Si no lo hubiera escuchado, no lo habría creído. Me asombró Rajoy en el debate de política general en el Congreso. Antes de entrar en materia una primera consideración sobre el pomposo nombre de Debate sobre el estado de la nación. Es evidente; los nacionalistas son otros; los españoles, jamás. Y aprovecho para dar réplica a la pregunta que tantas veces el nacionalismo español plantea a quienes defienden los derechos de la CAV, esa de “dígame un sitio del mundo en el que gocen de más autogobierno”. Una posible respuesta: España, sin ir más lejos.

Pero en realidad, el asombro no viene tanto del contenido de lo que Rajoy manifestó (bien escaso en lo referente a la CAV), sino en su doble actitud en los dos días de debate.

Insolente Rajoy no es precisamente la alegría de la huerta, al menos en público, pero en el turno de réplicas confundió el humor parlamentario que tanto se agradece por la viveza que da al debate con la falta de educación. El adjetivo facha está muy manido pero no se me vino otro a la cabeza cuando le escuché espetar al portavoz del primer grupo de la oposición en la Cámara lo de “no vuelva usted por aquí”.

Si no hubiera sido por el ceceo, casi diría que la frase era más propia de Aznar o de Hugo Chávez, dados a estos excesos que no hacen sino manifestar el totalitarismo que esconde su percepción de la política. ¿Quién es él para decir a alguien que no vuelva al Congreso? ¿Se le ha olvidado que hay unas elecciones de por medio y que será la ciudadanía la que decida si vuelve o no su oponente político? Esos tics...

Pero esa tarde hubo para todos. Parece que el recién estrenado candidato de Izquierda Unida, Alberto Garzón, tuviera que pedir perdón por ser joven. La sabiduría del experimentado se demuestra, precisamente, en el respeto a la juventud. Porque Garzón fue duro, pero no irrespetuoso. Más aún, no solo es un pecado ser joven sino también no ser mayoría -“son pocos”, le dijo entre chanzas de una bancada del PP enloquecida al ver cómo el líder de la manada buscaba sangre-. Con Rosa Díez, que no estuvo precisamente afortunada, Rajoy fue un poco más allá porque tuvo rasgos de manifiesta misoginia. Y como a esas alturas el grupo del PP ya había pasado al estado de fervor propio de los hooligans en un campo de fútbol, pues siguieron jaleando sin reparar en que Rajoy había traspasado la línea.

La pregunta que flota en el aire es si ese Rajoy fue impetuoso o su tono respondía a una estrategia deliberadamente preparada. No tengo respuesta.

Indolente El otro Rajoy, no mejor que el de la víspera, se manifestó en toda su plenitud al día siguiente en la jornada matutina en la que intervenían los representantes de las formaciones abertzales. Pero este Rajoy, el indolente, no causa tanta sorpresa como el insolente. A estas alturas, es sabido que el presidente español deja que los problemas para los que no tiene una solución clara o una respuesta presentable y estructurada esperen en el cajón.

Para Rajoy, la CAV no es un problema. Las expectativas de voto del PP entre nosotros están bajo mínimos y su influencia política, otrora relevante, vuelve a ser entre escasa y nula. Por eso, no tiene ningún problema en admitir que no va a hacer nada. Sí, claro, está el Concierto Económico, el Cupo, las transferencias aún pendientes... “esas cosas”, que diría Rajoy y que pueden esperar aunque siempre figuren en la agenda. Si esa es la respuesta a una interpelación directa del representante del PNV, Aitor Esteban, es que Rajoy ha dado por perdida cualquier intención de que sus políticas tengan alguna repercusión en la sociedad vasca. Lo siguiente, atención, es que a nosotros tampoco nos importe lo que haga él en España y busquemos de manera permanente mecanismos para librarnos de su inacción.

¿Y en materia de paz y convivencia? Más de lo mismo. Creo que Sabino Cuadra se equivocó gravemente al decir que el PP vivía más cómodo con ETA. Es una evidencia que no es así; la alternativa era que les asesinara ETA. No hacen falta más explicaciones. Otra cosa es que Rajoy aproveche la no disolución de ETA para hacer como que esta siga activa. Y en eso, tanto lo manifestado por Amaiur como por el PNV es coincidente: el Gobierno español tiene una responsabilidad que ni aborda ni deja abordar a otros.