Es tan difícil explicar lo imposible que se le permite cualquier desvarío persecutorio. En lo que conviene fijarse es en la respuesta del partido que le puso donde le puso. A lo mejor, esa respuesta solo tiene una explicación: era el investigado el que ponía y quitaba a los demás. José Antonio Pastor primero, y unos cuantos después, se han apuntado a la teoría conspirativa. Están haciendo el ridículo y, de paso, cavan su tumba política.
El intento de neutralizar la noticia publicándola en El Correo Español como fruto de una entrega anónima extraída de los ordenadores de Hacienda es una milonga. En paralelo, las cabeceras del Grupo Noticias publicaban esos mismos documentos con el sello de la Fiscalía. Lo intentaron, pero no ha colado. A ver si se animan entre ellos y nos explican este entuerto. También el de la procedencia del dinero del chalé y los fajos de billetes de quinientos. Una pregunta sencilla: ¿Han manejado ustedes alguna vez billetes de 500 euros? ¿Y de 200? Yo, ni de cien. Porque saco de mi cuenta lo que me ingresan por mi trabajo y jamás me ha pasado no gastar nada de esa cuenta durante meses.
Pero hay un hecho no controvertido: Melchor Gil ha defraudado a hacienda y Pastor defiende su honorabilidad. Muy bajo tiene el umbral del honor el secretario general del PSE en Bizkaia.
Gil y López
No hace falta que Melchor Gil sea cuñado de Patxi López para que el escándalo sea mayúsculo. Más que nada porque Gil siempre ha mandado más que López en el PSE. O mejor, López manda algo porque Gil se lo ha permitido.
Fue el ahora investigado el que le aupó a la secretaría general del PSE tras lograr un acuerdo entre sectores de Gipuzkoa y Bizkaia para terminar con la época de Redondo Terreros. A él le debe Patxi López los contactos con Rodríguez Zapatero incluso cuando ya ocupaba Ajuria Enea. Era Melchor Gil el contacto entre la Moncloa y López. Su fácil acceso a los entornos del PSOE en Ferraz se explica por su relación con un núcleo que tiene la no oculta ambición de ser el relevo generacional en la cúpula del partido.
En ese grupo se encuadra la mano derecha de Pérez Rubalcaba, Elena Valenciano; el navarro Juan Moscoso; el segoviano Oscar López (actual secretario de organización del PSOE) y Eduardo Madina. Con todos ellos ha mantenido Melchor Gil una estrecha relación que quedó patente en las negociaciones de madrugada en el último congreso del PSOE en Sevilla.
Solo el enorme poder que acumula internamente explica por qué Gil, ya investigado, fue apartado de primera línea? pero no del todo. Sabedores de su fraude fiscal (este no es presunto) en el PSE trataron de buscarle un discreto retiro en las empresas energéticas a las que tan vinculado ha estado. Un día duró su empleo en Repsol como "fichaje" para los postes de las electrolineras. De ahí, a Iberdrola.
Pero el poder, cuando se acumula, no se desvanece. Más aún si hay familia de por medio; y empresas constructoras. Y López, su cuñado, volvió a recurrir a él para las intrigas sevillanas y para que obrara lo que cada vez parece más un milagro: su reelección como lehendakari. Ahora, el destino de Gil es el destino de la pareja López-Gil. No hay flotador para sacarles de la piscina castreña y se le puede devolver al lehendakari la capciosa pregunta que lanzó en el Parlamento hablando del fraude: "¿qué intereses ocultos pretenden proteger?".