desconozco el origen real de la frase, pero no tengo ninguna duda de que su creador no fue el entonces ministro del Interior José Luis Corcuera, cuando refiriéndose a los permisos concedidos a presos dijo aquello de “los experimentos se hacen en casa y con gaseosa”. Aunque la procedencia del proverbio parece ser británica, su versión castellana se atribuye al filósofo, escritor y algunas cosas más Eugenio D’Ors en reproche a la falta de habilidad de un camarero en el descorche de una preciada botella de champán. Sea como fuere, su significado viene a decir que cuando se vaya a hacer algo que entrañe especial dificultad o riesgo hay que asegurarse primero de hacerlo con garantías.

Gure Esku Dago experimenta hoy su consulta en un escenario nuevo. Por primera vez se traslada la consulta a una capital, Donostia, y a la segunda ciudad más poblada del territorio guipuzcoano, Irun. Alonsotegi, Zalla y Balmaseda, con todos los respetos, son terreno más trillado, más a la medida de consultas anteriores que ha llevado a cabo la iniciativa ciudadana que trabaja por impulsar el derecho a decidir. La jornada de hoy, por tanto, va a suponer un importante paso adelante en la dinámica que la asociación puso en marcha hace ya cuatro años para acercar a la sociedad vasca a una aspiración básica y deseada por una clara mayoría social, política y cultural, pero complicada, delicada y entorpecida por la interpretación que aplican a las leyes quienes imponen el centralismo porque se sienten fuertes y cómodos en él.

Con más o menos variantes, hoy se va a preguntar a la ciudadanía de Donostia, Irun, Alonsotegi, Zalla y Balmaseda algo tan claro como “¿Quieres que la ciudadanía vasca decida su futuro político por sí misma y libremente?”. El experimento, ciertamente, puede ser difícil y entrañar riesgos. Tan difícil y tan arriesgado que cuando se ensaya sin red puede acabar en desastre, como se ha podido comprobar con el 1-O en Catalunya. Pero la dinámica que ha propuesto desde el primer momento Gure Esku Dago ha sido respetuosa con el principio posibilista de acatar los cauces legales, porque las numerosas consultas previas se han venido realizando sin ninguna alteración del orden público, sin coacciones, sin mayores impedimentos ni crispaciones. En casa y con gaseosa.

De las consultas de hoy, como de las anteriores, se harán análisis contradictorios según sean los intereses políticos y mediáticos. En base a la participación real, a la numérica, se han venido subestimando las consultas apelando a la baja participación, especialmente en las localidades con censos más numerosos, dato incontestable pero que sería de rigurosa aplicación si se tratase de sufragios oficiales, con efectos vinculantes. Que ojalá. Pero la apuesta de los promotores es establecer un suelo democrático tanto en la forma, consulta bien estructurada y con respaldo social, como en el contenido, devolver a la ciudadanía el derecho a decidir que le corresponde. ¿Una intención simbólica? Pues quizá sí, pero un experimento que merece la pena ensayar sin más riesgos que los resultados inevitablemente exiguos.

Hoy toca decidir de una manera experimental, testimonial, pero decidir como ensayo estimulante y pacífico del ejercicio de un derecho democrático. Quienes reniegan de ese derecho o intentan eliminarlo con la fuerza de las leyes quizá hasta pretenderán presumir de un ejemplo de tolerancia al no impedir las urnas por la fuerza en Donostia, Irun, Alonsotegi, Zalla y Balmaseda. Todo se andará, a juzgar por los arrebatos apocalípticos de los dirigentes autodenominados constitucionalistas.

El derecho a decidir es incompatible con la legalidad, dice el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, José Luis Ibarra. El derecho a decidir nos retrotrae a los tiempos de Ibarretxe, dice Idoia Mendia, como si la evocación al lehendakari se refiriese a la peste bubónica. El derecho de decidir es excluyente, supremacista y discriminatorio, dicen quienes se lo niegan a la sociedad vasca como se lo han negado a la catalana a golpe del 155.

Hoy toca decidir, y bueno es que nos vayamos acostumbrando a ejercer ese derecho aunque sea en casa y con gaseosa. Porque si insistimos y nos vamos familiarizando con el ejercicio de ese derecho democrático, llegará un día en el que podamos hacerlo con garantías.