Mikel lleva 15 años en prisión a cientos de kilómetros de su casa. Su familia ha perdido ya la cuenta de cuántas vueltas mundo han dado, hablando en kilómetros realizados, para ir a verlo durante todos estos años. Han tenido que aprender a convivir con el castigo añadido que la dispersión supone para las familias de los presos políticos de Euskal Herria. Una pena tremendamente cruel para esta familia que ha estado más de ocho meses sin poder verse debido a las complicaciones en la salud de quienes normalmente se desplazan para hacer las visitas. El hermano de Mikel tiene cáncer terminal y su compañera sentimental, Mila Jiménez, está todavía convaleciente de la misma enfermedad de la que, por suerte, ya se recupera. Ocho meses en los que la salud del preso chantreano, Mikel Izpura también se ha visto resentida y a los problemas que sufre en las manos, se ha unido recientemente una complicación en el oído que le obliga a pasar por el quirófano para evitar complicaciones que podrían ser irreversibles.
Como navarro, reclama su derecho a ser atendido por el sistema sanitario de la Comunidad Foral ya que las experiencias anteriores que ha tenido con los servicios que prestan la prisión, le hacen dudar del éxito que podría tener la intervención si se realiza en la cárcel de Murcia, en la que se encuentra actualmente. Teme que podría perder audición del oído intervenido, más teniendo en cuenta que el “sano” apenas percibe el 10% de los sonidos.
Su compañera Mila Jiménez está removiendo cielo y tierra y ha acudido ya hasta el Defensor del Pueblo, que tiene su petición pendiente de estudio. Jiménez denuncia la actitud de los responsables de las prisiones que han tenido en su mano hace tan solo unas semanas que Mikel pudiera haber sido visto en consulta en Navarra durante un permiso por el que se le concedió un traslado a la cárcel de Pamplona para poder despedirse de su hermano, gravemente enfermo. A pesar de las trabas, Mila continúa con su reclamación para que Mikel pueda ser atendido en la red sanitaria de Navarra.